
Esta celebración nos da la oportunidad de reconectar con nuestras familias, encontrar espacios para compartir, ayudar, dar y recibir alegría sin dejarnos abrumar por el consumo y el estrés de fin de año, volviendo a los valores que son el verdadero sentido de esta celebración.
Por Tania Merino M.
En una realidad donde el miedo ha permeado diferentes aspectos de nuestra vida producto de la incertidumbre laboral y económica, la polarización política, la sensación de inseguridad y hasta los cambios en el medio ambiente, la Navidad emerge como un llamado a reflexionar sobre aquellos regalos que no se pueden envolver en papel, pero que son, sin duda, los más necesarios en los tiempos que corren.
Se trata de volver a pensar en el verdadero sentido de esta fiesta, recuperar los valores que le dieron origen y tomar acuerdos en familia que permitan aliviar la presión que impone el medir el amor según el obsequio material que se da o recibe. De lo contrario, la de este año será una celebración compleja.
Los niveles de consumo a los que nos habíamos acostumbrado serán difíciles de sostener sin mediar endeudamiento, añadiendo un nuevo estresor en una sociedad que aún enfrenta los coletazos de la pandemia y en la que 67% de los diagnósticos de enfermedades profesionales están vinculados a salud mental y donde la mitad de los niños y jóvenes presentan también problemas en este sentido.
Por eso la generosidad, entendida como el ayudar y comprender a los demás, mostrarse interesado y dedicar tiempo a los otros es un valor clave de revisar. Y es que la definición de esta palabra no alude a temas materiales, por el contrario, los especialistas coinciden en que ser generoso no significa dar sin parar y a cualquier precio y no debe ser confundido con el entregar algo para recibir afecto, para evitar el rechazo o escapar de la soledad.
La empatía y la solidaridad, la reconciliación, el diálogo y la gratitud, aparecen también como regalos valiosos en una época en que la violencia, la desconfianza, las posturas radicalizadas y la falta de comunicación han hecho mella.
¿Por qué regalamos?
El psicólogo Marcelo Nilo explica que “un intercambio de regalos promueve el estar pensando en un otro. La empatía juega un papel preponderante ya que es ponerse en el lugar del otro e identificar lo que éste desea”.
Es entonces un tipo de comunicación en que las palabras mudan en actos, gestos y regalos. “Regalamos lo que no ponemos en palabras o, lo que las palabras no alcanzan a decir, algo identificamos y no sabemos cómo decirlo. Eso es lo lindo del regalo, decir con actos lo que nos cuesta verbalizar y lo comunicamos de esta manera”.
Pero este presente no debe ser necesariamente material, la magia está en detectar lo que el otro anhela, en poner atención y comprender. “Este tipo de identificación con un otro, nos interpela, nos hacemos preguntas que nos transforman y, al transformarnos, puedo agradecer con un gesto o regalo”.
Sobre la empatía, el académico y magíster en psicoanálisis agrega que de forma cotidiana es considerada como el “poder sentir lo que el otro siente, sin embargo, esto genera victimizar en algunos casos”. Por eso va un paso más allá y plantea que se trata de “sentir lo que el otro no siente, pensar en lo que el otro no piensa por ella/él y regalarle esa parte que tiene y que no sabían”. Por ejemplo, señala, si una persona que está enojada todo el tiempo un regalo podría ser hacerle sonreír, conectarla con la alegría y sacar algo que yacía en su interior, pero no era visible.
“Si realmente queremos vivir intensamente esta Navidad y entregar un regalo, debemos considerar lo que hizo Jesús por nosotros y lo que nos enseñó”
Pbro. Pedro Gómez, asesor de la Vicaria para la Pastoral Social del Arzobispado de Concepción.
Solidaridad y humildad
La generosidad implica brindar apoyo emocional y tiempo a quienes lo necesitan, siendo un motor de esperanza para aquellos que atraviesan momentos difíciles, partiendo desde la noción de que el otro es esencialmente igual, aunque con circunstancias distintas.
Así lo ha entendido, Víctor Hugo Aguayo, creador de Navidad con Amor, la campaña que desde hace más de dos décadas entrega almuerzos o cenas navideñas a personas en situación de calle o vulnerabilidad. “Para nosotros no es sólo entregar el plato de almuerzo… Nuestra intención es que las personas tengan un almuerzo digno, rico, acompañado y feliz en Navidad. Aquí también se requieren voluntarios que les guste entablar conversaciones”, comenta.
Y es que, mirando en perspectiva, el fundador de esta iniciativa comprendió que la forma en que se había planteado en un comienzo esta ayuda estaba equivocada. No era solo entregar algo material o comida, había que interesarse, compartir, comer todos juntos, para así derribar prejuicios, entender necesidades, conocer historias de vida y, simplemente, pasarlo bien todos por igual. “Entregar un plato cualquiera puede hacerlo cualquiera, pero hacerlo de manera digna es distinto. También nos ha pasado el entregar sin compartir y nos dimos cuenta de que no estaba bien. Navidad con Amor es también para las personas que se sienten solas, es un punto de encuentro”.
La campaña nace en el 2000 cuando Víctor Hugo Aguayo era un universitario y se “robó” uno de los pollos asados que había en su casa para la cena navideña para compartirlo con personas en situación de calle. Comenzó como algo pequeño y los años siguiente se fue corriendo la voz y se sumaron familiares y amigos, logrando atender en los últimos cinco años a más de 4.200 personas en situación de calle. La iniciativa ha sido replicada por otros grupos en distintas comunas y hoy es considerada como una de las
Amor y reciprocidad
La gratitud, al apreciar incluso los pequeños gestos, fortalece las relaciones y crea un ambiente de amor y reciprocidad. La tolerancia, el diálogo y la reconciliación, como vías para dejar atrás los conflictos y buscar la armonía, se convierten en herramientas fundamentales para sanar heridas y construir puentes.
Así lo expresa el padre Pedro Gómez, asesor de la Vicaria para la Pastoral Social del Arzobispado de Concepción. “Si hacemos algún obsequio que sea para que afloren los sentimientos más nobles de nuestro corazón y que nos ayuden especialmente a compartir nuestra vida con los demás. Aunque sea una flor o un chocolate, que nos permitan estos obsequios expresar, por medio de un símbolo, el afecto que sentimos por las demás personas. Pero si realmente queremos vivir intensamente esta Navidad y entregar un regalo, debemos considerar lo que hizo Jesús por nosotros y lo que nos enseñó”.
“Para nosotros no es sólo entregar el plato de almuerzo… Nuestra intención es que las personas tengan un almuerzo digno, rico, acompañado y feliz en Navidad. Aquí también se requieren voluntarios que les guste entablar conversaciones”
Víctor Hugo Aguayo, Navidad con Amor
Es importante tener en cuenta que en el intercambio de regalos no podemos estar esperando que nos regalen algo, “hay más alegría en el dar que en el recibir”, dice citando al apóstol san Pablo.
Desde una perspectiva religiosa, agrega, no hay que olvidar que se trata del nacimiento del hijo de Dios. “Un buen regalo en Navidad es compartir esta noticia con todos y recogernos en torno al pesebre para contemplar el regalo de Amor que Dios nos da, y donde simplemente estamos llamados a tener una actitud agradecida con Dios por darnos la vida, el poder compartir esta vida junto a nuestra familia y seres queridos, y muchas otras personas necesitadas de afecto y caridad que están esperando alguna mano amiga que les permita pasar en nochebuena una verdadera noche de paz”, señala el sacerdote.
Hacer prevalecer todos estos valores arraigados en el espíritu navideño es una oportunidad para darnos un respiro ante la incertidumbre y el miedo que nos aquejan como sociedad. Integrarlos en nuestra vida cotidiana no solo durante estas festividades, sino como principios fundamentales, puede ser la clave para contrarrestar los efectos del miedo y cultivar una sociedad más fuerte, compasiva y unida. En tiempos de turbulencia, regalar algo más allá de lo material se presenta como una poderosa forma de atraer la esperanza.