Los efectos de la disminución que están experimentando las jerarquías y los líderes en su capacidad para ejercer control, influencia y respeto en sus grupos y en la sociedad.
Por Carolina Astudillo M.
“Todo es veneno, nada es veneno” cuenta el dicho. Y hay un ámbito donde se puede dar ejemplo de ello: las jerarquías y la figura de una autoridad. Sin duda, tienen un rol que jugar en distintos niveles de nuestra vida social: en la familia, en el trabajo, en la comunidad y la sociedad. Su clara presencia podría otorgar claridad, orden o estabilidad, y si es una presencia más diluida, podría promover la autonomía y creatividad. Pero sin ella, las instituciones ya nombradas se ven afectadas, y de diversas formas.
Una figura puesta en duda
Decir “autoridad” hoy en día, parece traer a la imagen mental una figura en pleno cuestionamiento. Públicamente, se cuestionan las figuras políticas -con o sin argumentos legítimos-; en los ámbitos profesionales, se confía más en la opinión de pares o redes sociales que de lo que expone algún especialista -ha ocurrido en pandemia con campañas antivacunas, o se busca desacreditar a especialistas en distintos campos, desde veredas sin mayor conocimiento-; y en espacios más privados, el individualismo o la competencia anula el reconocimiento de la experiencia de otros, o se desconoce la figura formadora de padres o madres en el núcleo familiar.
Esta situación es lo que se denomina la crisis de la autoridad, un concepto que, desde la psicología, desempeña un papel fundamental en diversos aspectos del desarrollo humano y la vida diaria. El psicólogo Cristian Neira, académico de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, lo explica con el ejemplo de algunas jerarquías presentes en el día a día: “en la crianza, los padres establecen límites y valores para fomentar la autonomía de sus hijos. En el ámbito educativo, los docentes guían el aprendizaje y mantienen el orden en el aula, creando un ambiente de respeto. En los entornos laborales, los líderes organizacionales orientan y asignan tareas, lo que impacta directamente en la productividad y el bienestar en el trabajo. En las relaciones interpersonales, el liderazgo influye en la toma de decisiones y la resolución de conflictos en grupos sociales y familiares. Además, en la atención sanitaria, los profesionales médicos brindan orientación y tratamiento, lo que tiene un efecto significativo en las decisiones relacionadas con el bienestar emocional. En resumen, la autoridad proporciona estructura y liderazgo, pero su ejercicio debe ser ético y respetuoso para fomentar relaciones saludables y un desarrollo positivo”.
“La autoridad proporciona estructura y liderazgo, pero su ejercicio debe ser ético y respetuoso para fomentar relaciones saludables y un desarrollo positivo”
Dr. Cristian Neira, psicólogo académico UCSC
Este último factor, indica una característica relevante: ejercer la jerarquía manera ética y respetuosa. Cuando no es así, se configura uno de los motivos de esa pérdida o crisis de autoridad, pero actualmente se suman diversas causas. Cristian Neira, quien es además Doctor en Teoría e investigación del Comportamiento, detalla que las figuras tradicionalmente vistas como autoridades, tales como padres, maestros, líderes comunitarios y políticos, “están experimentando una disminución en su capacidad para ejercer control, influencia y respeto en sus respectivos ámbitos. Esta crisis se refleja en comportamientos como la resistencia o desafío a la autoridad, desconfianza y escepticismo hacia las figuras autoritarias, falta de cooperación, conflictos interpersonales y una mayor fragmentación social”.
A juicio del experto existen varias causas psicosociales que pueden explicar esta pérdida de autoridad: “En el contexto familiar, el aumento de las familias monoparentales y la participación laboral de ambos progenitores han alterado las formas tradicionales de ejercicio de la autoridad en el hogar. En el desarrollo infantil, los enfoques educativos y de crianza más permisivos y centrados en el niño, aunque bien intencionados, pueden dificultar la tarea de inculcar respeto y obediencia a las figuras de autoridad. Los niños criados en entornos excesivamente permisivos pueden desarrollar una percepción de igualdad con los adultos, lo que les dificulta reconocer y respetar la autoridad” argumenta el Dr. Neira.
Por otra parte, los modelos del individuo en la sociedad actual dan una fuerte valoración de la autonomía personal y el individualismo, especialmente en contextos con modelos económicos similares, y eso contribuye al cuestionamiento ya la crisis de las autoridades. “Esta apreciación fomenta la resistencia a aceptar la autoridad externa y promueve el autoempoderamiento y la autodeterminación. Además, los modelos de liderazgo han evolucionado hacia enfoques más colaborativos y democráticos, dejando atrás estilos autoritarios y jerárquicos, lo que puede crear desafíos en situaciones que requieren una autoridad clara (…). Finalmente, el relativismo cultural y el acceso instantáneo a la información a través de las redes sociales, han transformado la manera en que las personas perciben y cuestionan la autoridad, permitiendo que la información (o la desinformación) sea verificada, cuestionada y difundida, lo que socava la autoridad tradicional”.
La pérdida del líder
La creciente desconfianza en las instituciones que representan la autoridad, como el gobierno, el sistema judicial y las instituciones educativas, también tiene un efecto no menor, pues su alcance es a la sociedad toda. La corrupción, los escándalos y las percepciones de incompetencia han erosionado la legitimidad y el respeto por estas entidades.
La académica del Departamento de Administración Pública y Ciencia Política de la Universidad de Concepción, Dra. Jeanne Simon, indica que la noción de autoridad tiene una relación estrecha con el concepto de poder y su ejercicio, ambos centrales para el Estado y para la gobernabilidad. “Toda autoridad, como construcción social, depende que la sociedad en su conjunto perciba que es legítima, efectiva y como mínimamente adecuada”. Se podrá entonces concluir cuál es el efecto del cuestionamiento y desconfianza en las autoridades de una sociedad, como una ciudad o un país: cuando una comunidad percibe que el actuar de las autoridades (tanto públicas como privadas) “ya no cumplen con lo mínimo y que no habrá un cambio en el corto plazo, se genera una crisis. Las desconfianzas se van convirtiendo en acciones que buscan transformar la situación”.
“Cuando una comunidad percibe que el actuar de las autoridades ya no cumplen con lo mínimo y que no habrá un cambio en el corto plazo, se genera una crisis. Las desconfianzas se van convirtiendo en acciones que buscan transformar la situación”
Dra. Jeanne Simon académica UdeC
Desde el punto de vista social, la Dra. Simon explica esta crisis de autoridad en fenómenos como el hecho de que cada vez “somos más críticos de las autoridades y de su capacidad de resolver los problemas comunes que enfrentemos, de anticipar y prevenir desastres, resolver conflictos etc. El destacado académico Luis Aguilar señala que los Estados en América Latina son eficientes en sus gastos, pero insuficientes en su capacidad de resolver nuestros problemas en común. Así, no es un aspecto social, sino parte de la estructura reducida del Estado, que debilita la autoridad porque ya no puede resolver la mayoría de los problemas de la sociedad. Así, vamos criticando cada gobierno por su incapacidad, pero no reflexionemos sobre las limitantes a la capacidad institucional de abordar los problemas”.
En nuestro país hemos sido testigos de diversos movimientos que reflejan la crisis, como las agrupaciones “No + AFP”, y el estallido social de octubre de 2019. Este último fue, a juicio de la Dra. Simon, ejemplo de un “llamado de atención” que buscó una respuesta de las autoridades, que analizó la desconfianza hacia el cambio constitucional, sin embargo, “después de dos intentos, no se visibiliza un camino institucional claro”, declaró la académica, quien de todos modos, enfatiza que aún “no hemos llegado al ‘tipping point’ -punto de inflexión-, en el que un cambio relativamente pequeño pueda desencadenar una respuesta significativa e irreversible”. En este sentido, Simon alerta que esta crisis se está agravando “y es ahora que necesitamos revertirla. Un efecto positivo es que la crisis puede provocar la búsqueda mancomunada y transversal para fortalecer la autoridad legítima y efectiva”.
Recuperar las confianzas y el bien común
La académica de la UdeC, Jeanne Simon, señala que los tiempos actuales requieren fortalecer el tejido social y respuestas públicas transversales basadas en conocimiento. “Falta ampliar los consensos, pensando en cómo abordar los principales problemas, o en cómo Chile ha hecho en relación a la estabilidad macroeconómica y la innovación productiva”.
Y este sentido recuperar la figura de la autoridad como un líder positivo es crucial. “Es viable restaurar el respeto y la confianza en las figuras de autoridad, pero este proceso requiere tiempo e implica percibir a la figura de autoridad como un líder, es decir, como alguien que acompaña y guía, y a quien hay que respetar” sostiene el Dr. Cristian Neira. Para lograrlo, agrega, se pueden emplear diversas estrategias: En primer lugar, “la transparencia y la comunicación abierta resultan esenciales, permitiendo explicar claramente las acciones y decisiones, fomentando así el entendimiento y la colaboración. La integridad y la coherencia también son cruciales, ya que actuar de acuerdo con valores éticos y ser coherente fortalece la confianza en el liderazgo. Mostrar empatía y comprensión hacia aquellos a quienes dirige ayuda a construir relaciones sólidas y aumentar el respeto por la autoridad”, enumera el psicólogo. Y todo ello, requiere también humildad: asumir la responsabilidad de las acciones, aprender de los errores y tomar medidas correctivas, para entender a una autoridad que más allá de la jerarquía, sea un líder.