Los altos índices de sobrepeso y obesidad van en aumento, lo que se traduce en un verdadero problema de salud pública, pues es el escenario base para una serie de otras enfermedades.
Por Carolina Astudillo M.
Es uno de los grandes daños colaterales del mundo moderno. La obesidad va en aumento, y si hace unos años era un problema de salud más típico de países de altos ingresos, hoy se ha globalizado y alcanza a países de economías medianas o bajas.
Según las cifras de la Organización Mundial de la Salud, al año 2022, 1 de cada 8 personas en el mundo son obesas, entendiendo la obesidad como una enfermedad influida por múltiples factores que se traduce en la acumulación anormal o excesiva de grasa.
Chile es uno de los países de la OCDe que registra el mayor aumento de índices de obesidad y las cifras desde el 2010, lo exponen como uno de los que tiene mayor prevalencia de malnutrición por exceso en el grupo infantil.
El grupo etario que ha reportado mayor prevalencia de obesidad es la población infantil, focalizado en escolares entre 5 y 10 años. Específicamente, los datos de niños y niñas de 5 año básico en el mapa nutricional de la JUNAEB año 2022, mostraron una prevalencia de obesidad total (Obesidad + Obesidad severa) de 35,6%.
Los estudios demuestran que esta patología es una base para la aparición de otras afecciones: Como indica la OMS, se estima que, en 2019, un IMC superior al óptimo provocó cinco millones de muertes por enfermedades no transmisibles (ENT) como las cardiovasculares, la diabetes, el cáncer, los trastornos neurológicos, las enfermedades respiratorias crónicas o los trastornos digestivos.
Asimismo, esta realidad tiene efectos en la economía. Si no se detiene, los costos a escala mundial del sobrepeso y la obesidad podrían elevarse a los 3 billones de dólares anuales para 2030.
Chile es uno de los países de la OCDE que registra el mayor aumento de índices de obesidad y las cifras desde el 2010, lo exponen como uno de los que tiene mayor prevalencia de malnutrición por exceso en el grupo infantil.
Una patología
En 2021, se presentó en el Congreso un proyecto para definir por Ley que la obesidad es una patología, concepto que podría ayudar a manejarla como una enfermedad en que el paciente requiere apoyo para superarla a través de tratamiento, pues se consideran los diversos factores que influyen en ella.
Como explica el nutricionista y académico de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, Samuel entre los factores que provocan el sobrepeso y la obesidad se puede mencionar alimentación inadecuada (alta en hidratos de carbono y grasas o de mala calidad), alta inactividad física, los niveles de escolaridad, o los ingresos económicos. En este sentido la OMS señala que los sectores de menores ingresos son más vulnerables pues se ven afectados por una nutrición prenatal, del lactante y del niño pequeño deficiente. Al mismo tiempo, estos niños están expuestos a alimentos altos en grasas, azúcar y sal, alto contenido calórico y bajo contenido en micronutrientes, cuyo costo suele ser menor, así como la calidad de sus nutrientes. Asimismo, suelen tener menos oportunidades de acceder a espacios y tiempos para la actividad física, ya sea por infraestructura o por los mayores índices de inseguridad, y se suman los costos de una atención profesional preventiva o de tratamiento.
Daños colaterales del mundo moderno
Si hasta hace unos años la obesidad era una realidad muy compartida entre los países de altos ingresos, actualmente ya se ha expandido a países de economías de medianos o bajos ingresos ¿por qué esta relación? Los hábitos y las tecnologías han modificado las actividades de las personas en diversos sentidos, y en consecuencia su estado de salud.
Angela Jara, nutricionista especialista en el tratamiento dietético del Centro de diagnóstico digestivo, Cedid de Viña del Mar, indica que hay actitudes o “vicios” que contribuyen al desarrollo del sobrepeso y la obesidad, como el uso de las redes sociales. “Una persona puede pasar 4 hasta 6 horas viendo RRSS o jugando frente al celular al día. Si pensamos en 4 horas al día, implica 28 horas a la semana, casi un día menos a la semana, 4 a 5 días perdidos al mes, 48 días al año, perdidos solamente por estar frente al celular, tiempo que se podría destinar a realizar muchas otras actividades, como realizar hobbies, caminar, caminar, compartir con la familia o amigos, hacer ejercicio físico, planificar comidas y así evitar la comida rápida con tanta frecuencia”.
Otro mal hábito frecuente, es la falta de sueño –que provoca cansancio durante el día y alteraciones en las hormonas que influyen en el apetito-, comer viendo televisión o viendo el celular, o comer de pie. “Asignarle un tiempo a alimentación y respetarlos es una forma de disfrutar el momento y tener la conciencia de lo que se come” indica la especialista. Además, “las personas tienden a saltar comidas, o sustituyen comidas con lo que tienen a la mano, no necesariamente muy sano, lo que aumenta las hormonas que estimulan el apetito” aumentando la ingesta de comidas en la tarde o en la noche con cantidades mayores a las necesarias o con alimentos de “comida rápida” que tienen poco aporte nutricional.
“Yo recomiendo dedicar algunas horas a la semana para planificar las comidas de varios días, en base a lo que se tiene en la despensa, y hacer compras con los ingredientes que se necesiten, para cocinar varias preparaciones a la vez, refrigerarlas rápidamente, de manera que esa sea ‘mi comida rápida’, lista para calentar y comer” sugiere Jara.
El Día Mundial contra la obesidad
La sociedad, con ciertos patrones de apariencia y comportamiento ha plantado ideas erróneamente preconcebidas, y asocia esta situación como si se tratara de una actitud individual sobre el autocuidado del cuerpo, dejando de ver los distintos factores que influyen en ello: más allá de los hábitos, están también el contexto educativo, económico, genético, o psicológico, entre otros.
El académico Samuel Meza insiste en que se debe comprender la obesidad como una patología, y que no es sano puesto que puede conllevar una serie de enfermedades de gravedad. Esto, agrega, no significa que se deba patologizar, estigmatizar ni emitir juicios de valor a quien la padece.
Esta patología, que ya ha alcanzado niveles de pandemia por su prevalencia en la población, requiere de políticas públicas que, si bien se ha implementado, no ha podido revertir aún el crecimiento de las tasas. La nutricionista Angela Jara, explica que los programas de prevención en el área pública son insuficientes e ineficaces, y en el área privada prácticamente no existen. “Conozco programas curativos como, por ejemplo, los programas de cirugía bariátrica que permiten a muchas personas optar a esta intervención, sin embargo, la cobertura en atenciones médicas, nutricionales y de psicología son insuficientes como para prevenir en forma eficaz la reganancia de peso y la malnutrición posterior a la cirugía”.
Samuel Meza agrega que, dado el carácter multifactorial de esta patología, la formulación de políticas se dificulta. “Sin embargo, nuestro país ha realizado esfuerzos para propiciar la promoción de la salud y prevenir la enfermedad. En este contexto, tenemos diferentes iniciativas que se encausan con este propósito como son: Fomento de la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses y complementada hasta los 2 años; la reformulación de los programas de alimentación complementarias, entregando productos alimenticios con calidad nutricional adecuada, y prestaciones de salud focalizadas y otras.
Claves para la prevención
Angela sugiere hacer cambios en ciertas acciones. La profesional indica que muchas veces se utiliza la comida para entretener o “regalonear” a los niños o los seres queridos, especialmente con alimentos con azúcar o ultra procesados. “El regaloneo no puede hacer que los niños se enfermen, creo que es absolutamente contrario a la esencia de ‘quererlos’. Jara indica que se debe fomentar el consumo de verduras y frutas, evitar frituras con alta frecuencia, evitar las carnes rojas grasas, y comer pescado, combinando la actividad física.
“Nuestro país ha realizado esfuerzos para propiciar la promoción de la salud y prevenir la enfermedad a través del fomento de la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses y complementada hasta los 2 años; la reformulación de los programas de alimentación complementarias, y entregando productos alimenticios con calidad nutricional adecuada”.
Samuel Meza, académico Facultad de Medicina UCSC.
La promoción de la salud – mantener sano al que está sano-, y prevenir ante factores de riesgo, es uno de los ejes para hacer frente a la patología. Esto significa, como indica Samuel Meza, intervenir a temprana edad, desde la gestación. “Las mujeres que durante el embarazo mantiene una calidad de alimentaria y de actividad física adecuada, le aportan a sus hijos e hijas una protección ante la malnutrición”. A su juicio, fomentar estilos de vida saludables en las familias, no solo alimentarias y de actividad física, sino también de convivencia, influyen en mejores ambientes sociales y ambientales.
Por otra parte, indica Meza, aumentar la educación alimentaria nutricional, es fundamental para lograr cambios de conciencia. “El conocimiento permite tomar mejores decisiones en nuestra vida, como por ejemplo seleccionar mejores alimentos, realizar actividad física, monitorear mi salud, etc”. En este sentido, agrega, es importante, informar y potencia el buen conocimiento, con base científica, para identificar las fuentes de información verídica que permitan mejores tomas de decisiones.