
Una herida grave que ha sufrido la Iglesia Católica en los últimos decenios ha sido el abuso sexual de menores por parte de sacerdotes y religiosos. Con motivo del reciente fallecimiento del Papa emérito Benedicto XVI recordaremos lo que él hizo para combatir esta lacra.
Por Pbro. Pablo Aguilera Labarca
La Congregación (desde este año se llama Dicasterio) para la Doctrina de la Fe es el “ministerio” del Vaticano que ayuda al Romano Pontífice y a los obispos a proclamar el Evangelio en todo el mundo, promoviendo y tutelando la integridad de la doctrina católica sobre la fe y la moral. San Juan Pablo II, en 1981, nombró al cardenal alemán Joseph Ratzinger como Prefecto (jefe) de esta Congregación.
¿Qué aportó Joseph Ratzinger, primero desde Doctrina de la Fe y después como Papa, a la lucha contra los abusos sexuales? En breve: aportó mucho más que cualquier otro Papa anterior y mucho más que la mayoría de los obispos.
Por supuesto, los abusos contra menores de edad, o la seducción sexual de adultos (penitentes, feligreses, subordinados) siempre han sido pecados graves y han sido sancionados por la Iglesia. Pero las investigaciones y sanciones dependían exclusivamente de cada obispo o de cada superior de una orden religiosa -hoy son llamados “Institutos de vida consagrada”-, y nadie los supervisaba a ellos. Ocurría que, a veces, no querían complicarse la vida, o simplemente no creían en las acusaciones. A menudo, sólo buscaban esconder los casos para mantener su buen nombre, el de su diócesis o institución o el de la Iglesia; se tomaban medidas como transferir al culpable a otro encargo o se le enviaba a un tratamiento psicológico. Otras veces eran las familias de las víctimas las que no querían que se difundiera. En distintos países, y en distintas diócesis, había diferentes respuestas.
Hacia el año 2000, estos casos revelados se dieron a conocer en Estados Unidos. Hubo compensaciones millonarias por ellos. Además, en 1999 el Gobierno irlandés empezó una investigación sobre abusos (no solo sexuales, la mayoría eran maltratos) en escuelas-internados en los años 30 a los 70.
Las acciones del Cardenal
En 2001, el cardenal Ratzinger, constatando la ineficacia o inacción de los obispos locales, empezó a tomar medidas que San Juan Pablo II fue aprobando. Ratzinger preparó el borrador de “Sacramentorum Sanctitatis Tutela” (La tutela de la santidad de los sacramentos), documento firmado por el Papa en abril de 2001, que exigía a los obispos enviar los datos de “denuncias creíbles” a la C. para la Doctrina de la Fe: por fin Roma pasaba a supervisar lo que sucedía en todo el mundo.
En noviembre de 2001, Ratzinger convenció a Juan Pablo II para quitar las limitaciones de tiempo y de castigos a abusadores que existían en el Código de Derecho Canónico (catálogo de las leyes de la Iglesia). Así se podría expulsar del sacerdocio a abusadores con crímenes de décadas atrás.
Es verdad que los obispos de EEUU en parte marcaron el camino, cuando en 2002 establecieron nuevas normas de “tolerancia cero” y “un abuso y fuera”, expulsando del sacerdocio a quien se comprobara un caso. Pero en Europa y otros lugares se consideraba eso una exageración “de los norteamericanos”. Ratzinger apoyó las medidas de los obispos de aquél país.
En 2002 logró que Juan Pablo II aprobara un método para expulsar rápidamente del sacerdocio a clérigos abusadores, sin largos mecanismos de apelación.
No hay duda de que en el proceso para lograr una iglesia más segura contra los abusos sexuales, Benedicto XVI fue la gran figura que puso en marcha medidas eficaces y toma de conciencia. Todas las medidas adoptadas por Joseph Ratzinger como Prefecto y como Papa lograron mejoras en la Iglesia a nivel mundial.
A finales de 2004, poco antes de ser elegido Pontífice, ordenó revisar todos los casos aún pendientes, incluyendo clérigos importantes como Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, que fue declarado culpable y separado del ministerio público en los primeros meses de su pontificado.
Su rol como Papa
Elegido Papa en abril de 2005, Benedicto XVI también quiso recibir a víctimas en el Vaticano y también en los países que visitaba. Los encuentros se hacían sin fotógrafos, pero las víctimas podían luego hablar ante la prensa, y muchas lo hacían.
En 2005 Benedicto XVI hizo publicar por la Congregación para la Educación Católica, encargada de los seminarios, la instrucción papal sobre “el discernimiento de las vocaciones respecto a personas con tendencias homosexuales”. El texto dice que la Iglesia “no puede admitir al seminario o al orden sacerdotal a aquellos que practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales fuertemente arraigadas o apoyan la llamada ‘cultura gay'”.
Y en la entrevista de 2010 con Peter Seewald publicada en “La luz del mundo”, Benedicto comentó: “La homosexualidad es incompatible con la vocación sacerdotal”.
En 2009 escribió la “Carta a los católicos de Irlanda”, que se ha convertido en un texto de referencia sobre el tema. En ella dice a las víctimas: “Habéis sufrido inmensamente y eso me apesadumbra en verdad. Sé que nada puede borrar el mal que habéis soportado. (…) Es comprensible que os resulte difícil perdonar o reconciliaros con la Iglesia. En su nombre, expreso abiertamente la vergüenza y el remordimiento que sentimos todos. Al mismo tiempo, os pido que no perdáis la esperanza”. A los sacerdotes y religiosos que han abusado de niños: “Debéis responder de ello ante Dios todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos”. A los obispos: ”No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores habéis fallado, a veces gravemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños. Se han cometido graves errores en la respuesta a las acusaciones”.
Las medidas tomadas por el Papa emérito deberían ser imitadas para los ambientes donde ocurren la inmensa mayoría -casi el 99%- de los abusos: la familia, las escuelas, los deportes.
Y en 2010 amplió y fortaleció aún más las medidas de Sacramentorum Sanctitatis Tutela. No hay duda de que en el proceso para lograr una iglesia más segura contra los abusos sexuales, Benedicto XVI fue la gran figura que puso en marcha medidas eficaces y toma de conciencia. Todas las medidas adoptadas por Joseph Ratzinger como Prefecto y como Papa lograron mejoras en la Iglesia a nivel mundial: hay muchísimos menos abusos contra niños y adolescentes.
Situación en Chile
Recordemos que el año 2010 se hicieron públicas en Chile las acusaciones ante los tribunales civiles contra el sacerdote Fernando Karadima. Estas habían sido presentadas ante el Arzobispado de Santiago años antes, pero no habían sido creídas. Se reactiva la investigación en la Iglesia y prontamente, en enero de 2011, la Santa Sede sentenció a Karadima culpable de abusos sexuales a menores por lo que se le sancionó a una vida de retiro en oración y penitencia, además de la prohibición perpetua del ejercicio público de cualquier acto del ministerio, en particular de la Confesión y de la dirección espiritual. Más adelante, en 2018, sería expulsado del estado clerical.
Mons. Charles Scicluna, encargado en el Vaticano de llevar las investigaciones contra sacerdotes -y a quien conocemos en Chile como enviado del Papa Francisco en 2018- señala que “el cardenal Ratzinger demostró sabiduría y firmeza al tratar esos casos. Más aún: dio prueba de gran valor afrontando algunos casos muy difíciles y espinosos, sin acepción de personas”.
En abril de 2019, siendo ya Papa emérito, Benedicto XVI aún quiso seguir trabajando el tema de los abusos publicando un texto -con permiso del Papa Francisco- en una revista católica alemana. Allí relaciona la crisis de la pederastia -no solo en la Iglesia, sino en la sociedad en general- con la Revolución sexual que empezó en los años 60. “Intento mostrar que en la década de 1960 ocurrió un gran evento, en una escala sin precedentes en la historia. Se puede decir que en los 20 años entre 1960 y 1980, los estándares vinculantes hasta entonces respecto a la sexualidad colapsaron completamente”, escribió. “Entre las libertades por las que la Revolución de 1968 peleó estaba la libertad sexual total, una que ya no tuviera normas”, añadiendo que “parte de la fisionomía de la Revolución del 68 fue que la pedofilia también se diagnosticó como permitida y apropiada”.
Las medidas tomadas por el Papa emérito deberían ser imitadas para los ambientes donde ocurren la inmensa mayoría -casi el 99%- de los abusos: la familia, las escuelas, los deportes. Lorenzo Bertocchi, estudioso de la historia del Cristianismo, en su libro “Indagine sulla pedofilia nella Chiesa” escribe: “La determinación del Santo Padre en querer hacer luz me parece ejemplar, señala una vía de transparencia que no sólo es válida para la Iglesia, sino que lo debería ser para todos los sectores de la sociedad que han tenido o tienen que ver con este triste fenómeno”.
En la Iglesia y en la sociedad civil agradecemos esta valentía que tuvo el Papa recientemente fallecido para investigar, combatir y extirpar de la Iglesia este lamentable pecado y delito.