Potenciar el desarrollo socioemocional de estudiantes de la región a través del contacto con la naturaleza y el encuentro con otros es el objetivo de la fundación creada por el ingeniero civil industrial. Despliegan su labor en playas, caletas, en la montaña, parques nacionales e incluso en la Laguna Grande de San Pedro de la Paz, donde los beneficiarios se conectan consigo mismos y aprenden con y de sus pares.
Por Cecilia Díaz R.
Niños que disfrutan por primera vez de la nieve. Estudiantes que llegan hasta Cocholgüe para aprender deportes acuáticos. Todos conectados con sus emociones y la naturaleza. Eso y más ofrece Nieve para Todos – Chile Trasciende, una fundación que hace más de cinco años apoya el desarrollo socioemocional de estudiantes que han crecido con escasas oportunidades. El impulsor y director ejecutivo es el ingeniero civil industrial Vicente Reyes Vásquez que, con un entusiasmo contagioso, se ha involucrado en una iniciativa que ha beneficiado a miles de estudiantes de la región.
Con el aporte de fondos públicos y también de privados, la fundación se ha dado por misión ser una herramienta social y educativa que brinde superación y crecimiento personal a las y los estudiantes de Chile, a través de la conexión y sensibilización con su entorno natural.
– ¿Qué te movió a crear esta fundación?
– Desde bien pequeño, gracias a mi madre y a mi abuela, pude conocer realidades que otros niños vivían, que eran distintas a la mía, con carencias y ahí pude darme cuenta un poquito de los privilegios que tenía por haber nacido en la familia que nací. Así fui descubriendo un camino con distintos voluntariados, participé en Techo para Chile, participé de colectas para fundaciones, y después en la universidad también de un voluntariado que se llama Sonríe, donde trabajan estudiantes de distintas carreras. Tuve varias experiencias de joven, en torno a ayudar a otros.
– ¿De qué manera esta fundación aborda el trabajo con los niños, que sea algo distinto a la labor que hacen otras organizaciones?
– Lo que hacemos es que diseñamos y ejecutamos experiencias de aprendizaje socioemocional para niños de comunidades de alta vulnerabilidad, para que ellos puedan trabajar esta herramienta y también formarse en liderazgo estudiantil a través de la práctica del deporte al aire libre, en contacto con la naturaleza. Entonces, el estudiante practica un deporte novedoso, nosotros ocupamos ese atributo de novedad para que el estudiante pueda conectar consigo mismo, para que pueda conocer a estudiantes de otras comunas, por ejemplo, y para que pueda fortalecer el sentido de pertenencia que tiene con su propio territorio.
Comenta que, por ejemplo, algunos niños visitan el mar por primera vez, otros aprenden a nadar, “la gran mayoría va a la nieve por primera vez y también aprenden a andar en esquí o en snowboard, conocen su volcán, vamos al volcán Antuco, conocen su parque nacional, se dan cuenta de que dentro del parque nacional de la Laguna Laja hay una laguna. Van conociendo su territorio a través de estos programas, donde trabajamos herramientas de habilidades socioemocionales que hoy tanto se necesitan”.
Aporte a profesores
– ¿Trabajan solo con los estudiantes?
– No solamente trabajamos con los estudiantes de estas comunidades donde intervenimos, sino que también con los docentes. Y los docentes se forman en nuestra propia metodología, la cual hemos creado y validado en los últimos cinco años y medio que llevamos trabajando como fundación. El profesor adquiere herramientas para poder trabajar habilidades socioemocionales con sus estudiantes y, de esta forma, instauramos capacidades en las comunidades intervenidas.
– ¿Cómo hicieron la metodología? ¿Quién la diseñó y de qué manera la validaron?
– Llevamos cinco años y medio funcionando y hemos postulado a distintos fondos concursables. Hemos postulado a fondos privados, a fondos públicos, y gracias al financiamiento que hemos obtenido a través de, por ejemplo, la Fundación Mustakis o el mismo Corfo, hemos levantado el dinero suficiente para poder reunir a profesionales expertos en esta temática, en educación, docentes, psicólogos, con especialidades en habilidades socioemocionales y hemos realizado distintos trabajos con docentes del área pública. Primero levantamos las necesidades. Nos reunimos con más de 60 profesores de educación pública y les preguntamos cuáles eran sus necesidades para trabajar habilidades socioemocionales con sus estudiantes. Levantamos la información de cuántas herramientas tienen hoy, son poquísimas. Levantamos las necesidades que tienen, contrastado con la realidad en la cual ellos están insertos; sumándoles la carga laboral docente, la exigencia de los apoderados, los entornos disfuncionales de los que los estudiantes provienen. Y en base a eso creamos una metodología. Esta metodología también se respalda en otras metodologías, sobre todo en la metodología Casel, que hoy es uno de los referentes en habilidades socioemocionales en el mundo.
El método Casel apunta al desarrollo de cinco competencias socioemocionales: autoconocimiento, autogestión, conciencia social, habilidad relacional y toma de decisiones responsables.
– ¿Cómo miden el impacto que generan en los estudiantes?
– Trabajamos con distintas herramientas validadas para el rango etario de los beneficiarios con los que trabajamos, medimos principalmente autoestima, bienestar, habilidades socioemocionales y sentido de pertenencia al territorio. Esto lo hacemos antes y después del programa.
Efecto multiplicador
En la actualidad la fundación está desarrollando un gran programa que involucra a 1.100 estudiantes de primero medio de ocho comunas de la Región del Biobío, además de formar a 64 docentes. Vicente puntualiza que se enfocan en alumnos de primero medio, porque es un nivel con alta deserción. El proyecto, con financiamiento del Gobierno Regional del Biobío, se implementará durante dos años para impactar en cuatro generaciones. Un aspecto novedoso es que los propios compañeros de curso escogen al estudiante que participará en el programa, adolescente que luego tiene la misión de transmitir su experiencia y así lograr un efecto multiplicador.
En la actualidad la fundación está desarrollando un gran programa que involucra a 1.100 estudiantes de primero medio de ocho comunas de la Región del Biobío, además de formar a 64 docentes.
– Trabajan con estudiantes con muchas carencias que, de seguro, tienen déficits en los aprendizajes, ¿por qué se centran en lo emocional?
– Nos basamos en lo socioemocional porque es la base del ser humano en el sentido de cómo desde ahí yo gestiono todas mis acciones. Por ejemplo, el modelo que nosotros practicamos, que como te decía, se basa en el modelo de Casel, que habla de la autoconciencia, del autocontrol, de la toma de decisiones responsables, también de habilidades para relacionarse. Esas son las bases que nosotros utilizamos como habilidades socioemocionales para que los estudiantes se puedan desenvolver en el medio.
Agrega: “si yo puedo trabajar el autocontrol, si tengo una conciencia social de quienes me rodean, si tengo autoconciencia, yo puedo percibir mis emociones, puedo identificarlas, puedo lidiar mejor con ellas. Si tengo habilidades o trabajo habilidades para relacionarme, y tomo decisiones de forma responsable, todo eso será un tremendo cimiento para ser un mejor alumno, un mejor compañero, un mejor hijo. Por eso nosotros trabajamos las habilidades socioemocionales, que es la base del ser humano para poder lidiar consigo mismo y con los demás”.
– ¿Eso implicaría que incluso el estudiante pueda mejorar su rendimiento académico, lo que le permitiría tener un mejor futuro?
– Eso declaran los profesores. Declaran que la metodología que ellos aprenden, ellos al vivenciarla, al aprenderla, al capacitarla y luego al aplicarla, declaran que aporta incluso al rendimiento académico de los estudiantes. Ellos trabajan, por ejemplo, el interés en asistir al colegio, vuelven el entorno de la clase como un lugar seguro, un lugar de validación, un lugar de respeto, un lugar de celebración para los estudiantes.
“Tenemos una red de más de 40 voluntarios activos y todos son jóvenes, profesionales que conocieron nuestra fundación y pudieron ver una oportunidad para poder poner sus herramientas personales y profesionales al servicio de los demás”
– ¿Con cuántos estudiantes han trabajado en los años que lleva la fundación?
– Hemos beneficiado a más de 1.500 estudiantes de distintas comunidades vulnerables, especialmente del Biobío. También hemos trabajado un poquito en La Araucanía, con ciertas escuelas rurales.
– ¿Consideras que profesionales como tú tienen interés en aportar a la sociedad a través de este tipo de acciones o ves indiferencia en los jóvenes que, como dijiste, han tenido mayores oportunidades?
– Creo que, en todos los niveles sociales, la gente quiere ayudar, hay más gente buena que mala, muchos quieren ayudar, sobre todo jóvenes, pero no saben dónde, no saben cómo, no saben cuándo, o quizás no les resuenan las iniciativas que conocen. Algunos jóvenes no están ayudando como quisieran por falta de conocimiento de las iniciativas que existen. Hoy, por ejemplo, tenemos una red de más de 40 voluntarios activos y todos son jóvenes, profesionales, que han estudiado distintas carreras y provienen de distintos estratos socioeconómicos, pero que conocieron nuestra fundación y pudieron ver una oportunidad para poder poner sus herramientas personales y profesionales al servicio de los demás.