Es de gran importancia política, social, educativa y económica recuperar este sentido de dignidad, que valoremos a cada persona por el sólo hecho de existir, que no olvidemos que toda persona merece todo nuestro respeto y cuidado.
En estos últimos días hemos visto cómo una nueva escalada de acciones violentas se toma la agenda en nuestro país. Lamentamos profundamente el fallecimiento de un nuevo mártir en las filas de Carabineros de Chile, el teniente Emanuel Sánchez Soto, en un enfrentamiento con miembros de una organización criminal. Más doloroso es el hecho porque ha sucedido frente a su propia familia y por las actitudes de quienes fueron detenidos por el crimen. Se requiere, con urgencia, que todos los responsables de dirigir el destino de la nación procuren un mayor compromiso político por el bien de la ciudadanía donde se resguarde el estado de derecho y se vele por el respeto de la vida y la dignidad de la persona.Recientemente, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe presentó una Declaración sobre la dignidad humana, Dignitas Infinita, en el marco de los 75 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (10 de diciembre de 1948). En este marco aniversario, la Iglesia proclama una vez más su convicción de que, creado por Dios y redimido por Cristo, todo ser humano debe ser reconocido y tratado con respeto y amor, precisamente por su dignidad inalienable. El documento reconoce que en la actualidad existe un cierto consenso sobre el concepto de “dignidad humana”; sin embargo, como tantos conceptos fundamentales, corre el riesgo de adoptar muchos significados y, en consecuencia, prestarse para malos entendidos y contradicciones. La declaración, en sus primeros números, aporta cuatro distinciones al concepto de dignidad que pueden enriquecer y aclarar este importante concepto: dignidad ontológica, dignidad moral, dignidad social y dignidad existencial.
La primera distinción, dignidad ontológica, entrega mucha luz a la contingencia que nos toca vivir en estos días como país. Al ser una distinción tan obvia, a veces se olvida o incluso se menosprecia en distintos escenarios: el sentido más importante corresponde a la dignidad ontológica que corresponde a la dignidad de la persona como tal por el mero hecho de existir y haber sido querida, creada y amada por Dios. Esta dignidad no puede ser nunca eliminada y permanece válida más allá de toda circunstancia en la que pueden encontrarse los individuos, expresa la declaración.
Es de gran importancia política, social, educativa y económica recuperar este sentido de dignidad, que valoremos a cada persona por el sólo hecho de existir, que no olvidemos que toda persona merece todo nuestro respeto y cuidado. Que el dolor que significan estas tragedias y pérdidas permitan una mayor conciencia social, de tal modo, que no se toleren estos graves actos que atentan contra la vida y dignidad humana.