Aunque incursionó en la Geología, la presencia ancestral de la música en su familia lo llevó por este camino que ha recorrido tanto en la interpretación como en la docencia. Organista de la Iglesia Luterana y admirador de Gabriela Mistral, su último trabajo se ha centrado en la poetisa chilena.
Por Cecilia Díaz R.
– ¿Con qué melodías vincula su infancia?
– Hay algunas canciones que podría asociar a esa época: “los elefantes” (los que se balancean en una tela de araña) y varios cánones que cantábamos cuando éramos chicos.
– ¿Qué imagen conserva de su niñez en Viña del Mar y Antofagasta?
– De Viña recuerdo a mis bisabuelos paternos y el departamento donde vivían. Ese recuerdo está muy fuerte, porque ahí vivió mi abuela paterna hasta hace unos cinco o seis años. El resto son cosas más emocionales que fotográficas. De Antofagasta me acuerdo de las puestas de sol, de la playa, del colegio, de compañeros, de tanquetas militares pasando por fuera de mi casa y de las bombas lacrimógenas que lanzaron a mi sala cuando estaba en primero básico (fue espantoso).
– ¿Sintió la responsabilidad de ser ejemplo para sus cuatro hermanos menores?
– No.
– ¿Tuvo alguna ventaja su peregrinaje por diversos colegios en su etapa escolar?
– Sí. Estuve en todo tipo de colegios y eso significó ver de todo y tomar consciencia desde chico de las desigualdades e injusticias que deben sufrir muchos niños.
– Si no se hubiera dedicado a la música, ¿en qué estaría trabajando?
– Difícil pregunta. Tal vez habría terminado Geología, me habría dedicado a la lingüística o a buscar datos curiosos sobre cosas habituales, pero es súper hipotética la situación. Es tan fuerte la presencia ancestral de la música en mi familia que no me puedo imaginar algo así.
– ¿Cuál ha sido el momento más difícil de su vida?
– Esta pregunta, jajaja.
– ¿Alguna vez se ha peleado a combos?
– No. Sólo con palabras.
– ¿Es muy autoexigente?
– En música… terrible. Fui autodidacta muchos años, entonces la única forma fue sobre exigirme.
– ¿Cuál es su peor defecto? ¿La mayor virtud?
– Puede ser que no me gusta enfrentar esta pregunta. Y la virtud, que lo reconozco, jajaja.
Música en la liturgia
– ¿Qué de especial tiene ser el organista de la Iglesia Luterana?
– Que mi acercamiento al órgano hubiese sido a través de la Iglesia Luterana es algo invaluable, porque, para qué andamos con cosas: la Iglesia Latina toma actualmente muy poco en cuenta la tradición. Da la impresión de que tradicional fuese un adjetivo que debe usarse poco. Y, sin embargo, cuando vemos una misa rica en símbolos litúrgicos, en sobriedad y en solemnidad, gusta. En la praxis musical luterana me encontré con que no puede haber liturgia sin música y que la feligresía debe cantar, aunque sea a capella. No se concibe el rito rezado.
– ¿Cuál ha sido el desafío profesional más relevante que ha debido asumir?
– Todo lo que he hecho sobre Gabriela Mistral con Natalia Vilches y últimamente con Leo Navarro.
– ¿Quién es su compositor preferido?
– Depende de qué tipo de música, de qué ande buscando y de si quiero tocar o escuchar. Fito Páez, Mendelssohn, Joan Manuel Serrat, Björk, Barbara Strozzi, Freddy Mercury y Bryan May (la pregunta es sobre compositores), Astor Piazzola, Joaquín Sabina, Dietrich Buxtehude, Nikolaus Bruhns, Clara Schumann, Robert Schumann, en general todo el clan Bach, Johannes Brahms, Josef Rheinberger. Son muchos y dependen de cada momento.
– ¿Cuál es el más difícil de interpretar?
– Depende, pero creo que los que no son doctos (Fito, Serrat, Joaquín Sabina… a Queen lo considero música docta), porque aprendí tarde a tocar por oído.
– ¿Ha experimentado el pánico escénico?
– Jamás. Y, como lo he visto, espero nunca pasar por eso.
– ¿Escucha música popular? ¿Qué estilo?
– ¡Obvio! La respingada música docta de hoy, en su momento fue música casi popular. ¡La elegante música de Chopin es de raíz folclórica! Entonces, para entenderla debemos partir por comprender nuestra música popular, no la de hace siglos. Pero, aparte de eso tan cerebral, escucho de todo… desde Metal hasta folclor. La música cebolla me encanta.
– ¿Tiene algún sueño pendiente?
– Conocer a una organista que se llama Montserrat Torrent i Serra, llevar el ciclo de Gabriela Mistral a dar vueltas por Chile y por el extranjero e improvisar décimas espinelas con soltura.
– ¿Es difícil vivir de la música en Concepción?
– Sí. Especialmente si la música que se hace no “vende” tanto. Pero nada es imposible.
– ¿Le gustaría que su hija siguiera sus pasos y se dedicara a la música?
– Sí y no. Los músicos de tecla son formados como seres muy solitarios, entonces quisiera que ella conociera desde pequeña la música de cámara (o que aprenda a tocar canciones para canturrear con otras personas) para que descubra lo lindas que son las amistades musicales.
– ¿Cómo cree que lo definen sus alumnos del Colegio San Pedro Nolasco?
-Jajaja, no sé. Habría que preguntarles a ellos. Pero me relaciono con algunos ex alumnos y se dirigen a mí con mucho cariño.
– ¿Qué objetivo quiere lograr a través de la música?
– Que la gente se encuentre consigo misma y con las demás personas.
– ¿Con qué nos encontraremos después de la muerte?
– Con Dios recibiéndonos con un abrazo muy apretado por si no nos la pudimos con las penas de aquí. Pero también con algo súper interesante: la comprobación de nuestras creencias o increencias. Dejando de funcionar el cuerpo vendrá el momento de la verdad.