Integrante de una conocida familia de médicos, transitó del periodismo a la odontología. Tras publicar su primera obra, “De luz y de sombras”, hoy escribe su segundo libro, textos nutridos de intensas vivencias no exentas de dolores y profundos aprendizajes.
Por Cecilia Díaz R.
– Al evocar tu infancia, ¿cuál es tu primer recuerdo?
– La casa de mis abuelos en Barros Arana, donde con mis hermanos vivimos gran parte de nuestra infancia. Si cierro los ojos soy capaz de recordar los aromas a miel y a clavo de olor de las galletas de mi “güeli”.
– ¿Quién fue tu heroína o héroe de la infancia?
– Mis abuelos, porque me enseñaron el significado del amor incondicional y me hicieron sentir parte central de un vínculo irrompible. Con su cariño inmenso y su confianza en mis capacidades me regalaron un escudo protector que me acompaña hasta hoy.
– ¿Qué lección de vida te dejó tu abuelo, el Dr. Fructuoso Biel?
– La empatía y la valoración profunda por el ser humano que hay detrás de cada situación y de cada enfermedad. De mi abuelo aprendí que, más que en el cuerpo, el origen del padecimiento de las personas está en las circunstancias que les rodean, así que siempre vale la pena ahondar en las historias, con miras a aportar en el trayecto vital de los demás.
– ¿La peor travesura que recuerdes de los años escolares?
– Siempre fui tranquila, estudiosa y bien portada, así que fue mi hermano Pancho quien dio a mis papás los peores dolores de cabeza. Sin embargo, todavía me acuerdo de las rabias que hacíamos pasar a los inspectores del colegio, gritando, tirando cosas y corriendo por los pasillos.
– ¿Qué significa para ti Dichato?
– El lugar más mágico del planeta, quizás porque empecé a ir con apenas unos meses de vida o porque todas nuestras vacaciones las pasamos ahí. Para mí Dichato es diversión, libertad, risas, comida y festejos. Creo que conecté con el mar desde que estaba en la guata de mi mamá y encuentro en él toda la paz y la contención necesarias cuando las cosas se ponen grises. La brisa de la costa, la textura de la arena y el sonido del océano me llevan de vuelta al origen. En esa pequeña caleta, que conozco de punta a cabo, están mi historia y la de mi familia.
– ¿De qué manera te cambió la maternidad?
– Ser mamá definió todas y cada una de mis decisiones en la vida, y fue lo que me dio la fuerza para hacer frente a las adversidades. Me equivoqué mil veces, pero aprendí otras tantas.
Vocaciones
– ¿Por qué estudiaste periodismo?
– Siempre me encantó escribir y tenía facilidad para ello, por eso creí que el periodismo era mi mejor opción. Sin embargo, pese a que atesoro un millón de vivencias maravillosas de esa profesión, con el tiempo me fui dando cuenta de que lo mío no era el reporteo meramente noticioso.
– ¿Por qué cambiaste el periodismo por la odontología?
– Para ser honesta fue por motivos de estabilidad laboral y de remuneración económica, ya que necesitaba construir un futuro más promisorio para mi hija y no contaba con mucho apoyo financiero. Eso sí, la odontología siempre me había llamado la atención y si no la escogí antes fue porque pensé que escribir era mi habilidad más destacable, aunque creo que siempre estuvo en mis genes desempeñarme en el área de la salud.
– ¿De qué forma complementas ambas profesiones?
– Durante muchos años no las complementé y me dediqué solo a mi trabajo como dentista, sin embargo, elegí retomar la escritura como un modo de hacer catarsis frente a las dificultades con que me enfrentó la vida. Fue ahí que tomé la decisión de escribir mi libro y ahora divido mis tiempos entre ambas labores.
– Después de publicar tu primer libro, ¿proyectas escribir otro?
– Ya lo estoy haciendo, de hecho, ya había empezado a escribir mi siguiente libro antes de publicar el primero. Hoy siento que hay tantas cosas que merecen ser contadas, tanto por crear y por transparentar, tanto que compartir en un mundo que se ha habituado a los transitares planos y en piloto automático. A mi juicio, lo que se queda dentro se marchita, así que nunca es tarde para salir de la zona de confort y atreverse a cumplir los sueños.
Aprendizajes
– ¿De dónde sacas la fortaleza para enfrentar los momentos duros?
– Creo que todos somos poseedores de esa fuerza en nuestro interior, el problema es que no muchos se dedican a buscarla. En mi caso, tuve que tocar fondo, enfrentada a los eventos más trágicos, para descubrir en mí la espiritualidad, el amor propio y la resiliencia de la que soy capaz.
– ¿Cuál ha sido la experiencia más difícil que te ha tocado vivir?
– He tenido muchas, pero creo que la bomba atómica fue cuando me diagnosticaron cuatro aneurismas cerebrales y tuve que someterme a tres cirugías a cráneo abierto. El dolor emocional y físico que ello implica, así como vivir en carne propia la vulnerabilidad, la incertidumbre y el miedo son situaciones que marcan un antes y un después en la vida de cualquier ser humano. Mi enfermedad mató una parte de mí, pero a su vez despertó todas aquellas que de verdad valen la pena.
– ¿Qué desafío tienes pendiente?
– Tengo una lista infinita, porque mi cabeza trabaja al mil por ciento y tengo energía inagotable. Me encantaría seguir viajando por el mundo, escribiendo sobre cada cosa que merezca ser contada, y algún día tener los medios para abrir un café-librería en algún rincón del planeta.
– ¿La cocina es un espacio que dominas?
– Provengo de una familia de cocineros, así que esa es otra de mis herencias. Me encanta cocinar y en pandemia, cuando no pude trabajar mucho como dentista, abrí una pyme de repostería y chocolates. Me dedico también a eso los fines de semana y para las fechas especiales.
– Un viaje inolvidable, ¿dónde y con quién?
– Nueva York, con mi hija y mi pareja que hace pocos años murió de cáncer. Ese viaje, al igual que todos los que hice con él, fue una experiencia mágica e inolvidable, porque era un hombre entretenido y culto, y todo lo convertía en aventuras y en aprendizaje.
– ¿Qué nos espera después de la muerte?
– Creo que para quienes tenemos fe nos espera un lugar mejor, al que llegaremos cuando hayamos completado nuestro aprendizaje. Morir es tan natural como nacer, es solo otra etapa en nuestro ciclo evolutivo, pero se suele vincular la muerte con el miedo.