La comunión de la que hablamos debe manifestarse, primero que todo, en el afecto, en una auténtica fraternidad. Es malo cuando el encuentro en la comunidad es meramente formal, cuando no caminamos en la dirección de tener “una sola alma y un solo corazón”.
+ Sergio Pérez de Arce
Quiero agradecer a todos la acogida que me han dado y la hermosa celebración de la toma de posesión. Ha sido un verdadero encuentro de Iglesia, en torno al Señor, nuestro Buen Pastor, que nos invita a renovarnos en la fe y ser testigos de su amor.
Quiero repetir lo que expresé en la Eucaristía de ese día 6 de julio: estamos llamados a caminar juntos, porque no hay otra forma verdaderamente eclesial de vivir la fe y la misión. Este caminar juntos debe hacerse carne en cada grupo, comunidad, parroquia, movimiento, colegio, etc., hasta expresarse también a nivel arquidiocesano. Lo más importante de la vida de la Iglesia sucede en el nivel local, allí donde nos encontramos con los hermanos, compartimos la oración y la escucha de la Palabra y salimos al encuentro de los que sufren. Pero ninguna comunidad puede caminar sola, sino que entrelazada con los demás, como verdadero cuerpo de Cristo. “Nadie alcanza la plenitud aislándose” (Papa Francisco), y no edificamos la Iglesia de Jesús sin comunión.
La comunión de la que hablamos debe manifestarse, primero que todo, en el afecto, en una auténtica fraternidad. Es malo cuando el encuentro en la comunidad es meramente formal, cuando no caminamos en la dirección de tener “una sola alma y un solo corazón”. Tenemos que hacernos hermanos en el amor. Pero también es una comunión espiritual, donde comprendemos que lo que nos une es el llamado a Jesús, la fe que ha puesto en nuestros corazones, y unos mismos valores que configuran nuestra vida y nuestras acciones. Comunión de afecto y de fe, no lo olvidemos.
Pero la comunión también tiene que ser pastoral, caminar juntos en la misión, compartiendo desafíos, prioridades, criterios y modos de llevar adelante la evangelización. Todos dejándonos guiar por el Espíritu del Señor, que suscita una amplia diversidad en la Iglesia, pero también reparte sus dones para ponerlos al servicio del bien común.
En las Orientaciones Pastorales 2023-2026 del Episcopado chileno, recordamos que los discípulos de Emaús vivieron la crisis de la cruz y caminaron solos, sumidos en el desaliento, mientras se dirigían a su pueblo de origen. Pero el Resucitado les salió al encuentro, les explicó las Escrituras y les partió el pan. Llenándose de alegría y esperanza, estos discípulos volvieron a Jerusalén para dar testimonio de que el Señor estaba vivo. Allí se encontraron con el resto de la comunidad, a quienes también el Resucitado se les había manifestado. Y así, compartiendo la alegría de la fe, emprendieron el anuncio del Evangelio caminando juntos.
Esto es lo que el Señor nos pide hoy: dejarnos inundar por la presencia del Resucitado y dar testimonio de él juntos. “Anunciar a Jesucristo caminando juntos”. Ése es el desafío, esa es nuestra vocación y misión.
Que la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen que celebramos en estos días de julio, nos ayude a ser hermanos en la comunión y en la misión.