Diálogo

La importancia de estudios y cultivo de las disciplinas humanas: ¿Qué pasa con las humanidades?

Diversas disciplinas relacionadas con la cultura y el desarrollo intelectual, han quedado postergadas en una sociedad que ha priorizado la utilidad y lo práctico. Por Carolina Astudillo M. Las artes, la historia, la literatura. Ellas son solo parte de diversas ciencias y disciplinas que, en la sociedad actual, han ido ocupando un sitio secundario. A […]


Diversas disciplinas relacionadas con la cultura y el desarrollo intelectual, han quedado postergadas en una sociedad que ha priorizado la utilidad y lo práctico.


Por Carolina Astudillo M.

Las artes, la historia, la literatura. Ellas son solo parte de diversas ciencias y disciplinas que, en la sociedad actual, han ido ocupando un sitio secundario. A veces decorativo o de grupos pequeños de personas. Este tema aparece cada cierto tiempo, cuando alguna situación demuestra la importancia de las humanidades, y el efecto que puede tener que ellas estén ausentes en la formación integral de las personas.

Sin duda, una sociedad más individualista y práctica, ha dado más valor a los estudios de áreas más utilitarias, que permitan el alcance del “éxito” de manera más rápida -bajo un concepto de éxito también más individual y práctico-, olvidando la complementariedad que otorga el cultivo de las humanidades -disciplinas que caracterizaban además a las civilizaciones que dieron origen a Occidente.

Para el Dr. David Solís, Vicedecano de la Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, la causa de la crisis de las humanidades estaría en que la educación “ha dejado poco a poco de entenderse como una experiencia de formación intelectual, moral y política para que los ciudadanos conduzcan la historia de sus pueblos hacia el bien común y la fraternidad”. El académico explica que cuando la educación está orientada a esos fines, las humanidades juegan un rol importante, al complementar el saber científico, entregando un espacio de reflexión sobre los distintos aspectos de lo humano: “una reflexión sobre el sentido de la vida, una comprensión de su contexto histórico y de su lengua, una noción de justicia, moralidad y belleza, entre otras cosas”.

¿Es eso visible en la sociedad actual? Nuestra cultura -indica Solís-, promueve más bien, una educación “subordinada a ‘fabricar’ un profesional que se adapte a las necesidades del avance técnico y económico. El criterio de formación no responde a la pregunta de qué tipo de personas y qué tipo de sociedad queremos. Cada vez más se educa en base a la pregunta sobre qué es lo que necesita la economía empujada por la técnica para seguir avanzando vertiginosamente”.

De ese modo, peligrosamente y salvo algunas excepciones, el individuo no es educado como un ciudadano promotor del bien común, sino como un funcionario productivo.

“Una sociedad más individualista y práctica, ha dado más valor a los estudios de áreas más utilitarias, que permitan el alcance del “éxito” de manera más rápida -bajo un concepto de éxito también más individual y práctico”.

La primacía de lo práctico

Algunos acusan a las humanidades de falta de rigor, en comparación a las ciencias, lo que a juicio del Dr. Solís, es muestra de una gran ignorancia. “Un soneto de Shakespeare o un cuento de Kafka requieren tanto rigor, o más, que para corroborar una hipótesis científica. Se ha dicho también que las humanidades se pueden dejar inundar por la ideología y la arbitrariedad, lo que en algunos casos actuales es verdad. Sin embargo, muchas veces los que así argumentan, parecieran desconocer que la ciencia también ha tenido grandes tropiezos (piénsese en la frenología, la personología o la hipótesis del flogisto) y no siempre ha actuado con la neutralidad que se proclama. Sin embargo, nadie se atrevería a argumentar en serio en contra de su veracidad y utilidad sólo por haberse equivocado alguna vez” enfatiza el filósofo.

“Se cuestiona a las humanidades porque la humanidad misma está en cuestión. No sé si habrá existido otra época en la historia en la que ha habido más intentos de superar a toda costa lo humano, por medio de la ingeniería genética, el ideal de cyborg, el transhumanismo, la inteligencia artificial, etc” .

No obstante, esto no se traduce en el rechazo de la técnica sino más bien, es una alerta por observar que la subordinación de la vida humana a criterios técnicos y económicos. El especialista indica un ejemplo: “El violín, en cuanto instrumento, por ejemplo, es una prolongación y amplificación de las capacidades de nuestro cuerpo. Sin embargo, un dispositivo electrónico en nuestro cerebro para dormir menos y producir más, no es una prolongación de nuestras capacidades, sino una sumisión de estas a una lógica de maximización del rendimiento y la productividad. Pareciera, a primera vista, un aumento de capacidades, pero, en el fondo, no es sino un aumento de la dependencia de nuestras capacidades a un criterio ajeno a la promoción de lo humano y su plenitud”.

El espacio creativo

Las humanidades siempre han sido un espacio para crear y pensar en nuestra condición en el mundo: el nacimiento, la muerte, la guerra, el amor, la enfermedad, la muerte, la justicia, el dolor. Una sociedad donde las humanidades son prioritarias “puede tomar las riendas de su destino” declara David Solís, dejando claro que la literatura, la filosofía, o la historiografía no son meras diversiones, sino serios cuestionamientos acerca de la condición humana. “Como decía Nietzsche, los pensamientos que mueven al mundo caminan con pies de paloma, silenciosa y sigilosamente. La abolición de la esclavitud, por ejemplo, algo que nos parece obvio hoy en día, demoró siglos en aceptarse, y no hubiese ocurrido si desde el derecho, la teología, la filosofía y la literatura no se hubiesen abocado a ello y declamado en todas direcciones por la libertad humana”.

El propio concepto de “Libertad”, señala el Doctor en Filosofía, es una palabra que primero fue pensada “desde las humanidades, no la ciencia, con todo el respeto que nos merecen éstas últimas. Si quitamos las humanidades, es difícil imaginar cuántos pensamientos, y otros gritos, que nos permitan avanzar pueden quedar ahogados y anulados”.

“Las humanidades por sí solas no podrían producir alimento para millones de personas o curar enfermedades, pero las ciencias sin reflexión ética, por ejemplo, podrían llevarnos a un avance ciego y un destino irreflexivo”.

Dr. David Solís, Vicedecano de la Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía UCSC.

La formación transversal

Ni humanidades aisladas, ni ciencia y tecnologías aisladas. La formación debe ser transversal. “Las humanidades por sí solas no podrían producir alimento para millones de personas o curar enfermedades, pero las ciencias sin reflexión ética, por ejemplo, podrían llevarnos a un avance ciego y un destino irreflexivo. Cuando se escucha afirmar que algunos investigadores les interesaría realizar clonación de seres humanos por mera curiosidad científica o que se proyectan armas nucleares aún más potentes, considerando que las que ya existen podrían volar la tierra varias veces, se puede visualizar hasta dónde nos podría llevar una ciencia que avanza ciega, inorgánicamente, sin control ético y político, sin sabiduría humana, simplemente”.

En el inicio de la modernidad, Pascal, Newton, Galileo, Leibniz, Descartes, entre otros, podían ser grandes científicos y humanistas a la vez. Tal vez deberíamos volver a aprender de estos viejos humanistas y científicos que mostraban al mundo nuevas formas de calcular y medir, pero orientadas con una finalidad moral y de promoción de la felicidad. Esta necesidad de no separar nuestro actuar técnico-científico del actuar moral y humanista lo sintetiza bien, me parece, el imperativo propuesto por el filósofo Hans Jonas: ‘Obra de tal manera que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida auténticamente humana sobre la Tierra’” expresa de manera más optimista el académico

Por ello, cultivar las humanidades es algo que podemos hacer en familia. Solís grafica el modo de operar un cambio, con una situación cotidiana “En ocasiones, he observado cómo en un hogar cuando se enciende una pantalla, la familia tiende a quedarse en silencio. Creen estar unidos entre sí en ese momento observando lo mismo, pero sólo están unidos a lo que se dice y recibe en la pantalla. Sin embargo, los prisioneros no están unidos porque los una la misma cadena. Lo primero es desintoxicarse un poco de esas pantallas, no abandonarlas, pero sí descansar de ellas un rato. Y en ese espacio de tiempo sobrante, simplemente, conversar o, más bien, pensar juntos. Como decía San Agustín, sólo se conoce dentro de una amistad, sólo pensamos en comunión. Guy Debord ha dicho alguna vez que no habría lógica sin dia-lógica. Llegamos a pensar por nosotros mismos cuando empezamos pensando junto a otros”.