
El mapa de persecución cristiana de 2021, indica alarmantes cifras de persecución extrema y severa, especialmente en Asia y África. Teólogo analiza algunas causas y los caminos que deben abrirse para solucionar esta vulneración a la libertad religiosa.
Carolina Astudillo M.
Pareciera que no hay discrepancias al expresar la importancia de la tolerancia, de terminar con las discriminaciones, o de asegurar la libertad de expresión. Sin embargo, en distintos niveles y en distintas partes de mundo, la fe, y en especial el cristianismo y quienes son creyentes y miembros de la Iglesia, son objeto de una persecución que parece no haber cambiado en más de dos mil años.
La ONG Puertas Abiertas, reveló preocupantes cifras en su informe sobre 2021 –labor que realiza desde los años ’90 pero que investiga desde la década de los ’70-. En ese periodo hubo casi 6.000 cristianos asesinados y más de 5.000 ataques a iglesias. Basta recordar los ataques incendiarios que hemos observado en nuestro país en las manifestaciones sociales o en la zona de la Araucanía.
Asia y África son los continentes donde se observa una mayor violencia extrema anticristiana, y 1 de cada 7 cristianos son perseguidos en el mundo. Puertas Abiertas mide la persecución a través de la presión (insultos, amenazas, discriminación, hostilidades, etc.), en cinco esferas de la vida: vida privada, la familia, la comunidad, la nación y la iglesia. Asimismo, evalúa el nivel de violencia, a través de incidentes violentos (muertes, ataques, arrestos, etc.).
¿Por qué a pesar del paso del tiempo y de cierta conciencia sobre la importancia de la no discriminación aún se observan fenómenos violentos como estos, y especialmente contra los cristianos?
A modo de contexto, el Teólogo y Decano de la Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, Dr. Patricio Merino, explica que, en nuestra cultura occidental, la libertad ha sido una categoría tremendamente importante. “Hoy, la libertad ha ido creando una conciencia de la importancia de la diversidad y la dignidad de lo diverso. Aun cuando en occidente hay brotes de intolerancia en general, de falta de acogida de la diversidad, hemos tomado conciencia de su valor e importancia”.
A diferencia de lo que ocurre en culturas más cerradas, señala, esta conciencia de lo diverso y de su valor ha provocado que se vaya superando también “una idea de sociedad homogeneizante. Fue tomando su lugar la libertad de conciencia, la libertad religiosa y la libertad de culto. Pero esta realidad en otras partes del mundo, todavía lo diverso es perseguido en distintos ámbitos. Cuando lo religioso es entendido bajo ese paradigma homogeneizante, monocultural, o de que hay una sola manera de ser religioso y se impone asociado al fundamentalismo o al integrismo, hace que cuando aparezcan personas con otra conciencia religiosa sean perseguidas”.
A juicio del académico, hay culturas cerradas donde la causa de la violencia es la fe, no obstante, en otras las persecuciones, el motivo no es porque la persona sea cristiana o de otra religión, sino por las causas o convicciones que ese ser religioso tiene. “Por ejemplo, en Colombia, han asesinado a muchos dirigentes cristianos, pero los han matado porque su fe cristiana los hace ser mucho más comprometidos con causas sociales que su fe les invita a seguir”.

Culturas cerradas y abiertas
La causa de que en sectores como Asia y África exista un mayor porcentaje de persecución podría deberse a la presencia de grupos culturales más cerrados o con elementos culturales más inflexibles. En ambos continentes hay culturas muy abiertas, porque la religión en sí misma no es necesariamente excluyente de otras: el cristianismo, el budismo o el induísmo. “Pero cuando lo religioso cae en un fundamentalismo o una homogeneización cultural, y por lo tanto no tiene cabida el respeto a la dignidad humana -que implica la libertad de conciencia, la libertad religiosa o la libertad de culto-, ahí se producen persecuciones. Tenemos más información sobre la persecución de cristianos por parte del fundamentalismo islámico, pero no es por el Islam, sino por la vivencia cultural de esa religión de manera fundamentalista y homogeneizadora. Es una especie de cultura monolítica, y quien no la vive de esa manera, queda excluído, pues es visto como un peligro o un mal. ¿Porqué a los cristianos? porque se le relaciona con un “peligro de occidentalización” con costumbres foráneas o ideas europeas, no obstante, la mayoría de los cristianos son pobres o vulnerables”.
La persecución más silenciosa
El cristianismo no se vive en una determinada cultura, sino por el contrario: no hay una “cultura cristiana” sino que puede encarnarse en una diversidad de formas culturales. No obstante, cuando se piensa que solo hay una forma de ser cristiano, se produce también una discriminación a otros cristianos, algo que también ocurre en otras religiones.
Asimismo, en culturas diversas pero con un paradigma que asocia el cristianismo con homogeneización, se produce un fenómeno social de persecución que algunos teóricos han denominado la “cultura de la cancelación”. En el mundo occidental el cristiano siente que debe omitir su fe, como una forma de persecución, de limitación a su libertad de expresar su fe. “En la medida que las sociedades se van entendiendo a sí mismas como plurales, en que cabe la dignidad de toda persona humana, cabe también la libertad de conciencia, religiosa y de culto. No obstante, por el hecho de que las sociedades estén compuestas por una diversidad, eso no garantiza que haya necesariamente una paz social, sino que es necesario que la sociedad, por una parte, garantice los derechos, y por otra, las personas tengan la capacidad de buscar el bien común, y como dice el Papa Francisco, construir una cultura del encuentro con el otro, con el distinto, con el diverso, buscar una amistad cívica, o una fraternidad, donde lo distinto o diferente tiene su espacio y es valorado, para construir una paz social”.
“En la medida que las sociedades se van entendiendo a sí mismas como plurales, en que cabe la dignidad de toda persona humana, cabe también la libertad de conciencia, religiosa y de culto”, Dr. Patricio Merino, Decano de la Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía UCSC.
Cuando hay una sociedad que no valora esa diversidad, no respeta esa libertad y no garantiza la posibilidad de encontrarse, se producen situaciones de violencia y exclusión. Por eso es importante garantizar los derechos fundamentales, pero también la búsqueda del bien común. “Desde el punto de vista nuestro como católicos, hay una conciencia mayor de que la diversidad es una riqueza, de la dignidad de toda persona en su diferencia, y de la riqueza que da la diversidad cultural, y también la conciencia de que es necesario buscar caminos de encuentro, diálogo y fraternidad, donde la diversidad se enriquezca una de otra, y con culturas abiertas, que no pierden su identidad, sino que comparten con otras” enfatiza el Dr. Merino.
Caminos: ecumenismo y diálogo
La discriminación puede darse en distintos ámbitos y no solo en lo religioso, pero ciertamente una religión mal vivida o insana, puede llevar a exclusiones o persecuciones, pero no porque la religión en sí lo sea, sino por una vivencia insana de la fe. “En eso la Teología tiene un rol importante en las sociedades, porque al ser fe pensada, como fe-razón, sirve como una crítica a una fe fundamentalista insana, pero también crítica frente a una sociedad que por prejuicio excluye la fe o el aporte que ella puede hacer al bien de la sociedad. Contar con una Universidad que tiene en su interior la Teología y la Filosofía, le dan una riqueza al discernimiento, a la real posibilidad de integrar saberes, y tener una mirada más amplia de los distintos factores de la existencia”, expresa el Decano.
En el ámbito religioso, donde hay diversidad cristiana, se promueve un encuentro y el diálogo entre las diversidades cristianas, lo que técnicamente se conoce como el ecumenismo, o diálogo interconfesional. Cuando la diversidad implica un diálogo en una diversidad religiosa, eso se denomina diálogo interreligioso. “Una libertad religiosa y de conciencia, requiere de un ecumenismo y diálogo interreligioso como contribución a la búsqueda de la paz social, y de la sana convivencia” señala el Decano, para abrir la mirada a caminos de solución a las persecuciones.
De hecho, ha sido el propio cristianismo el que ha impulsado estos caminos de paz a través del Concilio Vaticano II y las encíclicas papales. “La última encíclica del Papa Francisco, se refiere a la necesidad de convivir, encontrarse y construir fraternidad: Frateli Tutti. No obstante, el Concilio Vaticano II ya se refirió a esto, pues propuso para todos los católicos del mundo, los principios de la libertad de conciencia, religiosa, el ecumenismo y el diálogo interreligioso. El Concilio ha sido muy importante para el cómo los cristianos católicos se sitúan hoy en un mundo diverso, donde esa diversidad no necesariamente ha dado pie el encuentro, sino a persecución” detalla Merino.