Diálogo

Octubre, mes de la familia y la misión

Familias donde se viva la esperanza e infunda la confianza por sobre el miedo, la incertidumbre o la tristeza; familias donde el amor de unos por otros sea el motor de su entrega cotidiana; familias donde se manifieste la ternura, la escucha mutua, la consideración y el perdón, generan luz y transforman el mundo.

+ Bernardo Álvarez Tapia

La familia es un don de Dios, un regalo pensado y querido que nace de su mano creadora, cuya misión consiste en ser expresión de su amor. La familia ha sido querida y creada por Dios; es el lugar donde experimentamos, o estamos llamados a experimentar, los sentimientos y virtudes más grandes y nobles que configuran a la persona. El amor, el respeto, la humildad, la paciencia, la gratitud, la generosidad, el perdón, la justicia, la rectitud, entre otras, se enseñan y aprenden desde la más tierna infancia en las relaciones que se dan en el hogar.

La familia es una misión permanente. En tiempos donde se promueve una cultura profundamente individualista, con los menos vínculos posibles que generen responsabilidad, dedicación o donación, la propuesta de vida familiar según el Evangelio tiene mucho que aportar. Familias donde se viva la esperanza e infunda la confianza por sobre el miedo, la incertidumbre o la tristeza; familias donde el amor de unos por otros sea el motor de su entrega cotidiana; familias donde se manifieste la ternura, la escucha mutua, la consideración y el perdón, generan luz y transforman el mundo.

Todas las grandes tragedias que son fruto de la libertad humana y que tanto dolor nos provocan —las guerras, la violencia, la corrupción, la narcocultura, las injusticias, el maltrato, los abusos, etc.—, todas y cada una de ellas se pueden contrarrestar o mejorar con una fecunda vida familiar según el proyecto de Dios. Es necesario cultivar con mayor conciencia la vida familiar y de fe en nuestra sociedad. No olvidemos la enseñanza de Jesús en el Sermón de la Montaña: “Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos” (Mt 7, 18).

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