Diálogo

La austeridad como forma de vida

La oferta material invita a la felicidad, sin embargo, claramente no logra suplir la carencia afectiva de las personas “bombardeadas” por las promesas del consumir. Quizás es momento de buscar dentro del ser las respuestas que, definitivamente, afuera no serán fáciles de hallar. Por Paulina Pérez D. En una sociedad de consumo desatado como la […]


La oferta material invita a la felicidad, sin embargo, claramente no logra suplir la carencia afectiva de las personas “bombardeadas” por las promesas del consumir. Quizás es momento de buscar dentro del ser las respuestas que, definitivamente, afuera no serán fáciles de hallar.


Por Paulina Pérez D.

En una sociedad de consumo desatado como la occidental, pudiese resultar bizarro hablar de la virtud de la “austeridad”, valor que se contrapone de lleno a la acumulación de riquezas y al “tener” desmedido. Sin embargo, se hace cada vez más necesario volver la mirada hacia ella, dado que el modelo imperante, si bien garantiza l

a satisfacción de la mayoría de las necesidades, no soluciona un problema inherente al hombre: la soledad del espíritu.

“Al enseñar a los niños principios y valores, moldeamos sus mentes en moral y ética, para que puedan determinar en consciencia lo correcto dentro de un entorno social, pudiendo compartir, empatizar y cooperar. Ello involucra a la austeridad”, señala el psicólogo clínico Carlos Lizama, quien además se desempeña como psicólogo educacional. “Las expectativas irreales en cuanto a lo material generan frustración, debido al alto nivel de exigencia y distanciamiento de metas concretas. Además del inmediatismo social, que nos ha inculcado la nueva cultura occidental. Por ello, una forma correcta de vivir esta falacia es la austeridad, allí cobra particular valor”, expresa.

La crianza al alero de una vida modesta (que no necesariamente ha de corresponder a la pobreza material, sino más bien a un estilo de vivir acorde a solo lo necesario, con el foco en lo humano, la vivencia, los valores) sin duda debe establecerse desde la infancia, y con el ejemplo. Cuando un joven esté inserto en un mundo competitivo y de consumo, será absurdo y “tardío” orientarlo a esta virtud.

Austeridad y libertad

“Es importante hablar de austeridad en la actualidad, desde un enfoque de volver a nosotros mismos, a nuestra esencia, a vivir desde una manera más sencilla, valorando las cosas pequeñas. Estar constantemente pensando en lo material, en las cosas que no tengo, en las cosas que me faltan, genera un desgaste emocional tremendo para cada persona, muchas veces creando un “malestar emocional” que las personas no pueden manejar”, afirma Ana Laura Molina, también psicóloga clínica, quien se desempeña en el Cesfam Los Cerros de Talcahuano. “Vemos personas con mucho estrés, con mucha ansiedad, con síntomas depresivos, inclusive, porque no pueden conseguir cosas que desean o bien porque se enfocan la realidad material de otra persona. Por ello, es muy importante poder hablar del tema en familia, para poder educar en una vida más tranquila, más sencilla, disfrutando el presente con gratitud”, manifiesta la profesional.

Para el profesor de Filosofía de la Facultad de Psicología y Humanidades de la Universidad San Sebastián, Camilo Matías Quilapán, la austeridad involucra un cierto sentido de “pobreza” en dos aspectos: ya en el tener, ya en el usar. “El no poseer más de lo que se necesita para la vida fue remarcado por el estoicismo antiguo, cristalizado en occidente por el cristianismo, el que llega a hablar de una “santa pobreza. Sin embargo, este “no poseer” no se constituye en una auténtica austeridad si no se acompaña con el usar”, advierte.

“Es importante hablar de austeridad en la actualidad, desde un enfoque de volver a nosotros mismos, a nuestra esencia, a vivir desde una manera más sencilla, valorando las cosas pequeñas”

Ana Laura Molina, psicóloga

“Puedo, por ejemplo, no gastar más de la cuenta, pero si aun así me encuentro “atado” a mis pocas posesiones, entonces no soy austero. La austeridad se constituye de esta manera como una cualidad, más específicamente una virtud, por lo que se le asigna, se tiene y se usa de las cosas según lo que son cada una de ellas. En este sentido, podemos decir que un valor particular de la austeridad radica es que conjuga a un conjunto de cualidades y virtudes esenciales para la persona humana, a saber, el conocimiento de la verdad, la elección de lo verdaderamente bueno, la templanza en el uso de los bienes y la fortaleza para resistir frente a la real atracción que presenta el poder tener y usar de las cosas sin mayor límite”, dice Matías.

La austeridad de Cristo

Si hay una figura que se asocia con el concepto de austeridad, es Jesucristo, que según explica el presbítero Pedro Gómez, se vincula a la virtud de la “pobreza evangélica”. “Su ejemplo buscaba diferenciarse de la actitud que tenían los líderes religiosos de su tiempo, como era el grupo de los fariseos o los sumos sacerdotes, relacionados con grupos de poder, con reyes. Y solían llevar una vida bastante ostentosa”, narra el religioso. Jesús siempre dejó muy en claro de que las riquezas de verdad están en el cielo, en otro plano, “llamando a no confundirse con la acumulación de riquezas, en la tierra”, agrega.

“El conflicto no tiene que ver con tener, con trabajar de manera honesta para dar comodidades a nuestros seres queridos. El discurso de Cristo tiene que ver con atesorar, acumular, en perjuicio de los más pobres, privando a otros de dignidad. Ello debería llamarnos la atención, sacudirnos la conciencia”, afirma el presbítero y académico de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, quien diferencia entre austeridad/pobreza de “miseria”. “Dios no quiere que vivamos en la miseria. Y si se dan situaciones de miseria, es porque hay una de injusticia social. Eso es inmoral”, puntualiza.

“Yo creo que debemos hacer un mea culpa como sociedad. Nos hemos dejado tentar falsamente, con luces ilusorias. El Papa Francisco, en su Encíclica Laudato Si´, se refiere a este fenómeno como una especie de voracidad por consumir, como una programación del cerebro. Y lo que tenemos que hacer como sociedad, para ser más felices, es justamente atender a nuestros corazones”, concluye.