Por Paulina Pérez D.
¿Por qué es necesario “adjetivar” las expresiones? El refrán es una expresión popular, cultural, divertida y a veces, de uso muy acertado… pero la “frase hecha” no es así. El “voraz incendio”; el “preciado líquido”, por el agua; la “emotiva ceremonia” o el “violento robo” han dado paso a conceptos cliché, de los que no escapan figuras de diversa índole, como la política, el deporte o el entretenimiento. “Chile ha dado un excelente ejemplo de democracia” es contenido infaltable después de cada elección, como también “el fútbol se gana con goles”, después de los partidos. ¿Falta de creatividad? ¿Poco compromiso con el lenguaje?
Lo primero para evitar las “frases hechas”, es profundizar en lo que son. La doctora en Lingüística Liliana Vásquez-Rocca expone desde lo más básico. “Se pueden entender principalmente por tres premisas. En primer lugar, poseen una forma fija de expresión, que no varía, como por ejemplo las clásicas “animar la cueca” o “meter la pata”, “unidades fraseológicas”. En segundo lugar, su significado no es literal si no figurativo, es decir, lo que se dice nada tiene que ver con los significados propios de las palabras: “animar la cueca” no necesariamente se refiere al baile de la cueca, si no a incitar a la acción, según se declara en el Diccionario de uso del español de Chile del año 2020. Y, en tercer lugar, lo usa una comunidad lingüística: si no tiene un uso general, no se configura en “frase hecha”. Es decir, una persona por libre elección no podría instalar arbitrariamente una frase hecha si esa no se comparte en una comunidad”, señala.
La académica del Departamento de Humanidades de la Universidad Andrés Bello aclara que el uso inicial de las frases hechas tiene que ver con facilitar la comprensión, “en el sentido que estas frases condensan significados de manera más práctica. Se utilizan y surgen desde varios ámbitos como la vida común, la literatura, los medios de comunicación y redes sociales, en la medida en que un grupo de personas va estabilizando y usando esa frase y otorgándole el significado específico”, aclara la doctora Vásquez-Rocca. Y ojo: se usa en todas las clases sociales y edades de los hablantes, aun cuando en niñas y niños en menos común.
Uso… ¿y abuso?
Si bien la frase hecha (o lugar común, o cliché) es propia de todas las sociedades, “su uso desmedido en algunos contextos puede provocar la descontextualización de temas de los que se habla, o bien es un eufemismo que desvía el punto central de la atención”, advierte la doctora Liliana Vásquez-Rocca. “Muchas de estas frases pueden ser atractivas mediáticamente, o bien pueden generar atención en redes sociales, pero su uso no siempre aporta a la claridad de lo que se quiere decir. Sumado a lo anterior, el uso recurrente de frases hechas evidencia escasez léxica, es decir, un repertorio reducido del vocabulario hablante, pues el español es rico y variado en su composición léxica, lo que permite aportar un significado preciso si una persona utiliza las palabras adecuadas. También pienso que su uso indiscriminado podría estar planteando una concepción del “otro”, al que se está comunicando, como “tonto” o que “no puede entender fácilmente”, menospreciando al interlocutor”, opina la académica.
Ahora, no todo es del ámbito del refrán. Internet, redes sociales, traducciones, el periodismo mismo…. múltiples factores han concurrido para que las frases clichés se conviertan en estereotipos de uso común, ampliamente usados, verdaderas “muletillas” que poco aportan pero que, curiosamente, gozan “de buena salud” social.
La periodista Patricia Hernández Gutiérrez, coach ontológico senior de Newfield Consulting, realza la importancia del lenguaje en el desarrollo íntegro del ser humano. “El lenguaje nos constituye, produce acción, “mueve a”, genera respuesta en el otro. La frase hecha, o cliché, genera “emoción”, pero no acción… y sin acción no hay transformación, que es lo que busca el coach”, explica.
Ello a propósito del desempeño de muchos coaches, especialmente en los inicios de la disciplina (o que no cuentan con una formación muy sólida), quienes optaron por “maquetear” expresiones para su coachee (o “entrenado”) a fin de que éste pudiese moverse socialmente… sin mucho compromiso en su propio discurso. “Recordemos que los orígenes del coach provienen del deporte, como un “entrenador” de deportistas de alto rendimiento, lo que ha dado paso a una disciplina focalizada hoy en el entrenamiento de habilidades en todo ámbito de la vida. Por ello tenemos múltiples variantes, como ejecutivo, transformacional, vocacional, de equipos de trabajo… un apellido que se adecúa a cada proceso”, especifica.
Hernández, quien cuenta con más de 20 años de experiencia en el área de transformación del desarrollo organizacional, enfatiza en la plataforma ética del coach, no solo en cuanto a confidencialidad. “Claro que conocemos de coaches que recurren a la frase hecha en lo motivacional. Pero no pasa mucho con ello. No se modifica verdaderamente el mensaje, queda en las narrativa nada más, porque es una expresión de cartón, no es propia de la narrativa de la persona a quien le realizas el coach. Se debe tener en cuenta de que cada coachee es diferente, inclusive los grupos de trabajo a quienes se les ofrecen talleres: no sirven los “talleres maquetados”; tu acompañamiento debe ser a la medida de tales integrantes del equipo, del jefe, del momento en el que se desempeñan”, aclara Hernández.
Cambios en el tiempo
Testigo de cambios históricos en el periodismo local, Ernen Becerra Fuentes se dedicó a la corrección de pruebas en Diario El Sur, desde 1965 a 2007. Se inició en tiempos de linotipia, y jubiló con las redes sociales, presenciando la llegada de los medios online y los alternativos. Y si bien su función siempre fue revisar la falta de ortografía, “el pato” (carácter mal tipeado) o los problemas propios de la diagramación, también pudo observar cómo cambió la pluma de los periodistas… por múltiples razones, “simplificándose”.
“Corregí desde los textos del diario, de sus suplementos (Actual, La Gaceta, Tu Tiempo) los avisos económicos, los avisos clasificados, hasta listas del Servel. Trabajé junto a grandes figuras del periodismo local, como también con emergentes talentos. Y la redacción, en 30 años, cambió mucho”, expresa.
¿Cómo era antes? “Había más complejidad en la redacción, pero más creatividad, lo que evitaba caer en la eterna frade hecha. Todas las cuñas textuales, especialmente aquellas con contenidos más polémicos o que implicaban mayor responsabilidad de la fuente, eran identificados con un “SIC”. Ello evitaba confusiones… y se dejó de usar. Se recurría a más palabras, más adecuadas, lo que se complementaba con que el periodista se movía al sitio del suceso. Se usaba un lenguaje más rico, amplio, no necesariamente palabras rebuscadas, pero que enriquecían el hablar de los penquistas”, acota.
¿Qué pasó? “Por razones de inmediatez, de falta de espacio, el periodismo simplificó el lenguaje. Hay pocas instancias de reflexión, de profundización, todo es ahora, con falta de ortografías, mal uso de la gramática, de los tiempos verbales… pero instantáneo, como gran valor. La frase hecha se hace espacio, porque no necesitas creatividad, sino inmediatez. Y todos lo repiten. No solo en los medios, sino en todas partes, en las redes y en la vida cotidiana”, lamenta el también escritor, quien tiene a su haber premios literarios, especialmente en formato cuento.