Por Tania Merino M.
Concepción ha sido llamada Ciudad de la Música, de la Independencia y Ciudad Universitaria, etiquetas que a lo largo de los años han intentado capturar su esencia. En una ciudad donde los desastres naturales, el desborde inmobiliario y el abandono han erosionado gran parte de su fisonomía, el patrimonio material e inmaterial sobreviviente cobra un valor profundo, pero ¿qué tanto conocemos y valoramos lo que aún persiste? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a preservarlo y darle el lugar que merece en nuestra identidad?
Natalia Baeza, doctora en historia y directora de Extensión Cultural y Universitaria de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, describe la relación entre los penquistas y su patrimonio como un trabajo en proceso. “No hay un conocimiento tan exhaustivo de la cultura, de la historia, y claramente eso va encadenado al reconocimiento de otros legados que van enlazados a él,” asegura.
A juicio de la historiadora, si bien “no existe del todo una conciencia al respecto, durante estos últimos años, sobre todo estos últimos cinco o seis, los espacios culturales han estado trabajando diversas actividades hacia la comunidad, para integrar a la población, a la ciudad con su historia, con su patrimonio, y que eso nos dé una valoración del lugar que habitamos”, relata.
“Creo que uno de los puntos más débiles que tenemos como región y como gran Concepción es la debilidad de la identificación. ¿Con quién nos identificamos? ¿Cuál es nuestra identidad? Tenemos diversos nombres, muchas etiquetas, pero creo que estas más nos separan que nos unen a la idea de las identidades, tan relevante en el quehacer de una ciudad”, agrega.
Para Claudia Arrizaga, coordinadora y conservadora del Archivo Fotográfico de la Universidad de Concepción, “existen ciertas limitaciones respecto a cómo se despliega esa conciencia sobre la amplitud de expresiones que integran la vasta esfera de lo patrimonial en nuestra provincia… Me parece necesario profundizar los procesos de valoración y participación a corta distancia. Quiero decir, experiencias de apropiación a través de las cuales la comunidad se instale como un actor central cuya experiencia sensitiva e histórica se ubique en el centro de las definiciones, al momento de reconocer y dotar de sentido a sus expresiones patrimoniales”.
Armando Cartes, abogado y doctor en historia, además de director del Archivo Histórico de Concepción, aborda también la problemática de la conservación. A su juicio, existe una aflicción al ver lo mucho que la ciudad ha perdido. “La contemplación de lo mucho que tuvimos y lo poco que queda causa una cierta desazón. Con esfuerzo y colaboración, sin embargo, parte se puede revertir”, reflexiona.
Para Cartes, el problema radica en una desconexión cultural que se traduce en una carencia de compromiso y en el descuido de los hitos que forman parte del patrimonio penquista. La ciudad, explica, enfrenta desafíos históricos en la preservación de sus bienes. “La falta de conocimiento y valoración ciudadana del tema, que lleva a la desidia y no promueve la conservación tiene como correlato la falta de preocupación y recursos de las autoridades”. Sin embargo, también destaca las excepciones, como el campus de la Universidad de Concepción y el Cementerio General. “Por fortuna, otros espacios están también avanzando, como la costanera de Talcahuano y de Penco”, detalla.
Arrizaga comparte este sentimiento, explicando que “intereses de grupos hegemónicos, las dificultades de las comunidades frente al reconocimiento de sus identidades, el abandono y/o destrucción sistemática del patrimonio edificado en razón del desarrollo inmobiliario”, son parte de la problemática.
Educación, industria y nuestros hitos clave
Concepción no solo es conocida por su ambiente cultural, sino también por ser la capital de una región con un importante legado industrial y con una profunda identidad textil, ferroviaria, acerera y minera, que ha sido testigo del abandono de sus íconos industriales, los mismos que en su momento representaron avances significativos en modernización y desarrollo.
En palabras de Giuliano Pastorelli, director de la carrera de Arquitectura de la Universidad Andrés Bello en Concepción, en este preciso momento “tenemos un gran patrimonio industrial que considero importantísimo de rescatar. Sin ir más lejos, hoy se abre la pregunta sobre el destino de la Acería Conox, edificio de vanguardia de la industria siderúrgica de siglo XX realizado por dos premios nacionales de arquitectura (Víctor Gubbins y Christian de Groote)”. De la mano de esta interrogante va asociado todo el legado de la siderúrgica Huachipato que solo en unos días, el 25 de noviembre, cumpliría 74 años.
La encargada del Archivo Fotográfico UdeC, además, destaca el valor del patrimonio cultural de la cosmovisión campesina y mapuche, y desde lo industrial menciona un hito específico: el antiguo campamento minero en el sector Puchoco Schwager, comuna de Coronel. “Hoy, este asentamiento histórico aspira a transformarse en un polo de desarrollo sociocultural que promueve procesos participativos entre cultores y comunidad local, los que preferentemente se orientan a la preservación y difusión de la memoria minera”, señala. Arrizaga ve en este sitio, declarado Monumento Nacional, una serie de desafíos desde el punto de vista de su gestión integral, como posibilidad futura para la puesta en valor del patrimonio industrial de la zona.
En un plano más abierto, Armando Cartes recalca la relevancia de la bahía de Concepción, ligada también a la actividad industrial el antiguo puerto de Talcahuano, y otros lugares que han formado parte de la identidad local. “Creo que faltaría destacar, por ejemplo, su valor en su conjunto, desde los primeros habitantes, pasando por los antiguos navegantes, los eventos de la Independencia, los balleneros, el Apostadero hoy Base Naval, la minería del carbón, en fin, tantas dimensiones. Hace falta un gran museo que relate su historia e importancia regional y nacional”, comenta.
Y, por supuesto, desde la educación, la Universidad de Concepción es uno de los hitos que más resonancia tiene en la ciudad, tanto a nivel tangible como intangible. Este campus ha logrado traspasar generaciones, permitiendo que los habitantes lo consideren una extensión de su vida cotidiana. Pastorelli plantea que, “la mirada de futuro que pensó Enrique Molina Garmendia al fundar un proyecto educativo de campus, logró que muchos penquistas vivieran una universidad sin estar formalmente en ella. Y hoy, en pleno siglo XXI, todavía nos sigue planteando preguntas sobre la relación entre educación y ciudad”. El liceo de Hombres Enrique Molina Garmendia y el Liceo de Niñas forman parte también de la tradición en educación.
Baeza suma otros puntos. “En el Parque Cerro Caracol tenemos la Torre Bismarck, por ejemplo. Tenemos vestigios también de una muralla antigua del siglo XIX que se encuentra en la Iglesia La Merced. Hay muchos hitos, tanto de patrimonios culturales tangibles o intangibles, como oficios relevantes, por ejemplo, en la Plaza de Armas, el del Lustrabotas, trabajos artesanales, como el coirón en Hualqui, entre otros”. Destaca a la vez el patrimonio natural, como la Reserva de la Península de Hualpén, y el Parque Nacional Nonguén.
Desafíos y la construcción de futuro
El patrimonio, analiza Pastorelli, no es solo un conjunto de construcciones pasadas, sino también una oportunidad para definir qué elementos se conservarán para las próximas generaciones. “Muchas veces tendemos a asociar el patrimonio al pasado, sin embargo, pienso que es importante entenderlo desde el futuro: ¿Qué elegimos conservar y por qué?”. El arquitecto enfatiza la importancia de la conservación con una mirada que considere la herencia viva que continuará hablando de las transformaciones de la ciudad.
Y es que el patrimonio no es un concepto estático, sino uno que evoluciona con el tiempo y que debe adaptarse a las necesidades de una ciudad que crece. “Yo diría que es importante establecer los puntos de encuentro. Instancias de diálogo entre distintos actores que nos permitan establecer y desarrollar proyectos comunes sobre los cuales trabajar”. Los arquitectos, destaca, juegan un papel crucial, no solo en la conservación de edificios históricos, sino en la rehabilitación de espacios que puedan ser resignificados.
“Muchas veces tendemos a asociar el patrimonio al pasado, sin embargo, pienso que es importante entenderlo desde el futuro: ¿Qué elegimos conservar y por qué?”.
Giuliano Pastorelli, director de la carrera de Arquitectura Unab.
Pero a medida que Concepción avanza hacia el futuro, sus habitantes enfrentan el desafío de revalorizar y preservar los hitos que le dieron su carácter. Natalia Baeza puntualiza que la falta de planes y de financiamiento en la conservación del patrimonio cultural limita los esfuerzos para mantener estos legados vivos. Por ello, hace un llamado a que las municipalidades y los espacios culturales trabajen en conjunto para fomentar una cultura de respeto y valoración del patrimonio. “Debemos también empezar a apreciar e inyectar dinero a los museos para una mayor conservación también de lo que tienen estos espacios”, enfatiza.
“Debemos también empezar a apreciar e inyectar dinero a los museos para una mayor conservación también de lo que tienen estos espacios”.
Natalia Baeza, directora de Extensión Cultural y Universitaria UCSC.
Para la historiadora, “el trabajo de reconocimiento y de conciencia del valor histórico y patrimonial de una ciudad es un trabajo paso a paso, y que creo que la población de Concepción se está apegando cada vez más a un sentido de la ciudad en su historia. Pero no es algo global, no toda la población está interesada en eso”. Por tanto, concluye, uno de los mayores desafíos es no solo entender y reflexionar sobre lo nuestro y conservar lo que tenemos, sino también contar con recursos económicos y un conocimiento profundo del patrimonio de parte de la ciudadanía, pero también de las instituciones que deben resguardarlo.