La carrera por destacar en rankings y obtener financiamiento ha generado una cultura de alta presión entre los investigadores. ¿Cómo afecta esto la integridad y calidad de las investigaciones?
Por Tania Merino M.
Uno de los casos más grotescos en la historia de los fraudes científicos es el Hombre de Piltdown que, durante décadas (1912 a 1953), engañó a la comunidad internacional al presentar un cráneo humano y una mandíbula de orangután como partes de un “eslabón perdido” en la evolución humana. Otros escándalos -como el de las vacunas (1988), que, a través de un estudio manipulado por Andrew Wakefield, vinculó la vacuna contra el sarampión, paperas y la rubéola con el autismo, o el de Shinichi Fujimura, un arqueólogo que falsificó hallazgos de herramientas de piedra y que en su momento hizo revaluar la prehistoria japonesa- pusieron a prueba la credibilidad científica.
Si bien a raíz de episodios como estos, los protocolos de seguridad se han reforzado, el aumento del número de investigadores y su alta productividad han elevado la tasa de retractación de artículos, impulsada por prácticas como el plagio, la manipulación de datos y la falta de prolijidad. A nivel global, solo en 2023 más de 10 mil publicaciones fueron desestimadas y nuevos casos se han sumado este año. En enero, por ejemplo, científicos de Harvard fueron acusados de falsificar imágenes en 37 estudios sobre el cáncer, mientras que, a nivel nacional, la revista Science se retractó de un artículo en el que participó como coautor el científico Claudio Hetz. El chileno ha declarado públicamente que, aunque hubo errores, no existió intencionalidad.
Panorama actual
En el ámbito de la educación superior, la productividad, a menudo medida por la cantidad de publicaciones, impone una exigencia constante sobre los investigadores, quienes ven en la publicación un requisito para progresar en sus carreras, asegurar financiamiento y mantener la acreditación institucional. Esta dinámica, sin embargo, genera inquietud sobre la calidad de las indagaciones y las implicaciones éticas, si bien es necesario establecer que en la mayoría de los casos prima la rigurosidad.
“En general, todos los procesos académicos que tienen que ver con evaluación y avance de la carrera académica de los profesores en las universidades, incentivos económicos, adjudicación de fondos de investigación, acreditación de programas e instituciones, están asociados estrechamente a la productividad científica en términos de publicaciones y proyectos”, explica el Dr. Antonio Brante, Vicerrector de Investigación y Postgrado de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC).
Las universidades chilenas, al igual que muchas otras instituciones en el mundo, dependen de mediciones internacionales para obtener prestigio y recursos, agrega María Angélica Caro, Vicerrectora de Investigación y Postgrado de la Universidad del Bío-Bío. “Los programas de postgrado, particularmente los doctorados, requieren que sus académicos tengan un nivel de productividad que permita la acreditación por la CNA. Además, es relevante para las universidades aparecer en diferentes rankings internacionales, donde la cantidad de publicaciones de sus académicos es un factor determinante”, explica.
La necesidad de publicar es tal que no solo genera estrés entre los investigadores, sino que puede influir en conductas que repercutan en la calidad de su labor. “La necesidad de publicar rápidamente puede llevar a los investigadores a presentar resultados parciales, de bajo impacto, o con la tentación, incluso, de no ser rigurosos. Además, existe la posibilidad de que recurran a revistas en las que se paga por publicar, que ofrecen tiempos de publicación muy rápidos, pero no siempre siguen un proceso acabado de revisión, a diferencia de las más tradicionales y de prestigio en las distintas líneas. Esta práctica puede deteriorar la calidad de las publicaciones, por lo que es necesario centrar los esfuerzos en mejorar este aspecto.”, señala Caro.
“La necesidad de publicar rápidamente puede llevar a los investigadores a presentar resultados parciales, de bajo impacto, o con la tentación, incluso, de no ser rigurosos. Además, existe la posibilidad de que recurran a revistas en las que se paga por publicar”
María Angélica Caro, Vicerrectora de Investigación y Postgrado UBB
A lo anterior, se suma que para adjudicarse financiamiento proveniente de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) se requiere cumplir con un número mínimo de publicaciones en un periodo de años, “que además sean de alta calidad y relacionados principalmente con la disciplina en la que postula. Es decir, para desarrollar investigación es necesario demostrar capacidad investigativa la que debe ser a través de un número de publicaciones de calidad, advierte Catterina Sobenes, directora del Centro de Investigación en Biodiversidad y Ambientes Sustentables UCSC .
“La urgencia por publicar puede llevar a que investigaciones potencialmente revolucionarias, que requieren más tiempo y dedicación, sean descartadas o no se desarrollen a su máximo potencial”, afirma Ronald Mennickent, director de Investigación y Creación Artística de la Universidad de Concepción e investigador de CATA. El astrónomo menciona, además, que el entorno competitivo fomenta el agobio, deteriorando la salud mental y física de los académicos, lo que repercute negativamente en la calidad de sus estudios.
Control y prevención: ¿Es suficiente?
Frente a este escenario, las universidades han implementado mecanismos de control y prevención para evitar malas prácticas. El uso de tecnología y la existencia de cuerpos éticos están presente en la mayoría. Brante, por ejemplo, detalla que, junto con una Política de Investigación e Innovación UCSC, “poseemos un Comité Ético Científico, acreditado por el Ministerio de Salud, que vela para que todas las iniciativas de investigación cumplan con un alto estándar ético”.
En la UBB, en tanto, se utilizan herramientas tecnológicas para prevenir el plagio antes de la publicación. “Disponemos de software que permite verificar, antes de publicar, el nivel de plagio o similitud que puedan tener los artículos”, explica Caro. Lo mismo ocurre en UdeC, donde, además, están avanzando hacia la publicación abierta de datos científicos para democratizar el acceso a la información y mejorar la transparencia.
“La urgencia por publicar puede llevar a que investigaciones potencialmente revolucionarias, que requieren más tiempo y dedicación, sean descartadas o no se desarrollen a su máximo potencial”
Ronald Mennickent, director de Investigación y Creación Artística UdeC
Sin embargo, estos esfuerzos no son suficientes si no se abordan los problemas estructurales del sistema de investigación. “Es crucial replantear la dependencia de los rankings y los indicadores tradicionales de productividad”, destaca Mennickent. La calidad de la investigación debe valorarse en términos de su impacto y relevancia, no solo por el número de publicaciones. “Deberíamos asegurar una estabilidad laboral mínima para los académicos, permitiéndoles proyectar y desarrollar sus carreras en un entorno más justo y menos precario, sin abandonar los estándares de exigencias mínimas e incentivos al esfuerzo y la excelencia”, opina como una medida transversal a tomar en los planteles chilenos.
Una evaluación más integral
El diagnóstico es común: para reducir la presión por publicar y fomentar una investigación de calidad, los expertos coinciden en que es necesario un cambio cultural en las universidades y en el sistema de investigación en Chile. Cada vez más se plantea la necesidad de ajustar el enfoque de evaluación de la investigación, para que no se centre únicamente en publicaciones científicas sino en la práctica. “Se debiera dar más valor a la transferencia tecnológica y a la investigación aplicada que hacen los académicos, de tal modo que no sea solo una presión por escribir papers”, señala María Angélica Caro.
En esta línea, agrega Sobenes, es necesario comprender las necesidades de las distintas áreas. En Ingeniería, por ejemplo, el desarrollo de patentes es crucial para la innovación, pero su obtención es lenta, su difusión limitada y se valoran menos que las publicaciones. Esto se agrava por las exigencias de la CNA, que prioriza las publicaciones sobre la propiedad intelectual. Señala que es fundamental revisar este enfoque, ya que el país necesita impulsar la innovación para depender menos de los recursos naturales y avanzar hacia productos con mayor valor tecnológico.
La promoción de una cultura de integridad académica, la implementación de sistemas de revisión rigurosos y la formación ética desde el pregrado hasta el postdoctorado son aspectos clave para lograr una investigación de calidad que beneficie a la sociedad. Brante, apunta a generar un sistema de evaluación “que pueda incorporar otros aspectos cuantitativos y cualitativos, que reconozcan el trabajo transversal que se hace desde la investigación (docencia, vinculación con el medio, impacto, etc.), así como las particularidades que tienen las distintas disciplinas”.
Para Mennickent otro enfoque relevante es el trabajo colaborativo. “La formación de grupos interdisciplinarios podría ser una solución para fomentar investigaciones con mayor impacto y relevancia social”. Este enfoque no solo mejoraría la calidad de la investigación, sino que también contribuiría a resolver problemas urgentes de nuestra sociedad de manera sostenible”, concluye.