Diálogo

La familia sigue siendo el principal apoyo en momentos de crisis

Hoy día la familia no necesariamente está reunida por un lazo de consanguineidad, es mucho más diversa y enfrenta múltiples dificultades. ¿Cómo se explica ese lazo que hace que sea el principal refugio frente a la adversidad? Expertos desde la antropología, la psicología, la sociología y otras áreas del saber analizan las relaciones al interior […]


Hoy día la familia no necesariamente está reunida por un lazo de consanguineidad, es mucho más diversa y enfrenta múltiples dificultades. ¿Cómo se explica ese lazo que hace que sea el principal refugio frente a la adversidad? Expertos desde la antropología, la psicología, la sociología y otras áreas del saber analizan las relaciones al interior de este núcleo.


Por Tania Merino M.

Para un 61% de los chilenos, la familia directa es su principal apoyo y contención ante problemas emocionales y económicos. Así lo muestra un estudio reciente realizado por la Universidad de los Andes que consultó a más de 1.300 personas de todo el país para indagar sobre su comportamiento a la hora de enfrentar la adversidad.

“Es la primera y principal fuente de afecto, de contención y apoyo de todo tipo para la gran mayoría de las personas. Sigue siendo sumamente relevante y no puede ser reemplazada por ninguna otra institución. Está enraizada en lo más profundo de la realidad de las personas”, asegura la directora del Instituto de Ciencias de la Familia de la Universidad de los Andes, Jimena Valenzuela.

Efectivamente la popularidad de esta institución no decae. Aunque hoy día sea otra su conformación, sigue siendo el apoyo y el vínculo fundamental.

Primer lugar indiscutible

¿Qué dicen los resultados? Ante una emergencia económica de envergadura, un 60% de la población chilena acudiría en primer lugar a la familia directa, mientras que solo un 15% se apoyaría en una institución financiera. Las mujeres son quienes más recurren a la familia, con un 63%, cercano al porcentaje de los hombres, que lo hacen en un 57% y que señalan a sus amigos en segundo lugar (10%). Si se trata sobre vulnerabilidad emocional, el 61% de los consultados acudirá a su familia y un 18% apelará a los amigos.

Al profundizar en él o la integrante a la que acudirían, los jóvenes entre 18 y 34 años eligen, en mayor medida (49%) a su madre y los mayores de 55 años, a sus hijos (28%) y hermanos (23%).  A nivel general, la madre es señalada por todos los grupos socioeconómicos como la primera persona en quien se busca apoyo, excepto en el ABC1, que menciona a su pareja (29%) y a sus hermanos (28%). 

Según este estudio, la familia no solo es el respaldo más inmediato en momentos de dificultad emocional o económica. También lo es a la hora de confiar lo más querido. El 72% de los encuestados aseguró que encomendaría en primer lugar el cuidado de sus hijos a la familia directa y el 62% la responsabilidad de acompañar y cuidar a los adultos mayores.

“Es la primera y principal fuente de afecto, de contención y apoyo de todo tipo para la gran mayoría de las personas. Sigue siendo sumamente relevante y no puede ser reemplazada por ninguna otra institución. Está enraizada en lo más profundo de la realidad de las personas”

Jimena Valenzuela, directora del Instituto de Ciencias de la Familia U. de los Andes

Protección mutua en pandemia

Un momento que puso a prueba a las familias fue la emergencia de la pandemia. Germán Lagos sociólogo y académico de la Universidad de Concepción se dedicó, en conjunto con otros investigadores locales y del país, a observar la convivencia y las relaciones incluso desde los momentos más críticos del confinamiento. “En la Facultad (de Ciencias Sociales UdeC) hemos hecho varios estudios en el último tiempo, sobre todo pensando en el Covid-19 y todo lo que pasó en pandemia y post pandemia. Fue muy interesante poder identificar que la familia y el hogar, la casa con aquellas personas que cada uno de nosotros considera familia -porque no necesariamente la familia tiene que ver con los lazos sanguíneos-, fue un espacio de resguardo frente a la incertidumbre, a lo desconocido, al peligro”, señala. Por el contrario, agrega, “fueron espacios de certidumbre, de resguardo, de cobijo y, en ese sentido, cobra también relevancia y vigencia actual”. Al igual que lo observado por el estudio de UAndes, se produce una revalorización de este núcleo.

El lazo que nos sujeta

¿Cómo se explica este vínculo?, ¿qué nos hace seguir juntos y ayudarnos para superar la adversidad? La antropóloga y directora del departamento de Antropología de la Universidad de Chile, Paulina Osorio, entrega algunas luces al respecto.

“La familia -explica- es la institución social donde experimentamos, a lo largo de nuestras vidas, la subsistencia. En ella se dan las relaciones de reproducción y producción social de cada uno de nosotros como miembros de nuestras sociedades”.

Agrega que, a diferencia de otras interacciones sociales, “las relaciones al interior de la familia están cruzadas por un vínculo que nos viene dado antes de nacer, que no cuestionamos y damos por hecho. Igualmente, en términos sociales y culturales se da una relación de reciprocidad ‘obligatoria’ al interior de ella. En términos socio-históricos, mucho antes que existieran los Estados, ya existía la familia. Además, los vínculos familiares permiten la existencia social, pues no sólo se fundamentan en lazos de consanguinidad, son también sociales (alianza y filiación)”.

“La familia, con sus principios e inmersa en su cultura, va traspasando valores hacia todos los integrantes. El vínculo en su interior se forma y fortalece desde los primeros contactos, la adquisición de hábitos, conductas y afectos son parte del desarrollo”

Cecilia Ponce, directora de Terapia Ocupacional USS

La relación de amor

Hoy existen diversas clasificaciones de familias, por ejemplo, familia nuclear, monoparental, familias extendidas, etc. Para directora de Terapia Ocupacional de la Universidad San Sebastián, Cecilia Ponce Rebolledo, “es a través de ella que un niño se sitúa y va construyendo su mundo, independientemente del tipo de familia que sea”.

“La familia, con sus principios e inmersa en su cultura, va traspasando valores hacia todos los integrantes. El vínculo en su interior se forma y fortalece desde los primeros contactos, la adquisición de hábitos, conductas y afectos son parte del desarrollo, es, en este núcleo, donde debe existir seguridad para mostrar las emociones sin temores. Este espacio de amor, certeza y protección es nuestro inicio como seres sociables que interactúan constantemente con otros”, asegura.

Desde esta lógica, “solo resulta fácil querer a nuestras familias, con defectos, diferentes, únicas. Ellas nos muestran el principio de nuestro camino y algunos de nosotros tenemos la fortuna de seguir acompañados en ese camino”.

El riesgo siempre existe

Tal como lo mostraron los estudios analizados al comienzo de este texto, en momentos de apremio, tanto económico como emocional, los miembros de una familia conforman entre ellos una red de apoyo y colaboración, así como de contención emocional. Pero también estos problemas pueden llegar a formar grietas. “Efectivamente, la falta de recursos económicos suficientes, que en algunos casos implica que la familia esté en situación de pobreza, puede poner en riesgo la integración de esta”, analiza la Psicóloga y Académica de la Universidad Andrés Bello, Adriana Fernández.

En este sentido, “la falta de recursos económicos limita las oportunidades de los miembros de la familia en el acceso a educación, alimentación y servicios de salud de calidad, así como su participación en actividades culturales, recreativas, deportivas y de entretención, lo que conlleva tensión y estrés, así como sentimientos de frustración entre los miembros de la familia”.

Fisuras emocionales

En cuanto a los momentos de apremio emocional, señala Fernández, “pueden ser variados y suelen estar asociados a dificultades en la comunicación, conflictos de pareja y/o parentales, hábitos de rutina diaria inadecuados o desorganizados”.

A estos se suman patrones de consumo de sustancias, que incluye alcohol y drogas, estilos de crianza muy autoritarios o permisivos, parentalidad negligente, violencia intrafamiliar, presencia de enfermedades crónicas o degenerativas y duelo ante la pérdida de uno o varios miembros del grupo familiar. “Derivado de todo ello, pueden presentarse en la familia una baja autoestima en sus miembros, aislamiento, estrategias de afrontamiento disfuncionales, bajo rendimiento académico y deserción escolar en los hijos, ansiedad y depresión”.

Todos ellos podrían ser conducentes a provocar la desintegración de la familia, implicando la ruptura o fractura de los vínculos que unen el núcleo familiar, así como el quiebre de los roles de sus integrantes.

Factores protectores

Para Fernández, los factores que promueven relaciones saludables en la familia se asocian con aspectos afectivos, actitudinales, sociales y económicos. Pueden involucrar: comunicación asertiva, expresión de afecto, establecimiento de normas y límites claros, acompañamiento y supervisión a los hijos en las diferentes etapas del desarrollo.

También abarcan promoción de hábitos saludables, actitudes de respeto, participación de todos los miembros en la toma de decisiones que afecten a la familia, “a lo que tenemos que agregar empleo estable de los padres o adultos responsables, ingreso suficiente para atender las necesidades de la familia, permitiendo el acceso a una vivienda, educación, alimentación y servicios de salud, entre los más importantes”.   

¿Cómo ponerlo en práctica?

“Una comunicación abierta, idealmente con predominio de lo explícito, es decir, transmitir abiertamente lo que estoy solicitando y a la vez asegurarme de que quién me escucha lo haya comprendido así”, es para Marcela Mora, jefa de carrera de Psicología UCSC, una de las herramientas para cuidar la relación entre integrantes de la familia.

Además, dice, “es muy importante que exista claridad en cuanto a las normas, deberes y derechos de cada uno, pero a su vez, que estos límites puedan ir cambiando, dependiendo de la situación que se quiere abordar”. Por ejemplo, explica, “es muy probable que algunas normas dentro de una familia puedan irse flexibilizando a medida que los integrantes van atravesando por distintas etapas del desarrollo”.

En este mismo sentido, en muchas ocasiones surgen conflictos por el sentimiento de inequidad dentro de un grupo familiar, lo que se manifiesta muchas veces en la poca igualdad en cuanto a la distribución de tareas que se deben cumplir.

Otro aspecto muy relevante, es la transparencia en la relación. “El que se puedan expresar emociones con libertad, sin temor a ser juzgados es uno de los factores protectores que mayor impacto tienen en la generación de dinámicas familiares funcionales”.

Todo lo mencionado con anterioridad, puede darse con mucha más facilidad cuando no existen temas no abordados en cuanto a la salud mental de alguno de los integrantes. Es por ello, que cuando se es consciente de algo así, es importante buscar apoyo para que no influya de manera negativa en la dinámica familiar.