Diálogo

Desarrollo de la primera infancia y su repercusión en la adultez

Los profesionales llaman a permitir y brindar oportunidades que fomenten la exploración de gustos, necesidades e intereses de cada niño, beneficiando su progreso general. Por Camila Meza S. El convertirse en madre o padre sin duda es un hito trascendental en la vida de cualquier persona. Un acontecimiento que genera nuevas responsabilidades en el día […]


Los profesionales llaman a permitir y brindar oportunidades que fomenten la exploración de gustos, necesidades e intereses de cada niño, beneficiando su progreso general.


Por Camila Meza S.

El convertirse en madre o padre sin duda es un hito trascendental en la vida de cualquier persona. Un acontecimiento que genera nuevas responsabilidades en el día a día y también en lo que será el desarrollo de ese nuevo ser, a través de la crianza en la denominada primera infancia, que comprende el periodo de gestación hasta los cinco años. 

Una etapa que cobra total importancia, pues se logran avances a nivel cerebral, en su salud, su felicidad, su capacidad de aprender en la escuela y su bienestar. Es aquí cuando se determinan las capacidades para las relaciones vinculares y afectivas, se potencian las habilidades básicas para el lenguaje y las habilidades motrices. Además, se logra el reconocimiento de sí mismo y del entorno físico y social.

Por lo anterior, los primeros años de vida tienen una gran repercusión en el futuro de un niño. Se estima que, en este periodo formativo, el cerebro puede establecer más de un millón de conexiones neuronales nuevas por segundo, un ritmo que nunca vuelve a alcanzar. Entonces, una alimentación adecuada, estímulos y la atención son fundamentales, sobre todo en los primeros mil días de vida.

Para la Asesora Técnico Pedagógica del Servicio Local de Educación Pública Andalién Sur, Doris Navarrete, en la primera infancia se deben potenciar las oportunidades de acuerdo con las características, necesidades e intereses de cada niño y niña, las cuales beneficiarán su progreso general. Al ser considerados desde sus particularidades permitirá generar aprendizajes para sus etapas futuras. 

Entonces, se deben “preparar instancias que velen por el desarrollo integral de cada niño y niña desde su ámbito familiar y social, garantizando experiencias de estimulación que sean atractivas, desafiantes y pertinentes para la etapa en la que se encuentre. De esta manera, lograremos una base sólida para aprendizajes posteriores”, explica la educadora de párvulos. 

“Se deben garantizar experiencias de estimulación que sean atractivas, desafiantes y pertinentes para la etapa en la que se encuentre”

Doris Navarrete. Asesora Técnico Pedagógica del Servicio Local de Educación Pública Andalién Sur

Otro factor fundamental en este periodo es el rol de los padres o tutores y el entorno que envuelve al menor. Sobre aquello, la especialista de la Subdirección de Apoyo Técnico Pedagógico enfatizó que los adultos responsables del cuidado de los niños y niñas deben considerar esta primera etapa como crucial para las posteriores, necesitando contar con herramientas para el desarrollo integral de cada uno de ellos: desde ser un proveedor de elementos y cuidados básicos, hasta un adulto protector. 

El entorno social es un factor que puede influir en los niños y niñas de manera positiva o negativa. Al contar con un ambiente social desorganizado provocará una carencia de oportunidades para su desarrollo, mientras que al estar inserto en un entorno organizado favorecerá la inserción de este sujeto a la sociedad; permitiendo que logre interacciones positivas, nuevas oportunidades y concretar sus propios objetivos”, agrega Navarrete.  

Juan Pablo Ogueda, psicólogo de la Universidad de Las Américas, coincide en que esta desorganización podría repercutir en el buen desarrollo, ya que disminuyen los tiempos de atención para con los menores. “Existe un cambio en cómo se configuraban las familias de antes y ahora. Por lo general, los niños tenían una cuidadora que se dedicaba exclusivamente a ello, frecuentemente era la madre. Ahora la mujer trabaja, quedando los menores en manos de diferentes cuidadores como lo es la mamá, el papá, el colegio, los abuelos o la nana. Aquello podría quitar estabilidad en el desarrollo del niño, ya que han disminuido los tiempos que se les puede dedicar a un niño y sabemos que ese tiempo es clave”.  

“Pensemos que la violencia es una conducta natural del ser humano que debe ser regulada y ello ocurre cuando hay un adulto que te ayuda a ponerle palabras a lo que sientes”

Juan Pablo Ogueda. Psicólogo de la Universidad de Las Américas

Competencia social

El profesional explicó que la competencia social, que se traduce en la capacidad para mantener buenas relaciones con otras personas, se desarrolla gracias al vínculo que se genera con otras personas y que, en el contexto actual, los niños tienen menor interacción con otros, repercutiendo en menos espacio para vinculaciones sanas y con ello el no potenciar la competencia social. “Entonces, tenemos personas que les cuesta regular sus emociones, que se vinculan de peor manera con otros, que expresan violencia o se aíslan. Hay estudios que declaran que el mayor éxito de una persona está ligado a su inteligencia emocional y hoy estamos formando personas que pueden saber mucho de Lenguaje y Matemáticas, pero que tienen poco desarrollo en la competencia social”. 

Ogueda hizo referencia también a la denominada transmisión intergeneracional del maltrato, que establece que quienes sufrieron violencia en su infancia tienen una mayor probabilidad de que los estilos de apego que desarrollen sean inseguros. 

“Pensemos que la violencia es una conducta natural del ser humano que debe ser regulada y ello ocurre cuando hay un adulto que te ayuda a ponerle palabras a lo que sientes, a calmar tus emociones disruptivas y de esa manera, el niño se calma de a poco y va generando sus propias estrategias de regulación. Si un pequeño, entre los 4 y 5 años, tiene un cuidador que le dice que no llore, que todo está bien, que lo que pasa ‘no es para tanto’, el menor entiende que la emoción es negativa, inaceptable y debe esconderla. Por lo que para él va a ser sinónimo de mostrar en su vida lo bueno y ocultar lo malo”. 

Exploración de los gustos e intereses

Gisela Carrasco, docente de Campo Clínico de la carrera de Terapia Ocupacional de la Universidad San Sebastián, enfatiza en que mucho de los cambios que se ven en la actualidad en el desarrollo de los niños tiene que ver con el excesivo acceso a la tecnología, específicamente al uso de las pantallas. Aquello ya que existen varios estudios que advierten que estos elementos son nocivos para la formación del cerebro de un niño, lo que contrasta con lo que pasaba antiguamente cuando los juegos consistían en utilizar aquellos elementos comunes para la entretención. 

“Los niños de la primera infancia buscan referentes para desarrollar su personalidad y cuando no encuentran esa referencia en un contexto seguro, lo buscan en otros lugares. Dentro de eso están todos los sistemas de videojuegos que generan violencia a través de la pantalla y que los niños van asumiendo como normal. Entonces, por un lado, en la casa, tienen mucha libertad, todo de manera inmediata, mientras que en colegio tienen reglas, no tienen la misma disponibilidad ni acceso a las cosas, lo que en muchos casos implica episodios de violencia en los menores”.  

Para Carrasco lo ideal sería que en los establecimientos educacionales formaran en las asignaturas básicas, pero que también se sumaran cursos para que los niños lograran conocerse desde lo emocional y de sus intereses, explorando desde la primera infancia sus gustos y favoreciendo sus personalidades. “En esta etapa el niño debería explorar diferentes áreas de interés como el teatro, la música, expresión corporal o conocer nuevas formas de desarrollar su personalidad para una adolescencia y madurez más sana. De lo contrario, puede traer consigo episodios de violencia, lo que repercute en el aumento del cortisol, que es la hormona del estrés y que cuando ésta se genera de sobremanera puede acarrear algunas enfermedades, pudiendo estar asociada incluso con la depresión”. 

Finalmente, la profesional de la salud analizó la situación que viven muchos jóvenes o personas que temen al compromiso de tener pareja o a tener hijos. “Aquello tiene que ver con la salud mental y cómo ese niño crece y va teniendo ciertas experiencias de su vida, llegando a una etapa adulta donde se enfrenta a contextos donde no está preparado y rechaza esta idea de compromiso. Esto también puede repercutir a futuro, pues la infancia que están viviendo ahora los niños está asociada a periodos críticos, asociadas a una pandemia que los mantuvo encerrados por mucho tiempo con las habilidades de cuidadores que debían cumplir muchos otros aspectos. Se viene formando una generación que tuvo un quiebre muy importante con el temor de generar compromisos”.