En Chile, la baja natalidad se ha convertido en un fenómeno preocupante que afecta distintos niveles de la sociedad y plantea desafíos a largo plazo. La cifra de nacimientos en 2023 alcanzó un mínimo histórico, con solo 171.999 nacimientos, según cifras transitorias dadas a conocer por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Esta tendencia a la baja, junto con el envejecimiento poblacional, enciende las alarmas en el ámbito político, económico y social. Este reportaje explora las causas y consecuencias de esta crisis desde diversas perspectivas.
La historia de Martín Espinoza (25) refleja una realidad cada vez más común en el país: el crecimiento en entornos familiares pequeños, donde la ausencia de hermanos o primos es cada vez más frecuente. “Mi entorno familiar fue poco convencional de acuerdo con el estereotipo de familia nuclear,” comenta. Creció junto a su abuela, su madre y dos tías, Andrea y Daniela, a quienes considera sus “hermanas,” y al igual que ellas, tampoco tiene planes de formar una familia.
Este fenómeno, que va más allá de decisiones individuales, tiene sus raíces en una combinación de factores sociales, económicos y personales. Consuelo Novoa Rivera, académica de Psicología de la Universidad San Sebastián, menciona que la postergación de la maternidad (y paternidad) y el deseo de realización personal y profesional son elementos claves en la toma de decisiones reproductivas. Según Novoa, “las decisiones reproductivas son parte de un proceso complejo en el que se entrelazan factores biológicos, personales y socioculturales. La búsqueda de realización personal y profesional juega un papel muy importante en la tendencia a retrasar o incluso descartar la maternidad.”
Para muchas personas, el deseo de realizarse profesionalmente y alcanzar estabilidad financiera son aspectos prioritarios. Las mujeres, en particular, enfrentan una carga adicional al tener que equilibrar las expectativas profesionales con el rol tradicional de cuidadoras. “En Chile, muchas mujeres comprometidas con su desarrollo profesional consideran que la maternidad es incompatible con sus aspiraciones, dado el tiempo y la energía que requiere la crianza,” señala Novoa.
A esto se suma que las actuales expectativas sociales sobre maternidad y paternidad han cambiado significativamente, afectando las decisiones reproductivas, el ejercicio parental y también el bienestar de quienes ejercen el cuidado de niños y niñas. Hoy, la parentalidad ya no es aceptada únicamente como un vínculo fundado en el amor y la protección, sino que se concibe como el ejercicio de un rol que requiere habilidades y conocimientos específicos.
Ante esta realidad, muchas personas experimentan miedo o dudan al pensar en su capacidad para cumplir con estos estándares. “Esto lleva a algunas personas, particularmente a las mujeres – que son a quienes más se le exige al respecto- a replantearse seriamente si quieren o pueden cumplir con dichas expectativas, pues el costo asociado a la parentalidad es muy alto. De este modo, los modelos de crianza contemporáneos, lejos de facilitar la decisión de tener hijos/as, pueden generar inseguridades sobre la capacidad de cumplir adecuadamente con este rol, haciendo que cada vez más personas opten por postergar o renunciar a la parentalidad.
Además de los factores de realización personal, los aspectos económicos juegan un rol preponderante. Francisco Fuentes, director del Centro de Análisis y Debate Público de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, explica que el alto costo de vida y las escasas políticas de apoyo a la crianza son elementos que influyen en la decisión de no tener hijos. “El mantenimiento y costo de hacer llegar a un niño a adulto es muy alto, motivo por el cual muchas familias optan por tener menos hijos, priorizando un nivel de bienestar superior al que tuvieron sus antepasados,” explica Fuentes.
Angie Demierre, académica de Obstetricia de la Universidad Andrés Bello, destaca que en Chile el número de hijos por mujer ha disminuido significativamente. “Actualmente, cada mujer está teniendo en promedio 1,2 hijos. Aunque algunos piensan que la migración podría resolver en parte esta crisis, lo cierto es que solo un 17,4% de los nacimientos son de padres extranjeros, en su mayoría venezolanos y haitianos, lo cual no compensa la baja natalidad en términos de recambio poblacional,” explica.
Los factores sociodemográficos y biológicos también influyen. “La edad promedio de las madres al momento del nacimiento supera los 30 años, una situación que no es la más apta desde un punto de vista biológico, ya que después de los 35 años, la fertilidad comienza a disminuir,” añade Demierre. Además, un 75% de la población chilena está por encima de su peso normal, y el sedentarismo, junto con el consumo de tabaco y alcohol, crean condiciones poco propicias para embarazos saludables. En conjunto, estos factores impactan en la tasa de fertilidad y en la salud reproductiva.
Envejecimiento poblacional
El envejecimiento de la población es una de las consecuencias más evidentes de la baja natalidad. La proporción de personas mayores de 60 años ha crecido de manera significativa, representando actualmente el 19,2% de la población total, cifra que podría alcanzar el 32,1% en 2050. Este cambio demográfico tiene repercusiones en el ámbito de la salud, la economía y el mercado laboral.
Yamil Tala, Investigador Programa de Conocimiento e Investigación en Personas Mayores (CIPEM) UDD- Los Héroes, señala que el envejecimiento de la población y la baja natalidad están generando una presión creciente en el sistema de salud y en los servicios de cuidado. “La baja natalidad y el envejecimiento de la población en Chile están teniendo un impacto considerable. En términos sociales, esto puede provocar cambios en las estructuras de los hogares, aumentando el número de personas mayores que viven solas, que actualmente son aproximadamente 530 mil,” afirma Tala.
En el ámbito económico, la falta de personas jóvenes para ingresar al mercado laboral representa un problema serio. La fuerza laboral, indispensable para sostener el sistema de pensiones y mantener el crecimiento económico, disminuye con el envejecimiento de la población. “La disminución de la fuerza laboral impone el desafío de mantener el crecimiento económico,” subraya Tala. Esto genera una presión sobre los servicios públicos y las finanzas del Estado, que deben adaptarse para sostener a una población mayor que depende de los recursos generados por una base laboral cada vez más reducida.
¿Qué rol debería jugar el Estado?
Frente a esta crisis, los expertos coinciden en que el Estado debe implementar políticas públicas efectivas para apoyar tanto a quienes desean formar una familia como a quienes requieren cuidados en la tercera edad. Para Novoa, el apoyo estatal debería incluir “políticas de apoyo a quienes eligen ser madres y padres, asegurando el bienestar de los cuidadores.” Además, sugiere que un cambio en la percepción de la parentalidad podría facilitar una decisión informada y reducir las presiones sociales que rodean la crianza.
Demierre enfatiza la importancia de políticas de salud pública que consideren el cuidado de la fertilidad de las mujeres: “La preservación de óvulos para mujeres que desean ser madres y tienen condiciones de salud que dificultan un embarazo debería ser una opción accesible. Además, deberían generarse mecanismos para legalizar la gestación subrogada y promover campañas de autocuidado para aquellos que desean ser padres en el futuro.”
En otros países, como Japón y Corea del Sur, agrega Tala se han adoptado medidas para fomentar la natalidad, como la ampliación del postnatal para ambos padres y políticas de apoyo económico. En Chile, algunas iniciativas, como los bonos por hijo y la extensión del postnatal, no han logrado revertir la tendencia, por lo que expertos consideran que podrían replicarse políticas más avanzadas de otros contextos, adaptándolas al país.
Fuentes concluye que “el Estado tiene dos frentes en los cuales podrá actuar: por una parte, generando políticas públicas que potencien y financien nacimientos, cuidados en la primera infancia, más salas cunas, ventajas para los pre y post natal, bonos de apoyo para escolaridad desde la educación primaria hasta la superior, entre otras alternativas; o pensando en abrir las fronteras a un proceso migratorio regulado, que también contemple ventajas para los migrantes”.
En última instancia, coinciden los expertos, el Estado enfrenta el reto de equilibrar políticas de incentivo a la natalidad con medidas que garanticen la calidad de vida de la población envejecida.