Solidaridad: del mirar al actuar

No hay duda de que Alberto Hurtado tenía una personalidad y unos dones excepcionales, pero lo fundamental es que vivió muy unido a Jesús y tomó muy en serio su fe. Desde esa experiencia clave se hizo hermano solidario de los demás.


Hoy vivimos en la sociedad del espectáculo. Los medios de comunicación muestran profusamente acontecimientos que, a menudo, hacen mucho daño. Un temporal, un incendio, e incluso una guerra, con sus consecuencias tantas veces desastrosas, llegan a nuestras pantallas de televisión o del celular. Y allí, frente a la imagen, estamos nosotros, cómodamente sentados, continuando con “nuestra vida”. En ocasiones, los hechos despiertan en nosotros alguna emoción, pero no siempre eso que vemos nos lleva a alguna acción. Admiramos a quienes están ayudando en la tragedia (bomberos, carabineros, etc.), criticamos a la autoridad de turno si nos parece que no se ha dado una respuesta oportuna, pero habitualmente nosotros no nos implicamos. A veces, nos sumamos a alguna campaña, entregamos algún alimento o dinero, quizás alguno se una a algún voluntariado, pero no es lo más frecuente.

En la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 30-37), el sacerdote y el levita ven al caído, pero siguen de largo. Era imposible que no lo vieran; estaba en el mismo camino por el cual ellos transitaban. Sin embargo, la narración de Jesús es explícita: “lo vio, dio un rodeo y pasó de largo”. En cambio, el samaritano “llegó a donde estaba el hombre herido y, al verlo, se conmovió profundamente”. Luego, “se acercó y le vendó sus heridas (…) Después lo cargó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un albergue y se quedó cuidándolo”. Al día siguiente, lo encargó al posadero. Es decir, el ver al herido despertó en él la compasión, y de este sentimiento pasó a realizar una serie de acciones en favor del asaltado. Eso es la solidaridad: pasar del ver al actuar, mirar al otro e ir a su encuentro, conocer la realidad del hermano y acompañarlo en sus dolores y desafíos.

El Padre Hurtado, cuya muerte recordamos cada 18 de agosto, es un testimonio de auténtica solidaridad, porque se encontró con muchas realidades que afectaban a los demás y buscó la manera de hacerlas suyas, disponiéndose a la acción. Se encontró con niños y otras personas que vivían bajo los puentes y creó el Hogar de Cristo. Encontró en su ministerio a muchos jóvenes, y les dio a conocer a Cristo para involucrarlos en la construcción de una sociedad más justa. Conoció la realidad de los trabajadores y animó la organización de sindicatos. Observó la fe de tantos católicos y los cuestionó con la pregunta: “¿Es Chile un país católico?”. No hay duda de que Alberto Hurtado tenía una personalidad y unos dones excepcionales, pero lo fundamental es que vivió muy unido a Jesús y tomó muy en serio su fe. Desde esa experiencia clave se hizo hermano solidario de los demás.

Pidamos al Señor que nos ayude a mirar la realidad, a mirar a los demás, a no vivir encerrados solo en nuestro pequeño mundo. Pero que desde ese mirar nazca la compasión y salgamos al encuentro de los demás. Que practiquemos esta solidaridad en nuestras familias, con nuestros amigos, sin vivir indiferentes unos de otros, pero especialmente con quienes más necesitan del apoyo de los demás para vivir con dignidad y consuelo en medio de sus sufrimientos y vulnerabilidades. El que se comportó como prójimo de su hermano, dice la parábola del Buen Samaritano, fue el que trató con misericordia al caído. Y Jesús concluye: “Ve y haz tú lo mismo”.