Diálogo

José María Lassalle, escritor y exministro español:“El valor que aporta el trabajo humano al PIB es cada vez menor”

La inteligencia artificial impactará fuertemente en profesionales como médicos, arquitectos, ingenieros, periodistas y otros, que han conformado la clase media. Aquello abre insospechados escenarios en que se verán debilitados los segmentos que han sustentado las democracias.


La inteligencia artificial impactará fuertemente en profesionales como médicos, arquitectos, ingenieros, periodistas y otros, que han conformado la clase media. Aquello abre insospechados escenarios en que se verán debilitados los segmentos que han sustentado las democracias.


Por Cecilia Díaz R.

¿En qué trabajaremos? Y si no los hacemos, ¿nos dedicaremos al ocio? ¿Quién sustentará nuestra vida? ¿Necesitaremos una renta básica universal? ¿Quién la pagará? Son todas preguntas que nos plantea el desarrollo de la inteligencia artificial que vino para cambiar el mundo y las relaciones entre los seres humanos.

Para abordar el desafiante panorama que tenemos por delante un camino es potenciar el estudio de las humanidades, plantea el académico y escritor José María Lassalle. Precisamente el exsecretario de Estado del gobierno español y autor de libros como “Ciberleviatán” y “Civilización Artificial”, estuvo en la Universidad San Sebastián para presentar País Humanista, el nuevo centro de la USS, cuyo objetivo es reflexionar sobre las grandes interrogantes que surgen en el mundo actual. En la oportunidad conversó con Diálogo sobre los riesgos que implica la IA y los cambios sociales que se avecinan.

– ¿A qué riesgo nos enfrentamos frente al desarrollo de la inteligencia artificial pensando en la población en general?

– Es una tecnología que nos puede sustituir en nuestros trabajos, sobre todo en aquellos que tienen más que ver con el uso de nuestra inteligencia.

– ¿Hay segmentos de la población que estén en mayor riesgo que otros? Me refiero, por ejemplo, a la clase media, a cierto tipo de profesionales, a algunos técnicos.

– Precisamente las clases más trabajadoras que tienen que ver con el uso manual de una actividad están menos expuestas. De hecho, recientemente OpenAI, que es una empresa que se dedica a la inteligencia artificial, publicaba cuáles eran las empresas o los ámbitos de actividad que se iban a ver menos afectados. Y eran carniceros, plomeros, oficios tradicionales, en los que la inteligencia artificial no va a operar. Sin embargo, donde va a ser realmente cada vez más relevante es en el ámbito de los trabajos intelectuales, aquellos en los que la inteligencia acompaña la toma de decisiones. Estamos hablando de arquitectos, de ingenieros, de abogados, de médicos, de profesiones que han sustentado la clase media.

– ¿Eso implicaría un riesgo para la clase media? ¿Y de ahí un riesgo para las sociedades, para el desarrollo de la democracia?

– De hecho, ya lo está siendo porque una parte fundamental del malestar de las clases medias, que es lo que alimenta los populismos, se debe a que no somos capaces de identificar muy bien qué es lo que pasa con ellas. Pero lo que pasa con ellas es que su capacidad adquisitiva es cada vez menor. Y no por la inflación, sino porque sus ingresos son cada vez menores.

“Tenemos la sensación de que los hijos van a vivir del patrimonio que hereden de sus padres. Incluso los padres comienzan a ayudar a sus hijos a poder mantener el estatus de la clase media”.

– ¿A qué se debe esto?

– A la transformación digital de los entornos de empleabilidad en los que se desenvuelve su trabajo, donde se establece el valor del trabajo humano. De hecho, en el Producto Interno Bruto de las economías automatizadas del mundo, el valor del trabajo humano cada vez es más reducido.

– ¿Y eso en qué le puede afectar a las sociedades? ¿Qué riesgos enfrentaremos?

– Pues puede tener que ver con la expansión de los populismos, porque la clase media es lo que ha salvaguardado el ascenso social y la posibilidad de que el progreso y el futuro estuvieran abiertos a todas las clases sociales. Entre otras, el acceso a la educación era una herramienta de progreso social para las clases más desfavorecidas. Y esa realidad se puede ver amenazada. Y eso es lo que está explicando por qué los populismos de extrema derecha son más importantes que los de extrema izquierda, porque ya no es la clase trabajadora la que reclama justicia, sino que son las clases medias. Y justicia es la prosperidad del pasado.

Padres que ayudan a sus hijos

El académico español plantea que no hay expectativas de que la situación vaya a mejorar.  “Tenemos la sensación de que los hijos van a vivir del patrimonio que hereden de sus padres. Incluso los padres comienzan a ayudar a sus hijos a poder mantener el estatus de la clase media”.

– ¿Esta es la primera generación en que los hijos no van a estar mejor que sus padres?

– Efectivamente. Y eso nos lleva a pensar que el futuro ha desaparecido del imaginario colectivo. Y eso, primero, cancela los fundamentos morales de la democracia, porque la democracia liberal, tal y como la hemos entendido, lo que hace es siempre trabajar por la expectativa de que, desarrollando políticas públicas orientadas hacia la protección de la libertad y la garantización de la igualdad, se garantizaba o se lograba, mejor dicho, un progreso social sobre el futuro y sobre una apuesta que tenía que ver con las generaciones más jóvenes. Y esa realidad es la que se está rompiendo.

– Procesos como el actual, ¿no han sucedido en otros momentos de la historia, por ejemplo, la revolución industrial? ¿O esto es absolutamente distinto a lo que ha ocurrido en la historia?

– La revolución industrial introdujo la máquina a vapor que liberó al ser humano del trabajo físico más duro. Se generó una mecánica automatizada de generación de cosas, que forzaron el desarrollo de mecanismos de demanda de consumo, que solo podía proporcionarse si aumentaba la gente con niveles de recursos que solo la clase media podía proporcionar. Y eso es lo que fundamenta que la clase media comience a universalizarse y que la prosperidad se canalice fundamentalmente a través de ella. Y que la clase media engrose, crezca y se proyecte, y actúe como un colágeno que ensambla las clases altas y las clases bajas. Esa realidad es la que está siendo comprometida en estos momentos, porque la inteligencia artificial nos libera de trabajar intelectualmente. Y si no trabajamos físicamente y no trabajamos intelectualmente, ¿de qué trabajamos? Y si no trabajamos, ¿nos dedicamos al ocio? ¿Y quién sustenta nuestra vida? ¿Quién es la entidad instalada en el ocio? ¿Necesitamos una renta básica universal? ¿Y quién la paga? Es decir, entramos en una serie de escenarios extraordinariamente complejos de gestionar.

– ¿Y esto usted lo proyecta en cuánto tiempo? En Chile se ve como una discusión lejana de países desarrollados, que se trata de asuntos que van a tardar en llegar a un país como el nuestro.

– Chile es un país desarrollado. Y tiene estándares de acuerdo con la OCDE de un país avanzado, con sus desigualdades, como pueden padecer otras sociedades desarrolladas.

Pero con los niveles de renta y de prosperidad que identifican una economía desarrollada y que además se automatiza. Es decir, va introduciendo la transformación digital en las fuentes de generación de su prosperidad. Por lo tanto, Chile va a padecerlo como lo estamos padeciendo todos. De hecho, ya lo está padeciendo. Porque, como decía, el valor que aporta el trabajo humano al PIB de su economía es cada vez menor. Y eso repercute en que alguien está acumulando la prosperidad. Y ese alguien no son los segmentos de las clases medias. Tampoco las trabajadoras, sino que son unos pocos que dominan las grandes corporaciones tecnológicas, las plataformas…

“El valor que aporta el trabajo humano al PIB es cada vez menor. Y eso repercute en que alguien está acumulando la prosperidad. Y ese alguien no son los segmentos de las clases medias. Tampoco las trabajadoras, sino que son unos pocos que dominan las grandes corporaciones tecnológicas”.

– ¿Los dueños del capital?

– Del nuevo capital, porque ya no es un capital financiero o un capital industrial. Es un capital algorítmico. Es decir, quien domina el algoritmo que gestiona la información que se traduce en conocimiento a través de una plataforma como Netflix o de una plataforma como Uber, pues se lo lleva todo.

 Artes y cuidados

– ¿Qué va a pasar con el desarrollo de las artes? ¿Qué cambio va a haber ahí? ¿En ese ámbito el ser humano es irreemplazable?

– Debería ser irreemplazable, pero va a tener que convivir con inteligencias artificiales que también van a disputarle al ser humano la creatividad. Sin embargo, yo ahí creo que el ser humano tiene una capacidad de competencia creativa, pero a nivel cualitativo. El problema está en toda la gente que quiera dedicarse a la creatividad basándose en inteligencia artificial, porque va a incorporar patrones muy igualitarios que no singularizan la creatividad, sino que la estandarizan. Y eso limita el valor real que tiene la creatividad humana. Pero la limitan muy selectivamente, es decir, creo que ese es un ámbito en el que puede darse una hibridación interesante entre la inteligencia humana y la inteligencia artificial.

– ¿Y en qué otro aspecto seríamos irreemplazables?

– Bueno, pues yo creo que somos irreemplazables, por empezar, en el mundo de los cuidados. Es decir, curiosamente, por ejemplo, en esa educación primaria que debe ser una educación de cuidados para que nuestros hijos vayan aprendiendo a ser irreemplazables en su relación con las máquinas. Y eso se podrá dar si aprenden a poner distancia respecto de la dependencia de la máquina.