Diálogo

Dr. Enrique Wagemann Bull, dermatólogo:“Cada año escribo más que el anterior”

Ha conciliado la Medicina y la literatura gran parte de su vida. Reconocido médico de Concepción y un estricto profesor de la USS, publicó recientemente su sexto libro, “No mires al cielo”, obra que se suma a sus tres novelas anteriores y dos manuales de Dermatología.


Ha conciliado la Medicina y la literatura gran parte de su vida. Reconocido médico de Concepción y un estricto profesor de la USS, publicó recientemente su sexto libro, “No mires al cielo”, obra que se suma a sus tres novelas anteriores y dos manuales de Dermatología.


Por Cecilia Díaz R.

– Al evocar su infancia, ¿cuál es el primer libro que lo cautivó?

– Oliver Twist de Charles Dickens, al igual que la versión llevada al cine.

– ¿Qué influencia ejerció en usted su padre, el ingeniero Guenter Wagemann?

– Una fundamental; yo sigo sus pasos. Lo grafico: después de fallecer le regalé a su nieta favorita un cartel con las virtudes del “Abú”, como ella lo llamaba. En mi cumpleaños pasado me lo regaló a mí, junto a una bonita carta explicando las razones, que obviamente eran mas amplias que el hecho de que mi nieto me llama de la misma forma.

– ¿Cuál es la ventaja y cuál es la desventaja de crecer en una familia de siete hijos?

– La ventaja es que observé lo bueno y lo malo de los mayores (soy el sexto), de forma que me quedé con lo bueno y evité lo malo. La desventaja es que todavía no se convencen de que soy casi un adulto mayor.

– ¿Fue un estudiante “mateo” en el colegio?

– Nunca fui “mateo”, al contrario, era bastante bueno para faltar a clases. No estudiaba mucho, pero tenía buenas notas (sospecho que el colegio me aburría). En la universidad la cosa cambió. Ahí sí fui muy estudioso, dedicando cuatro horas diarias al autoaprendizaje. Fui el segundo de mi curso al egresar.

– ¿Por qué decidió estudiar Medicina?

– Porque entre mis hermanos mayores uno era médico y la otra estudiante de Medicina y me gustaba lo que hacían. Pero lo otro se basa en la literatura; leía muchas novelas médicas de gran idealismo, que me marcaron y estimularon a seguir esa senda. Mi novela anterior, “Tierras Blancas”, es una novela de ese ámbito

– ¿Qué profesor lo marcó en sus años universitarios?

– Admiraba a Santiago Soto Obrador, porque era médico y escritor. No fue mi profesor directamente (trabajaba en otra Universidad), pero aprendí semiología a través de su libro.

– Si estuviera obligado a elegir, ¿se queda con la Medicina o la literatura?

– En esta etapa de la vida con la literatura. En una etapa anterior hubiera dicho ambas y antes de eso, solo la Medicina. De hecho, ha sido la vía que he seguido. Apenas recibido dejé de escribir, lo retomé unos diez años después y ahora cada año escribo más que el anterior.

– ¿Qué característica suya es muy relevante para lograr buenos escritos?

– El orden y la constancia. A fin de cuentas, llevo más de cincuenta años escribiendo. Ya lo ha recomendado Isabel Allende, si quiere ser escritor, escriba, escriba y escriba.

– ¿Un libro imprescindible para usted?

– La tríada de Yubal Noah Harari y El largo camino hacia la libertad, de Nelson Mandela

– ¿Con qué personaje literario se identifica?

– ¿Con Esteban de la Guardia, el protagonista de No Mires al Cielo? ¿O con Samuel Zabak, el protagonista de Tierras Blancas? ¿Acaso no se dice que todas las novelas son autobiográficas?

Ejemplo de vida

– ¿Cómo cree que lo definen sus estudiantes?

– Sin dudas estricto y probablemente algo malhumorado, pero muy buen profesor. Sabe hacer su pega, dicen. Aunque resulte presuntuoso, creo que algunos me ven como ejemplo de vida; la verdad es que sí me lo han dicho más de alguna vez.

– ¿Cuál es el secreto de un matrimonio feliz?

– Saber evolucionar el amor desde la pasión de los primeros años, pasar por el tráfago del caleidoscopio de la obligada rutina cotidiana y llegar a la tranquilidad del entendimiento con la sola mirada, como lo digo en la introducción de mi próxima novela, “Velo Real”.

– ¿Un destino que le haya resultado inolvidable?

– El recorrido por Europa cuando cumplimos veinticinco años de matrimonio con mi mujer.

– ¿Tiene alguna colección?

– Sí, cubos de resina transparente de los lugares donde viajo. Es un desafío porque cuesta encontrarlos, solo hay en ciertos locales de recuerdos.

– ¿Se considera un papá estricto?

-¡¡¡No!!!! Yo ronco en la casa solo cuando duermo.

– ¿Alguno de sus hijos heredó su talento literario?

– Uno de mis hijos algo hizo cuando niño, pero luego lo dejó. La que creo que tiene talento y todavía no se ha dado cuenta es mi hija (que también es médico). Creo que le falta atreverse.

De los clásicos a los mexicanos

– ¿Qué tipo de música prefiere?

– Voy a decir una barbaridad, pero no me importa. Algo políticamente incorrecto. Me encanta la música clásica… y las rancheras mexicanas…

– ¿Sabe cocinar? ¿Alguna especialidad?

– Sí, cocino algunos fines de semana. Mi especialidad es el ceviche mixto y la crema de zapallo.

– ¿Algún placer culpable que quiera confesar?

– Con la edad, cada vez peco menos. Ya no fumo, ya no tomo, y bueno… ¿Tal vez sería un placer culpable no tomarse el enalapril, la paroxetina y la rosuvastatina?, porque si no tomo el omeprazol y el clonazepam el reflujo o el insomnio no me dejarían dormir.

– ¿Tiene algún desafío pendiente?

– Como cuatro o cinco libros en lista de espera.

– ¿Con qué cree que nos encontraremos después de la muerte?

– Yo espero que cuando me muera al fin me encuentre con la fama literaria, algo análogo a lo que decía un político candidato muchas veces a la presidencia, quien bromeaba señalando que en su epitafio diría “aquí yace el futuro presidente de Chile”