Diálogo

El camino para profesionalizar el voluntariado 

La profesionalización del voluntariado en Chile implica no solo una estructura organizativa y una normativa más fuerte, sino también un trabajo conjunto entre ONGs, universidades y el sector privado para garantizar un impacto más profundo.


Por Tania Merino M.


El voluntariado es una expresión de compromiso social que en nuestro país ha evolucionado a lo largo de las décadas. Sin embargo, su consistencia y permanencia son retos por mejorar, tanto desde lo individual, como desde las organizaciones. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Voluntariado y Solidaridad 2024, la participación en este tipo de actividades alcanzó un 28% durante el último año, lo que representa un aumento de 4 puntos porcentuales respecto de 2023. Sin embargo, estas cifras continúan estando por debajo de las registradas previo a la pandemia (32%). 

Otra preocupación en torno a los resultados es que, a pesar de este incremento en los últimos 12 meses, la frecuencia con que se practica el voluntariado disminuyó. Mientras que durante el año pasado, un 57% se dedicaba al menos una vez por semana a estas iniciativas, hoy solo lo hace el 45%. Además, los grupos de mayor edad tuvieron un rol más activo en el último año, mientras que aquellos más jóvenes, entre 18 y 29 años, registraron cifras más bajas.  Entre quienes no participan, las causas más comunes son tiempo, falta de información y problemas económicos.

Este escenario plantea interrogantes sobre cómo mejorar estas cifras y estructurar una dinámica que no solo responda a emergencias o crisis, sino que también se convierta en una acción constante y significativa. Si bien la percepción respecto de esta práctica es positiva y se manifiesta a través de respuestas como “me hace sentir bien”, “Permite construir un país más solidario” o “Contribuye a disminuir las desigualdades”, la realidad es que existe una brecha entre esta percepción y la participación real. 

Participación juvenil 

Si bien los más jóvenes son el grupo de menor participación, esto no implica inactividad. La décima Encuesta Nacional de Juventudes ubica a Biobío como la tercera región con mayor participación juvenil en el país. Aquí, el 65,9% está vinculado a organizaciones sociales, desde donde se trabaja hoy en fortalecer el compromiso de este grupo etario. 

Para Jimena Jorquera, directora regional del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV), la clave está en una comunicación efectiva con los jóvenes. “Hemos logrado convocatorias exitosas a través de redes sociales, pero nuestro desafío es que el voluntariado trascienda las actividades puntuales. Por ello, trabajamos en programas de formación continua que fortalezcan el compromiso”, afirma.

Modelos de trabajo colaborativo

Ya en los niveles más avanzados, es cada vez es más frecuente el voluntariado corporativo, pero también la acción coordinada de distintas organizaciones que fortalecen la red de apoyo. De hecho, cada vez más quienes realizan trabajo de este tipo lo hacen dentro de una red.

En el mundo se han implementado sistemas que podrían servir de ejemplo. Por ejemplo, Estados Unidos cuenta con el “Volunteer Management Professional Certification”, mientras que el Reino Unido trabaja a través del “National Council for Voluntary Organisations”. Alemania tiene programas como los “Freiwilligendienste” (Servicios Voluntarios), y Canadá lidera con “Volunteer Canada”. 

Estos modelos comparten elementos comunes como el contar con capacitación estructurada, estándares y certificaciones, acompañamiento profesional, fortalecimiento de empleabilidad y aseguramiento de calidad y mejora continua.

Hogar de Cristo, por ejemplo, también ha avanzado hacia un modelo más estructurado. Daniela Sánchez, jefa de Operación Social Territorial, explica que el voluntariado se organiza en tres modalidades: individual, grupal y corporativo. “Nuestra clave es contar con experiencias especialmente diseñadas para el acompañamiento de estas formas de involucrarse a través del voluntariado, además de la certeza de que el voluntariado es una modalidad de convocar a la comunidad en su responsabilidad con las personas que viven en situación de pobreza y exclusión. Convocamos a un ejercicio ciudadano, la pobreza y la exclusión no es una responsabilidad exclusiva del Hogar de Cristo y de otras OSC, sino una responsabilidad de la sociedad en su conjunto.

La institución forma parte activa de la Mesa Nacional de Voluntariado, que es una instancia articulada por el Instituto Nacional de la Juventud, que suma a ADRA Chile, América Solidaria, Movidos x Chile, Asociación de Guías y Scouts de Chile, Cruz Roja Chilena, WWF, Fundación para la superación de la pobreza, Fundación Trascender, Techo Chile y World Vision.

Capacitación, concientización y avance

Valentina Monsalve, directora regional de TECHO-Chile, enfatiza que el compromiso de los voluntarios debe estar acompañado de capacitaciones constantes y un entendimiento profundo de las problemáticas abordadas. En la institución donde se movilizan 700 voluntarios permanentes al año, este modelo se traduce en un trabajo con 120 comunidades a lo largo de diez regiones. “El trabajo colaborativo entre el Estado, el sector privado y las organizaciones civiles es fundamental para estructurar un sistema más profesionalizado y efectivo”, asegura Monsalve. 

Se trata del fruto de una planificación que involucra a cada una de las partes, no solo entregando un recurso material, sino un cambio. “Nuestros 27 años de trayectoria nos han llevado a un modelo de trabajo que pone en el centro la búsqueda de dos elementos: primero, soluciones habitacionales adecuadas que permitan a las familias salir del campamento, a través de las herramientas y oferta programática que ofrece el Estado y, segundo, hacer disponibles capacidades de desarrollo comunitario y personal, que permitan a las personas adquirir las herramientas para superar los problemas que los llevaron originalmente a vivir en ellos”.

Esto se da a través de capacitaciones de oficios, apoyo a microemprendimientos, espacios seguros para niños y niñas, y promoción de la organización comunitaria. Y es en particular en estas instancias donde el voluntariado cobra un rol fundamental. Así, por un lado, se reduce la espera por una vivienda y, además, se crean entornos organizados y sostenibles.

Pero para apuntar a esto se requiere de compromiso. Por eso, asegura, optimizar el voluntariado va de la mano de diversos factores, “el comprender el trasfondo del porqué nos movilizamos, es decir, la problemática por la que trabajamos, la crisis habitacional y finalmente el compromiso que se toma con los vecinos y vecinas”, menciona.

Un poco de historia

Sonia Stevens, directora del Núcleo Social de la UCSC, nos ayuda a graficar cómo ha ido evolucionando este tipo de trabajo en nuestro país, donde el voluntariado se remonta a la época colonial, “cuando se centró en la ayuda a los pobres y los enfermos, muy vinculada a órdenes religiosas como los jesuitas y monjas”. En el siglo XIX se expandió a áreas como la educación y la salud con la creación de las organizaciones como la Sociedad de la Beneficencia (1823) y la Cruz Roja Chilena (1864), en el siglo XX un ejemplo es la organización de Servicio País (1961) en el siglo XXI la red de voluntarios de Chile (2005), solo por nombra algunos, el énfasis hoy está en promover la participación ciudadana. “Chile tiene un contexto que facilita el voluntariado, pero se requiere lograr que, tanto jóvenes como adultos, se motiven a salir de la inercia del individualismo, para participar de experiencias que propician el contacto humano. Los espacios están, el desafío es despertar la empatía, la colaboración el servicio y la conciencia social que está a la base del voluntariado”.

Desafíos estructurales 

La profesionalización del voluntariado no implica remuneración, sino una estructura organizativa clara, con procesos de inducción, formación continua y espacios de retroalimentación. Esto no solo fortalecería el compromiso de los voluntarios, sino que también garantizaría un impacto más profundo y sostenible en las comunidades beneficiadas.

Como menciona Daniela Sánchez, “el voluntariado es una experiencia transformadora que promueve el ejercicio de una ciudadanía activa”. En un mundo cada vez más polarizado, fortalecer esta práctica es clave para construir una sociedad más solidaria y equitativa. El reto está en convertir las buenas intenciones en acciones permanentes que impacten positivamente tanto a los beneficiarios como a los voluntarios, creando así un verdadero cambio social.

Sin embargo, uno de los principales obstáculos para la profesionalización del voluntariado en Chile es la ausencia de un marco regulatorio robusto. Aunque la Ley 20.500 regula aspectos generales de las asociaciones y participación ciudadana, voces expertas, como la de Pedro Macaya, director ejecutivo de Pastoral UCSC, coinciden en que se requiere una normativa específica al respecto. “Es necesario fortalecer las entidades que estructuran el voluntariado, garantizando transparencia y un adecuado uso de los recursos”, señala.