Son hermosas las palabras de San Agustín a propósito de la Navidad: “Yace en un pesebre, pero contiene al mundo; toma el pecho, pero alimenta a los ángeles; está envuelto en pañales, pero nos reviste de inmortalidad’ (Sermón 190). Esa es la belleza y la paradoja de la Navidad, mientras todos esperaban al Mesías coronado de gloria como un rey, sucede que el Mesías, el Salvador, el mismo Hijo de Dios llega a través de una humilde mujer, María, y su trono es un Pesebre pobre en un sencillo pueblo del medio oriente.
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