Diálogo

Coloquio abordó tiempos de conflicto: ¿Dónde está Dios?

El Arzobispado de Concepción, con el apoyo de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, realizó un coloquio para reflexionar en torno una sociedad donde la guerra, los conflictos y el dolor de las personas que la padecen, abren en muchas personas esta pregunta. Carolina Astudillo M. “En tiempos de violencia y guerra, ¿dónde está […]


El Arzobispado de Concepción, con el apoyo de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, realizó un coloquio para reflexionar en torno una sociedad donde la guerra, los conflictos y el dolor de las personas que la padecen, abren en muchas personas esta pregunta.

Carolina Astudillo M.

“En tiempos de violencia y guerra, ¿dónde está Dios?”. Esta pregunta ha estado muy presente en el mundo y en nuestro país en el último tiempo. Somos testigos de la violencia que genera una guerra tan lejana como inquietante, por la intervención de Rusia en la población de Ucrania; los ataques incendiarios en zonas de Araucanía en nuestro país, o los desplazamientos obligados y la discriminación a los inmigrantes, entre muchos otros ejemplos, masivos o pequeños, en nuestros círculos personales. 

Estos hechos provocan desde siempre una pregunta, una cuestión, en muchas personas incluso y sobre todo, en los creyentes ¿Dónde está Dios? Si sabemos que Él es amor, misericordia y tiene poder, muchas veces preguntamos ¿Por qué lo permite? ¿Es que es él quien lo permite?. Esto fue el centro del coloquio que llevó a cabo el Arzobispado de Concepción, con el apoyo de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, durante marzo pasado, con la participación del Arzobispo y Gran Canciller de la Universidad, Monseñor Fernando Chomali, y el académico de la Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía, Dr. Arturo Bravo.

El Dr. Arturo Bravo, dio inicio a la exposición, contextualizando el tema desde la perspectiva bíblico-teológica. La violencia y la guerra se enmarcan en el problema del mal, y la responsabilidad de Dios en el mal, tema muy antiguo tratado por Epicuro, en el dilema “o Dios quiere quitar el mal del mundo, pero no puede; o puede, pero no lo puede quitar. Si quiere y no puede, es impotente; si puede y no quiere, no nos ama; si no quiere ni puede, no es el Dios bueno, y además es impotente; si quiere y puede ¿entonces de dónde viene el mal real y por qué no lo elimina? Pregunta que también los creyentes nos hemos planteado en muchas oportunidades, y el mal se ha convertido en la roca del ateísmo”.

“El mal nos afecta todos, sin distinción. Estamos expuestos a su mordedura, nadie escapa a sus embates. Ante este problema se han dado muchas respuestas y la religión ha sido una de ellas” detalló, citando a diversos autores y también distintos pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento. 

Lo que sucede de modo empírico en el mundo –detalló el académico en una de sus citas-, sucede al interior del mundo. ¿Podía ser distinto para evitar el sufrimiento?, esto no sería posible dada la característica del mundo, su finitud y las catástrofes que ocurren para su conformación. En una realidad finita el mal es inevitable, y no se puede responsabilizar a Dios de él. ¿por qué crearía un mundo donde puede existir el mal? Dios es omnipotente, puede vencer definitivamente el mal, pero su bondad puede decidirse a la creación.     Incluso, en la Biblia, se expresa como el mal puede ser un camino para descubrir a Dios. El Dr. Bravo recalcó que la respuesta ante la cuestión sobre porqué existe el mal y como hacerle frente, se encuentra “en Jesús crucificado. Dios ha descendido al infierno del sufrimiento, y sufre con nosotros, pero no sucumbe ante el sufrimiento y la muerte, por medio de la resurrección”.

“El mal nos afecta todos, sin distinción. Estamos expuestos a su mordedura, nadie escapa a sus embates. Ante este problema se han dado muchas respuestas y la religión ha sido una de ellas”, Dr. Arturo Bravo.

Le prosiguió en el análisis Monseñor Fernando Chomali, quien agradeció la acogida de la Universidad para efectuar su iniciativa de dialogar sobre este tema. El Arzobispo detalló que ha conocido a muchas personas que al observar el mal o verse enfrentados a él, han dejado de creer en Dios, muchos creyendo han renegado de él, o a muchos les ha causado un dolor mayor. “Vemos lo que pasa en el mundo desde fuera, como si fuera otra humanidad, y no nos toca en nuestro corazón para preguntarnos cómo vivimos aquello”, agregando que el mal es un tema que está en el corazón de la Teología, y el Catecismo de la Iglesia Católica.

Chomali señala que cuando se plantea la pregunta del por qué muchas personas niegan la unión con Dios, o la creencia en él, es precisamente por la existencia del mal en el mundo. Asimismo, “Somos muchas las personas que vivimos la fe en la oscuridad, y que es puesta a prueba, por las experiencias del mal y del sufrimiento que parecen contradecir la buenanueva”. 

Citando diversos textos de la literatura y de la Iglesia, indicó como ejemplo del análisis de la fe y el mal, la conversación de los hermanos Karamasov, en el libro del mismo título, del escritor Fiódor Dostoyevski, y en el Catecismo se hace referencia a la aparente impotencia de Dios ante el mal, y se habla de un misterio que tiene que ser conocido a través de la revelación. “A veces Dios puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal. Por eso se habla de un Misterio que tiene que ser conocido a través de la revelación, sacar el velo de aquello que nos resulta imposible de ver”. Esta revelación requiere la fe, por lo tanto, indicó “es muy difícil comprender el mal como un misterio, desde una postura de no creyente”.

Dios, explica el Gran Canciller, es omnipotente, pero para su realización se sirve también del concurso de sus creaturas, lo que no es un signo de debilidad, sino de la grandeza y bondad de Él, porque no solo les da la existencia sino también la dignidad de actuar por sí mismas, de ser causa y principio una de otras y de cooperar así a la realización de su designio. Como dice Karamazov, “Dios no da libertad, pero es una libertad que puede atentar contra nosotros mismos”.

Citando a la filósofa Edith Stein, el Arzobispo formuló algunas preguntas que plantea la autora “¿Qué podemos hacer para oponernos al mal?” a la que se suma una cuestión que rompe las posibilidades “¿Quién expiará?: aquellos que no permitirán que las heridas abiertas por el odio, provoquen el nacimiento de un nuevo odio”. Para el Gran Canciller, somos agentes de paz, y reivindicó la tarea de la Iglesia de ser promotora de paz, de no devolver mal por mal, de hacer siempre el bien, y de sufrir por los sufrimientos que tuvo Jesucristo, y que vemos en los niños, mujeres y hombres que sufren.

Si quiere revisar la actividad y conocer en profundidad esta reflexión, puede revisar el archivo del coloquio en el canal de Youtube de @ucscconcepcion.