Diálogo

José Ramón Ayllón, filósofo:<strong>“Se ha pasado de defender los derechos universales, a defender los caprichos individuales”</strong>

El académico español visitó el país por segunda vez, invitado por DoucUC, y en Concepción se reunió con la comunidad para exponer su análisis sobre la ética y la cultura actual. Por Carolina Astudillo M. Hace 12 años estuvo anteriormente en Concepción, en la sede de DuocUC, y en junio pasado, la visitó nuevamente, como […]


El académico español visitó el país por segunda vez, invitado por DoucUC, y en Concepción se reunió con la comunidad para exponer su análisis sobre la ética y la cultura actual.


Por Carolina Astudillo M.

Hace 12 años estuvo anteriormente en Concepción, en la sede de DuocUC, y en junio pasado, la visitó nuevamente, como parte de un recorrido por distintas sedes en el país. El destacado filósofo y académico José Ramón Ayllón es del norte de España. Cuenta que nació y vivió siempre al lado del mar: en Galicia y en Santander, por lo que siempre se ha sentido como en casa en esta ciudad del Biobío. 

En su visita, expuso dos temas para la comunidad penquista y universitaria: “Ciudadanos para una sociedad mejor” y “La conciencia moral”, ambas permitieron conocer la vasta reflexión de este escritor ibérico, con más de 30 años de trayectoria, y cuyas obras pasan por biografías, novelas y ensayos, donde aborda las humanidades, la ética, la bioética y la conducta humana.

-Dado los años de su reflexión en torno al hombre y la sociedad, ¿cuál es la relevancia de ambos temas en la realidad actual, en un mundo tan polarizado?

-Es más importante que nunca, precisamente porque la sociedad está un poco deconstruida por el conflicto que generan las ideologías, y que se ha vivido en Chile hace pocos años, en acontecimientos muy tristes. En España también tenemos experiencia de eso y en muchos países occidentales.

Las ideologías lo que quieren es acabar con los pilares de la civilización occidental: “la verdad”, por un lado, que debemos en parte a los griegos, y la “Ley natural”, por otro, que también le debemos en cierta medida a los romanos y a su Derecho, y al Dios cristiano, la Biblia y la Iglesia católica. Eso está en la mira de las ideologías como la masonería, el positivismo, el psicoanálisis, el ecologismo radical, la ideología de género, el marxismo. Son muchas ideologías que van a lo mismo: acabar con una civilización. Pienso que hay que ser claros, hablar con buenas palabras y con palabras amables, lo que es correcto, pero a veces nos perdemos en la palabrería. Hay que saber exactamente qué es lo que nos estamos jugando, y aquí hay una guerra por acabar con una civilización.

Esto ya había empezado con la Revolución Francesa -basta con saber un poco de historia para apreciar que es así-. El problema es que tampoco sabemos mucho de Historia. En España al menos, la historia es como “la cenicienta”, y los españolitos pues no saben nada o muy poco. Si bien la historia de España es complejísima, pues son muchos siglos y muchos reinos, eso no es una excusa. Hay que saber historia, porque si no, no sabes dónde estás, ni quién eres, ni entiendes el mundo. 

-Entre esa ignorancia de la historia, como Ud. señala, y las personas que muchas veces acatan lo que indican las ideologías de forma poco reflexiva, ¿qué nos falta para “sacudirnos” y reaccionar ante las ideologías?

-Como Ud. apunta, lo que falta es conocimiento, y el conocimiento, en parte, se lo debemos o se lo podríamos pedir a los medios de comunicación, pero ellos son un tema complejo, porque siempre tienen dueños y son la voz de su amo. El amo puede tener sus intereses económicos o ideológicos, por lo tanto, la situación es muy complicada. Antes se podía contar con instancias como la propia Iglesia Católica, que tenía una autoridad moral e intelectual indiscutida. Eso ahora no sucede por desgracia, y no voy a analizar las causas porque no me corresponde. 

La disgregación, la división del conocimiento y de la información en estos momentos es enorme, por eso se puede hablar correctamente de la sociedad líquida, de la modernidad líquida en la que vivimos, y en muchos casos, ya es incluso gaseosa. La problemática intelectual y cultural que hay en occidente es impresionante, lo aprecio en mis alumnos y en la sociedad en la que vivo -la sociedad española y la sociedad europea en general-.

Hasta en cosas tan serias como el Derecho -que debería ser muy prudente, y no cambiar demasiado, o no hacer experimentos porque ya se sabe lo que debe ser la justicia y lo que deben ser las leyes-, ha habido una deriva, un viraje impresionante en occidente, como por ejemplo en Naciones Unidas, o el tribunal de Estrasburgo, donde han pasado de defender los derechos universales, a defender los caprichos individuales. En eso estamos ahora mismo. Todos esos supuestos derechos de la mujer, de acabar con la vida del niño que tiene en su vientre; y la eutanasia, y la gente que quiere suicidarse, le podrán pedir al Estado que le ayuden a suicidarse, del mismo modo que una persona muy mayor le pide al Estado que acabe con él porque su enfermedad es insoportable. Si eso se aprueba, se aprueba el suicidio. 

Como digo, esto lo analiza mucha gente hoy. Hay un francés, Grégor Puppinck, que estudia la legislación en occidente y ha escrito un libro titulado “Mi deseo es la ley”, que lo explica perfectamente.

“La ética es la educación de la libertad. Y es también la educación de la conciencia. La conciencia es la distinción entre el bien y el mal”. 

José Ramón Ayllón, filósofo

-En su libro “La Ética razonada” y “El mundo de las ideologías”, Ud. habla de que la libertad debería ser pensada como nuestra “mejor inversión” ¿De qué manera esto ayuda a contrarrestar el efecto de las ideologías en un mundo que describe como “en constante crisis”?

-La crisis es parte de la naturaleza humana. Muchas crisis pueden ser crisis de crecimiento y ser positivas si se encausan bien, y otras crisis pueden ser destructivas. Con la libertad puedes hacer las dos cosas: jugar a favor del ser humano y elegir de forma correcta y enriquecedora, o ir hacia lo opuesto. Está claro que estamos obligados a escoger, a ser libres, pero a lo que no estamos obligados es a acertar. De hecho, nos equivocamos muchas veces. La ética es precisamente la elección correcta, por lo que también se puede decir que ella es la optimización de la conducta humana. La conducta puede ser de muchas formas, y las elecciones, variadas. La mejor o las mejores de todas, son las que llamamos ética, porque no hay solo una forma de hacer las cosas bien, hay muchas posibilidades. De la misma manera que no hay solo una forma de equivocarse. 

La ética es por lo tanto la educación de la libertad. Y es también la educación de la conciencia. La conciencia es la distinción entre el bien y el mal. 

-¿Cómo es para usted encontrarse primero con la comunidad estudiantil y académica, en DuocUC y luego con la comunidad penquista, en la conferencia organizada por el Arzobispado, para divulgar estas reflexiones?

-Soy un profesional de la comunicación también, de cuestiones que pueden parecer académicas, pero no lo son. Son reales. Cuando hablamos de la ética, hablamos de la vida misma. Si tengo que hablar de Aristóteles, Séneca, Cicerón o Kant, no es porque me interesen esos autores, lo que me interesa es que dicen grandes verdades que iluminan nuestra conducta del día a día. La ética, como toda ciencia, tiene una parte de teoría, pero es eminentemente práctica. Es una ciencia aplicada.

-¿Cómo ha sido el diálogo con los profesores sobre la enseñanza de la ética a los jóvenes, quienes serán los futuros profesionales al servicio de una sociedad mejor, como Ud. la postula? -Me sorprenden mucho los profesores del DuocUC, que son los que dictan asignaturas como antropología y ética. Me sorprende el grado de identificación con el ideario de la institución. Lo contentos que están de trabajar en esta casa de estudios, y de transmitir una visión cristiana de la vida. Me sorprenden desde el primer día, porque no es el primer Duoc en el que he estado. Éste es el último en mi estancia de 20 días en Chile, ya que he recorrido Puerto Montt, Villarrica, Valparaíso, Viña del Mar, San Bernardo y Concepción. En todos ellos he visto el mismo grado de implicación e ilusión, y eso no se paga con nada. Cualquier empresa daría cualquier cosa por tener ese tipo de trabajadores, si se puede llamar trabajadores a los profesores.