Recurrir a las Fuerzas Armadas para el control de la seguridad pública debe ser una medida excepcional y limitada en el tiempo, pues éstas tienen otras funciones, sostiene el extitular del Ministerio del Interior. Plantea que lograr acuerdos políticos en este ámbito hoy tiene que ser una prioridad.
Por Cecilia Díaz R.
La seguridad pública no puede ser un tema de debate político permanente. Según el abogado y exministro del Interior Jorge Burgos Varela, eso es clave para resolver un problema que está en la cima de las prioridades de la población. Con amplia experiencia en el ámbito, recalca que es fundamental que los actores políticos alcancen acuerdos y hagan lo necesario para hallar soluciones.
Fue diputado por tres periodos consecutivos, ejerció como subsecretario del Interior en el gobierno del Presidente Ricardo Lagos y después fue titular de las carteras de Interior y Defensa en la administración de la Presidenta Michelle Bachelet. Su dominio en seguridad pública es reconocido. En la actualidad, integra el Centro de Estudios en Seguridad y Crimen Organizado de la U. San Sebastián (CESCRO). En esa calidad, participó como expositor en un desayuno empresarial convocado por la Cámara de la Producción y del Comercio Biobío, ocasión en que conversó con Diálogo.
– ¿Qué factores incidieron para que llegáramos a la situación actual? ¿Cuáles son las causas del clima de inseguridad que estamos viviendo en el país?
– Voy a decirle primero un lugar común. El fenómeno es multicausal, qué duda cabe. Sería más fácil quizás poder enfrentarlo si las causas fueran una o dos, pero las causas son muchas. Dicho eso, ¿por qué llegamos a este estado de inseguridad? Yo creo que establecer un momento cronológico preciso es imposible. Hay que establecer probablemente tendencias. Yo tengo la impresión de que nuestra comunidad, particularmente las grandes ciudades, Santiago, Concepción y Valparaíso, empiezan a sentir que el fenómeno de la inseguridad es un fenómeno que les modifica su vida, su libertad, su capacidad de circulación, hace ya bastante tiempo. Yo le diría que no menos de 20 años, 25 años incluso.
Lo anterior, plantea, está respaldado por las encuestas de seguridad o victimización de instituciones como Fundación Paz Ciudadana o CEP. “En estos años nunca la seguridad ha estado más abajo de la tercera o cuarta ubicación. Entonces, es un fenómeno antiguo. Y con esto no quiero exculpar a nadie ni echarle la culpa a alguien. Es un fenómeno social antiguo que ha ido in crescendo”.
“El actual gobierno, que ha rectificado, llegó diciendo que había que reorganizar, refundar a Carabineros. O sea, la señal fue muy mala. Ahora hay mucho más respaldo, después que llegó la ministra Tohá, pero eso produjo un efecto complicado en la sociedad”.
– ¿Hay factores inmediatos?
– Sí. Yo creo que un factor inmediato, que tiene por lo menos 10 años, es cómo fue creciendo el tema de la droga en distintos lugares de las grandes ciudades. Fue ganando espacio, terreno, con cierta pasividad de los actores que debían haberlo prevenido. Hoy el problema de la droga está muy instalado en muchas partes. Desde la venta y desgraciadamente también desde el consumo. Hay mucha venta, porque hay mucho consumo. Es obvio. Nuestra política ha sido más bien de represión al que vende, pero creo que nuestras políticas públicas de prevención y de control del consumidor, que es un enfermo, no un delincuente, han sido muy pobres.
En esa línea, el exministro destaca la labor que han realizado instituciones como las Iglesias. “Creo que el trabajo que ha hecho la Iglesia Católica en esto es interesante, también la Iglesia Evangélica, pero falta mucho. Nos volvimos una sociedad con altos niveles de consumo y, por lo tanto, altos niveles de necesidad y eso habilita que existan micro y narcotráfico, más allá de las drogas que pasan por Chile y se van a otras partes”.
Factor migratorio
– En este problema, ¿qué peso le da al factor migratorio?
– Durante muchos años tuvimos migraciones que no concurrieron ni colaboraron a un aumento sustancial de la delincuencia. Le voy a dar un ejemplo. El primer proceso migratorio grande que hay hacia Chile es a comienzos de los 2000. Y es el peruano. Ese proceso, que fue importante, grande, nos trajo otro tipo de problemas, pero no fue el problema de la delincuencia. Y es que, en general, el migrante peruano se incorporó mucho a la sociedad.
– Basta ver la cantidad de restaurantes peruanos que tenemos en todas las ciudades.
– Exacto, se incorporó a la economía, fue una buena migración, fíjese. Eso en un país en que, para mover la economía, necesitamos migración, porque somos pocos y nuestra tasa de crecimiento es muy baja. Después vinieron migraciones más complicadas.
– ¿A cuáles se refiere?
– Particularmente, en los últimos años, yo creo que se nos colaron muchas personas que vinieron a Chile, no arrancando de la dictadura venezolana como prioridad, no a buscar un puesto legítimo, sino que vinieron a delinquir. Y eso pasó con la migración particularmente venezolana y colombiana. Por cierto, no todos los venezolanos ni todos los colombianos que han venido a Chile; son la minoría. La mayoría ha venido a aportar, hay gente muy buena, hoy buena parte de los servicios los realizan ellos. Pero se nos coló delincuencia. No fuimos capaces de controlarla.
– ¿Cómo avizora el problema considerando que se espera que salgan 4 o 5 millones de venezolanos de su país?
– Espero que no ocurra, porque eso pasaría si Maduro logra mantener el poder o hay una especie de guerra civil. Particularmente en el segundo caso va a haber una migración humanitaria gigantesca. Pero yo creo, tengo la esperanza de que en esta vuelta el dictador vaya a estar más complicado por la repulsa internacional. Pero bueno, en todo caso, si mi esperanza no se concreta, que haya un cambio en Venezuela, tiene toda la razón su pregunta. Hay que estar preparados, tener mayor control, mayor contingente. Ahora, si salen arrancando 2 o 3 millones de venezolanos, primero llegarán a Perú, después probablemente a Ecuador, pero que nos van a llegar, nos van a llegar.
Respaldo a Carabineros
– Narcotráfico, factor migratorio. ¿Hay algún otro factor que considere que es relevante en los últimos años?
– También ha influido, aunque ha ido bajando afortunadamente, lo que algunos llaman el estallido del 2019 y otros llaman la revuelta, entre los que yo me inscribo. Eso produjo una cuestión súper complicada, que empezó a matizarse desde el punto de vista social y de algunos actores políticos, en la función del orden público, la función policial. El actual gobierno, que ha rectificado, llegó diciendo que había que reorganizar, refundar a Carabineros. O sea, la señal fue muy mala. Ahora hay mucho más respaldo, después que llegó la ministra Tohá, pero eso produjo un efecto complicado en la sociedad. Afortunadamente, cada día va quedando atrás, pero tenemos que ayudar mucho en eso.
El exministro ejemplifica: “En Santiago, tres migrantes, no sé de qué país, aparentemente indignados, porque dos carabineros les hacen un control de identidad, los golpean brutalmente con pies y manos, los amenazan. Esos migrantes no estuvieron un minuto en la cárcel, eso es una pésima señal y ahí hay una responsabilidad de los tribunales. Los tribunales tienen que ordenar esto. O sea, si los tribunales chilenos no ayudan a respetar a los encargados del orden público, tenemos un problema”.
Rol de FF.AA.
– En su opinión, ¿cuál debiera ser el rol de las Fuerzas Armadas en seguridad pública?
– Ojalá ninguno. Eso sería lo ideal. Las Fuerzas Armadas están para otra cosa. Están para defender nuestra soberanía, nuestras fronteras. Nuestra situación fronteriza es mejor que antes, pero no es especialmente buena. Tenemos un país con el que no tenemos relaciones exteriores, Bolivia, que tiene acuerdos de defensa con Irán, por si fuera poco. Tenemos una buena relación con Argentina, pero tenemos un presidente argentino que ya nos mostró un poco los dientes con la cuestión de los paneles solares, no me gustó nada eso, pero estuvo bien el Presidente Boric. Entonces, las Fuerzas Armadas tienen amenazas históricas, menores que antes, pero las tienen, tienen amenazas nuevas, como el terrorismo y otras cuestiones como la pesca ilegal. Ojalá no hubiera que recurrir a ellas. Pero a veces hay que recurrir, excepcionalmente, como ha ocurrido acá, en la provincia de Arauco y en Araucanía, y hay que respaldarlas. Ojalá sea lo más transitorio posible.
“Nos volvimos una sociedad con altos niveles de consumo y, por lo tanto, altos niveles de necesidad y eso habilita que existan micro y narcotráfico, más allá de las drogas que pasan por Chile y se van a otras partes”.
– Y lo último que le quiero preguntar, ¿cuáles son las soluciones? ¿Qué hace falta? Hay algunas medidas puntuales como la construcción de una cárcel, por ejemplo.
– Es puntual, a mediano plazo diría yo, pero importante. Necesitamos una cárcel de seguridad, porque tenemos nuevas bandas que operan desde las cárceles. Y eso es importante. No me refiero solo a las pitanzas que hacen, sino a los delitos que cometen vía celular. Es decir, organizan otros delitos graves como secuestros, homicidios, drogas. Es muy importante, pero obviamente es una parte y un poco tardía.
– ¿Qué es lo central?
– Si tuviera que elegir algo que hay que hacer es que los actores políticos, y cuando digo actores políticos son los partidos políticos, el Congreso, el gobierno, se pongan de acuerdo en que esta es una tarea principal y se pongan de acuerdo en las cuestiones que faltan, las leyes que faltan, las políticas que faltan. No sigan estableciendo la seguridad pública como un tema de debate político permanente.