El fracaso

Hace algunos años dicté una conferencia acerca del fracaso en la Facultad de Economía de la Universidad de Concepción. Mejor dicho sobre los fracasos que he tenido en mi vida. Fue una experiencia muy positiva. Muchos alumnos se me acercaron para contarme de los propios. Fueron conversaciones en la verdad. 

¡Tanto bien que nos hace relacionarnos desde nuestra verdad y no desde la percepción que tenemos de nosotros! Sigo las redes sociales. Yo mismo tengo redes. Cuando veo personas que salen siempre alegres y contentos, en medio de amigos, normalmente en restaurantes o en el extranjero, siempre me pregunto acerca de sus verdaderas vidas. A veces creo que en las redes hay fotos de situaciones alegres pero personas tristes. 

He tenido hartos fracasos. Me fue mal en arquitectura. Era mi sueño ser arquitecto. Primero estudié ingeniería civil y al terminar la carrera comencé arquitectura. No entendí nada y abandoné la carrera. También quise ser músico. Estudié guitarra clásica en la Escuela Moderna de música por varios años. No me la pude y abandoné. Me dolió mucho. Comprendí que siempre iba a ser un aficionado. Me fue bien en ingeniería, carrera que nunca me gustó, pero de la cual estoy agradecido. 

Como sacerdote también he tenido hartos fracasos. He invitado a conferencias que no ha llegado nadie. ¡Sí, nadie! Todo eso me ha ido regalando un cierto escepticismo frente a los proyectos humanos. A veces resultan, a veces no. La vida sigue igual. Recordarse siempre que no somos todopoderosos es una buena norma de vida. Lo importante es reconocer las habilidades y destrezas que uno tiene, ponerlas al servicio de los demás, sin esperar más que el gozo de haber dado lo mejor de uno mismo. Podría contar otros fracasos de proyectos que no han llegado a buen término. Pero todo eso me ha fortalecido, sobre todo para valorar lo que tengo y los pequeños logros que he alcanzado. Más que mal, me he dado cuenta que lo realmente importante es un regalo: la vida, los demás, la naturaleza, los sueños. Valorar eso en la vida y no llorar por lo que no fue. El fracaso de los fracasos es no amar, no hacer algo por los demás, y por supuesto no hacer nada por miedo al fracaso. Me ha ayudado ir comprendiendo que los planes de Dios no siempre coinciden con los de uno. 

Felicito a DIÁLOGO que incursione en esta zona de nuestras vidas que queremos esconder porque a veces creemos -equivocadamente- que las personas nos quieren por lo que hacemos y hacemos bien. La verdad es que quien nos quiere nos quiere por el solo hecho de ser, de existir. Con eso basta. Por último lo más importante es siempre tener un sueño, una ilusión y trabajar por él, hacer todo lo posible por alcanzarlo y si no resulta: vamos por otro.