
Tras los cambios en los servicios para la niñez vulnerada, se ha establecido por ley el evitar que los menores de 0 a 3 años lleguen a una residencia. Y la evidencia internacional demuestra que el seno de una familia es el mejor espacio.
Carolina Astudillo M.
“He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño por vez primera el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre”. Esta frase, del poema “La Marioneta” del mexicano Johnny Welch, refleja el lazo que establece un niño, desde el momento en que ve la luz. Sin embargo, la realidad puede ser muy distinta para quienes nacen en situaciones de vulnerabilidad: una guagua abandonada, o un niño que tras un extenso proceso en tribunales llega a una residencia, puede pasar mucho tiempo sin el contacto de esa mano, o el calor de una caricia.
Muchos de estos niños podrían llegar o ya están en residencias. Cargan con el estigma de “institucionalizados” y erradicar este concepto no solo implica un cambio cultural, sino también estructural, y para ello, es que se requiere contar con el involucramiento de todos los miembros de la sociedad.
Desde el cambio del Servicio Nacional de menores a Servicio Nacional de Protección Especializada a la Infancia y Adolescencia, se incorporó a la ley y se estableció como modalidad de trabajo el evitar la internación de menores de 3 años a residencias del servicio, o desinternar a quienes ya se encuentran en ellas, y para ello, la figura de las “familias de acogida” cumplen un rol primordial.
En la región del Biobío existen alrededor de 480 niños y niñas, que, debido a las graves vulneraciones que les han afectado son casos en que un Tribunal ha decidido que permanezcan en instituciones de protección. Las familias de acogida son una alternativa a la internación residencial, para niñas y niños de 0 a 17 años, que han debido ser separados de su medio familiar de origen, para que puedan estar en un ambiente de contención, cuidado y efectiva protección, mientras se realiza una intervención psicosocial y educativa, que permita proporcionarles una familia definitiva.
¿Cómo ser familia de acogida?
Actualmente el servicio realiza una campaña de captación de familias. Carolina Bascuñan, Directora Regional del Servicio de Protección Especializada de Niños y Adolescentes, señala que el objetivo de la campaña es hacer sensibilización a los ciudadanos para el acogimiento familias. Si bien el programa de Familias de Acogida (FAE) no es nuevo pues viene desde el Sename, hoy se incorpora a la ley y se impone como modalidad de trabajo.
Actualmente hay 19 familias registradas en el programa, y la campaña busca captar cerca de 50. Los requisitos para postular son ser mayor de 18 años, no contar con antecedentes penales, contar con voluntariedad de ser evaluados y recibir formación. No hay requisitos de credo o de ser matrimonios, pues también hay personas solteras o viudas.
¿Una familia temporal?
Una de las preocupaciones generalizadas respecto a la figura de las familias de acogida, es el impacto que esto puede generar en los niños. Como explica Bascuñan, la evidencia internacional y la Unicef han indicado que “el cuidado familiar es la modalidad donde se puede hacer la reparación y protección de un niño. Hay un cambio a nivel neurológico, en niveles de afectividad o desarrollo emocional -en el entendido de que hay un trabajo muy personalizado-, y en la revinculación posterior. Las ganancias en términos del cuidado, es lo que la evidencia indica y lo que como país estamos llamados cumplir”.
¿Y qué ocurre con los casos de familias de acogida que después de estar con un niño por un periodo extenso de tiempo llegan al conflicto de querer adoptar? La Directora Regional señala que, si bien estos casos son muy mediáticos, son un porcentaje muy bajo. “Se revisan los tiempos de permanencia con los programas, no solo en familias de acogida, considerando que esos tiempos no son los adecuados. Se hace un filtro acucioso con las evaluaciones, y se enseña a las familias a conocer lo que implica.

Ser familia (de acogida) hoy
Lacey Valenzuela, su marido Michael Cornejo y su hijo Dylan, tomaron la decisión de ser familia de acogida hace 3 años aproximadamente. Y el camino tiene sus partes duras como también grandes satisfacciones.
Lacey indica que el sistema o la sociedad aún no están preparados para que la gran prioridad de proteger a los niños sea una tarea integral. Probablemente por la pandemia, Lacey debió ser parte de un extenso proceso junto a su familia para ser certificados en el programa. “Como familia nos llenamos de expectativas, y dejé de trabajar esperando su llegada, porque no sabemos de él y si necesitará una atención permanente”. Hoy son la familia de acogida de Benjamín, y en los hechos, hoy ven por qué los profesionales del servicio consideraron también a su hijo Dyan en las entrevistas y en la formación.
“Es una experiencia súper enriquecedora, donde menos es más. Los niños institucionalizados son la prioridad, pero en la realidad país esto aún no es así: hay que estar como cualquier chileno a las 5 o 6 de la mañana para pedir hora en un Cesfam, o meses para la atención con un especialista. Hay que tener recursos para atenderse en la salud privada. Hay que contar con tiempo, recursos y apoyo para poder conseguir hora para un doctor, u horas para los remedios. Muchos casos requieren atención de especialidad, como cualquier familia en Chile o hasta más dificultoso. Matricular a un niño es más difícil, porque al no ser apoderado con un lazo sanguíneo con un niño, hay que ir personalmente. Si hay vacantes, para un niño ‘institucionalizado’ no hay vacantes priorizadas, y hay que postular como cualquier familia. Hay aún muy poca cultura, ralentiza el proceso y re victimiza al niño y a la familia sobre todo a nivel emocional” indica.
La experiencia con el niño es más enriquecedora. En cuatro meses Lacey ha visto avances gigantes a nivel familiar. “Uno no quiere pedir ni un solo día de apoyarlo, superó cualquier expectativa como familia. La comunicación es lo más importante para poder hacer esto. Tengo un hijo de 20 años, y si no hubiera contado con el apoyo de él, desisto. Si no se involucran desde el más mínimo detalle, esto no se puede hacer sola, esto lleva un involucramiento 24/7. Con esta experiencia, hemos podido ver la realidad de un ser humano común y corriente. No quiero una diferencia por ser familia de acogida, sino que esto debe cambiar en la sociedad. La luz de los buenos momentos se acaba con el sistema”.
¿Por qué tomaron la decisión después de los pro y los contra? Lacey indica que, como familia, creen que “la sociedad la hacemos nosotros mismos. No es trabajo del vecino ni del gobierno. No podemos enfocarnos en nuestra burbuja”. Lacey valora además que las capacitaciones y el apoyo de los profesionales en el proceso de captación fue muy bueno. “Como familia de acogida se tiene la posibilidad de elegir, y los profesionales aconsejan y guían sobre la edad y situación del niño más adecuada a las características de la familia. Ponen en equilibrio la situación del niño con las características de la familia”.
Asimismo, pudieron observar, indica, que ha sido un gran aprendizaje. “Uno piensa en comprarles coas, llenarlo de juegos, y a ellos les gustan cosas muy simples, no quiere lujos, quiere estar junto a uno viendo una película, hacer juguetes con monitos de papeles y eso es una enseñanza para todos. Buscan que uno esté al lado, conversando, con una paciencia a mil. Cuando el niño tiene sus malos días, tienes que estar ahí, pero el niño quiere solucionar sus problemas, pero no tiene las capacidades y las herramientas: requiere abrazos, esperar, mirar, aprender a leer al niño. Y para ello hay que pasar tiempo con él. Hemos utilizado palabras claves: hogar, proteger, dos conceptos que lo han marcado: tú me estás protegiendo’ dice Benjamín”.
¿Como es la preparación para dejarlo partir? –esto es lo que hace que cueste tomar esta decisión, indica Lacey-. “Si uno se aparta del ‘solo yo’, y acepta que uno lo va a pasar mal, hay que vivir el día a día, y que hay que pensar en todo lo que como familia pudieron contribuir con la vida del niño que va a ser entregado en buenas manos”.