No solo se trata de “cultura”: estudios demuestran que el uso exagerado y constante de tecnología conlleva al mal rendimiento escolar y que, al contrario, la lectura estimula el buen desempeño académico. Con acciones fáciles y entretenidas, los niños sí pueden volver a las hojas mágicas de cuentos y novelas.
Por Paulina Pérez D.
La literatura no solo es un arte: en el desarrollo humano, cumple una función vital para el proceso cognitivo, estimulando la imaginación y el pensamiento abstracto, a la vez que, dependiendo de la edad del pequeño lector, puede ser una potente guía en contenidos, fomentando valores y otorgando enseñanzas.
Sin embargo, la lectura es un ejercicio cada vez más complejo de fomentar, dada la presencia de tecnología tanto en la cotidianeidad de niños y niñas, como también en su vida escolar que, por su inmediatez, estímulo e instantaneidad de acceso a la información, la convierten en su principal entretenimiento y su primordial fuente de datos. Pero revertirlo no es imposible.
El poder de leer
Para Patricia Vargas Carranza, académica y magíster en Filosofía Aplicada, además del desarrollo de la imaginación, leer es importante para la concentración y para aumentar el vocabulario. “Las personas pensamos mediante el uso de la palabra, por lo tanto, en la medida en que manejamos un lenguaje más amplio, se expande nuestro espectro de pensamiento. En otras palabras, mientras más leemos, sacamos más partido a nuestra capacidad intelectual. Los libros permiten conocer otras realidades, aprender cosas nuevas, y vivir aventuras. Además, enseñan a pensar de forma más profunda, crítica y reflexiva, algo que la inmediatez de la tecnología no siempre fomenta”, afirma.
Ahora, más que en ninguna época de la historia, la principal dificultad para ingresar a niños y niñas al mundo de la lectura es tener que “competir” con la tecnología. “Ésta de alguna manera se nos adelanta y nos presenta soluciones, o aparentes soluciones, sin requerir un mayor esfuerzo por nuestra parte. En el caso de los niños, este atractivo cobra mayor fuerza, pues la voluntad está menos desarrollada. Reciben todo, en un segundo: videos, juegos, memes… Y, claro, en general les gusta la gratificación rápida. Leer, por el contrario, requiere un poquito más de empeño, pero la recompensa será mucho más profunda y duradera, aunque a veces cueste verlo desde el principio” afirma la académica, docente del Bachillerato en Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad San Sebastián.
Ante eso, ¿es recomendable limitar el uso de pantalla en los niños, para reemplazar su uso por la lectura? La académica universitaria expresa que “sí”. “Lo ideal es limitar las pantallas y retrasar su uso lo más que se pueda: en general, conviene que los niños no estén expuestos a pantallas antes de los tres años de edad, y hasta los nueve, solo de manera gradual. Sin dejar de lado la calidad del material que ven”, refiere.
“Mientras más leemos, sacamos más partido a nuestra capacidad intelectual. Los libros permiten conocer otras realidades, aprender cosas nuevas, y vivir aventuras. Además, enseñan a pensar de forma más profunda, crítica y reflexiva”
Patricia Vargas, académica y magíster en Filosofía Aplicada
Emilio Sagredo Lillo, doctor en Psicología, y también en Educación, señala que diversas investigaciones han demostrado que la exposición sistemática a internet y redes sociales produce dificultades psicoemocionales en niñas, niños y adolescentes, afectando su proceso de aprendizaje. “Esto no solo ocurre por la dificultad de centrarse en lo educativo debido al comportamiento rumiante asociado a estas dificultades, sino también porque las escuelas, como espacios de socialización, ya no se limitan a las paredes de la organización: los estudiantes interactúan muchas más horas en la web”.
Pero controlar el uso de tecnología y redes sociales no es sencillo. “Aunque parezca fácil entender la necesidad de limitarlo, su implementación es compleja. La única forma efectiva es a través de un compromiso transversal del estado, la sociedad y toda la comunidad educativa, incluyendo a padres y familias”, acota el doctor Sagredo, quien se desempeña como investigador en la Universidad San Sebastián.
Además de retrasar el uso tecnológico, esta transición debe ser gradual y sistemática, “como un programa de tratamiento de adicciones, con metas específicas y claras, avanzando paso a paso. Se puede comenzar con la lectura en dispositivos tecnológicos bajo supervisión, y luego pasar a los libros. Reitero que debe existir un compromiso transversal para que esta estrategia funcione”, enfatiza.
¿Cómo estimular la lectura?
Patricia Vargas sugiere comenzar con temas atractivos. “Si al niño o niña le gustan los videojuegos, se puede comenzar con libros sobre aventuras épicas o mundos fantásticos. También los cómics o novelas gráficas son una buena opción, ya que combinan texto con imágenes y hacen la lectura más amigable. Poco a poco, se les puede ir presentando literatura más compleja hasta llegar a libros clásicos, que son los que facilitan una reflexión más profunda y un acercamiento a temáticas más complejas”, manifiesta la académica de la USS Concepción.
Francesca Meza Martínez, terapeuta ocupacional dedicada a la educación especial, recomienda guiar al niño o niña a buscar una lectura de su gusto. “Conviene primero observarlo, darse el tiempo de conversar con él o ella y seleccionar cuentos y lecturas en torno a las temáticas de su interés. También analizar qué tipo de canal de aprendizaje tiene mi hijo o hija, ¿será auditivo, visual o táctil? Por ejemplo, si es táctil debo buscar libros en relieve y/o con textura; si es “auditivo”, se debe incorporar la lectura en voz alta o sonidos de apoyo, e incluso emplear audiolibros”, propone.
Si se trata de un niño o niña con necesidades especiales, debe iniciarse en la lectura en lugares adecuados, pisos blandos (tipo goma Eva), sentados en puff rellenos de plumavit, lo que “calma” al cerebro y lo predispone al aprendizaje.
“Los adultos formamos partes del “ambiente social” de hijos e hijas, y una de las formas de que el ser humano aprende es a través del modelaje. Si no nos ven leer, no nos observan disfrutando de la lectura, ni les transmitimos la sensación de agrado de leer, difícilmente ellos lo podrán incorporar”
Francesca Meza Martínez, terapeuta ocupacional
Francesca Meza releva además el apoyo parental en el proceso de adopción a la lectura de los hijos. “Es esencial. Los adultos formamos partes del “ambiente social” de hijos e hijas, y una de las formas de que el ser humano aprende es a través del modelaje. Si no nos ven leer, no nos observan disfrutando de la lectura, ni les transmitimos la sensación de agrado de leer, difícilmente ellos lo podrán incorporar”, establece.
A modo de resumen, los expertos aconsejan: estimular a que niños y niñas lean un poquito cada día, alguna historia ligera y divertida; leerles en voz alta, desde muy pequeños; leer en lugares agradables, a horas tranquilas; narrarle una historia o ver juntos una película, y luego ofrecerle el libro original de esa historia; iniciarlos en libros con imágenes y visitar bibliotecas o librerías, para que conozcan y escojan textos de su interés.
“Nunca debemos perder la esperanza. La lectura no siempre se desarrolla en la primera infancia; a veces llega al encontrar el canal de aprendizaje adecuado, y a veces llega en la adultez”, puntualiza la académica Meza.
La lectura en la educación especial
Francesca Meza, quien se desempeña en el colegio Rebeca Matte Bello, hace hincapié en que “dentro de la neurodiversidad, todos aprendemos distinto. Por ende, no debería haber un solo una sola opción para poder leer”.
En el caso de chicos y chicas con necesidades diferentes, junto con la exploración de la lectura, Meza recomienda la incorporación de elementos como la aromaterapia, a fin de predisponer al sistema nervioso central a incorporar esta actividad asociada a algo placentero. “Lo primero es que mi hijo debe estar regulado; si quiere moverse, debo apoyarlo a realizar actividades motoras, en las que su cerebro pueda regularse a través diferentes acciones, el baile, el juego con elementos (como masa). Todo ese tipo de actividades pudiesen ser previas a la incorporación de una rutina de lectura”, aconseja Francesca Meza.