El 14 de febrero se celebró el Miércoles de Ceniza, fecha que da inicio al periodo de Cuaresma, tiempo litúrgico que termina con la Pascua de Resurrección, el acontecimiento más importante del cristianismo. Cómo vivir este período en medio del ajetreo del día a día.
Por Carolina Astudillo M.
Uno de los tiempos litúrgicos más importantes del calendario católico ha comenzado el 14 de febrero. Se trata del tiempo de Cuaresma, que finaliza en Semana de Santa y especialmente en la Pascua de Resurrección, uno de los momentos centrales de la fe cristiana.
No solo se trata de un tiempo de reflexión y profunda espiritualidad. Es un periodo que está marcado por fechas que convocan a diversos ritos que se viven en comunidad, y que reflejan una característica muy propia del ser humano, de recalcar esos momentos especiales con ceremonias o acciones de profundo significado, y que, siendo ya tan tradicionales, muchas veces perdemos la clara conciencia de ello.
El académico de la Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, Dr. Arturo Bravo, repasa el significado de la Cuaresma, y recalca algunos de los ritos de este periodo, para volver a vivirlos con mayor reflexión.
El significado
La Cuaresma dice relación con una cifra simbólica de la Biblia que es “40”. Hay 40 años -que son los que estuvo el pueblo de Israel por el desierto-, o 40 días, que es el periodo de Jesús en el desierto, después de su bautismo. El tiempo de Cuaresma que se establece cada año, se rige más bien por el calendario judío, que no era solar. Por ello, las fechas van cambiando año a año.
Este periodo que culmina en la Pascua de Resurrección, se plantea como un tiempo de preparación. Como dice el Dr. Bravo, es un momento de especial revisión de vida y, emulando lo que realizó Jesús, este “debería ser también para nosotros una época de ‘desierto’. Este desierto en la Biblia tiene aspectos negativos y positivos. Es un término ambivalente. En aspectos negativos, el cristianismo primitivo decía que el desierto era el lugar en que habitaban los demonios; entonces, desde esa perspectiva, es el tiempo para enfrentarnos con nuestros demonios. Pero también es el lugar del reencuentro con Dios. Y ahí hay una experiencia muy preciosa, y es que, en el desierto, nosotros nos sentimos completamente desvalidos. Es esa experiencia de desierto donde podemos tomar conciencia de nuestros límites, y darnos cuenta desde la profundidad de esa experiencia, de que nuestro único y verdadero fundamento es Dios”.
¿Y qué puede pasar al encontrarnos con los propios límites? Este momento también puede ser ambivalente. “Puede ser algo que nos lleve a una profunda depresión, al darnos cuenta de que somos tan efímeros y pasajeros, pero también puede ser una puerta abierta a la esperanza si descubrimos que, en nuestra limitación, hay alguien que nos rescata de esa limitación, que es Dios”. Para eso, agrega el académico de la UCSC, hay que tomar conciencia de nuestra limitación, “si no, vivimos rodeados de falsas seguridades, como el consumo, pues refleja que queremos tener cosas para tratar de suplir esa falta de fondo que encontramos en nuestra existencia”.
Los ritos
Hay una fiesta judía, la fiesta de las cabañas, tabernáculos o tiendas, que se basa en las construcciones pasajeras que se hacían en el desierto para pasar la noche y seguir caminando al día siguiente. Esa fiesta aún se celebra en Jerusalén, y en ella se construyen esas tiendas endebles, con techos de ramas que deben dejar ver el cielo. Esa es “la fiesta de la ‘inseguridad’ porque tiene que dejar ver el cielo, para darnos cuenta de que ahí está nuestro fundamento. Apunta a la esperanza cierta que está en Dios, quien rescata de esa inconsistencia radical” indica el Dr. Arturo Bravo.
Es parte de la naturaleza humana marcar episodios importantes de la vida con rituales, y está cruzada por ritos, desde el nacimiento, o el abandono de la infancia, hasta nuestra partida. Estos ritos van mostrando determinadas etapas, y son importantes porque conmemoran elementos relevantes de nuestra existencia, y hace que determinado periodo o día sea distinto al resto de los días. Eso se marca sobre todo en el ámbito religioso. Tal como la fiesta judía nombrada anteriormente, durante Cuaresma, los católicos también pasan por diversos ritos.
La pasión, muerte y resurrección de Jesús, es también una experiencia antropológica, hasta cierto punto en la medida en que nosotros hemos vivido experiencias críticas, hemos tenido nuestra propia pasión, y si hemos salido adelante, podemos decir que hemos tenido una resurrección en pequeño.
El primero de los ritos de Cuaresma, en el Miércoles de Ceniza, que marca el inicio de este periodo. Con la imposición de las cenizas, se quiere marcar a este ser pasajero. “Antes, cuando uno era marcado en la frente, se decía ‘recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás’, una expresión que fascina y es muy profunda. Hoy en día se utiliza otra fórmula, que es algo como ‘Conviértete y cree en el evangelio’”.
Desde ese día, se viven un tiempo que se debe caracterizar por un ambiente de recogimiento y de austeridad, de humildad. “Esta humildad no significa dejarse humillar. Humildad es el reconocimiento de las propias limitaciones, lo que no es un llamado a la mediocridad -siempre hay que tratar de superarse-, pero también hay que darse cuenta de que hay un límite, y eso es importante porque a la vez nos lleva a la conciencia de que necesitamos a los demás, que somos seres sociales y que el individualismo es una sentencia de muerte para nosotros y para nuestra sociedad”, detalla Bravo.
Este es el periodo para concentrarse en lo que fundamental y vital, y darle a cada cosa su lugar. “Para ir al desierto, uno tiene que llevar lo estrictamente necesario. tal cual como dice en el libro del Éxodo, donde indica que ‘se prepararon para salir rápido en búsqueda de la Tierra Prometida’. Se trata de ‘ir ligero de equipaje’. Eso es lo que nos ayuda a descubrir qué es lo esencial para nosotros, no lo que creemos que es esencial, y nos facilita botar todo lo que es lastre” indica el académico, al referirse sobre cómo asumir el vivir la cuaresma como en esos 40 días de Jesús en el desierto.
Semana Santa
Semana Santa propiamente tal, comienza el domingo anterior a la Pascua de Resurrección: es el Domingo de Ramos, que marca la entrada de Jesús como Rey, a Jerusalén. Y se trata de un rey muy particular, que entra en un burro, un Rey humilde, despojado de poder o riqueza. El académico de la UCSC, lo explica citando a la Biblia, de lo que está tomado del profeta Zacarías: “He aquí que tu Rey viene a ti, manso, y montado en un asna, un pollino, hijo de animal de yugo”. En esa cita, dice, se quiere mostrar la mansedumbre y humidad del rey. Si ese es el Rey, ¿qué queda para sus discípulos?
En Semana Santa, se va a pasar por la experiencia del sufrimiento de Cristo, quien es tomado detenido, luego condenado, azotado, y llevado al calvario, donde muere rápidamente, en un lapso de tres horas -porque los condenados al crucifixión se podían demorar tres días-, finalizando la historia con su Resurrección, “a través de la cual su Padre lo rescata por la fuerza del espíritu del Reino de la muerte, y eso es el centro de nuestra fe: pasión, muerte y resurrección. Esa resurrección nos debería hacer ver la vida desde una perspectiva diferente, porque ahí radica nuestra esperanza”.
La esperanza y la vida
Con el tiempo, se ha magnificado el aspecto del sufrimiento. No obstante, hay que mirar más profundamente el sentido de la cruz y del sufrimiento de Cristo. El llamado que Dios hace es ser felices, y la humanidad ha sido criada para la felicidad. ¿Parece contradictorio con la vida de Jesús y con la vida propiamente tal?
La cruz, como analiza el Dr. Bravo, fue a consecuencia de la vida de Jesús, que estuvo dedicada a anunciar el Reino de Dios para todos, como un regalo que salva de esa situación de inconsistencia radical y de los límites. “Durante su vida, Jesús encontró resistencia en las autoridades religiosas de su época, y esto lo condujo a su muerte. Murió por lo que vivió, vida que fue alegre, porque estaba cumpliendo su misión, su tarea, y cuando realizamos bien lo que tenemos que hacer, nos sentimos contentos, satisfechos. Desde esta perspectiva hay que rescatar la alegría de Jesús por esa Misión. Y eso tiene que ver con la alegría cristiana, donde hay espacio para la Cruz. No es al revés”.
Esta alegría no hace que el sufrimiento desparezca, pero sí queda transformado por la esperanza. “Podemos vivir los momentos difíciles desde la esperanza que nos da la resurrección. La pasión, muerte y resurrección de Jesús, es también una experiencia antropológica, hasta cierto punto en la medida en que, en nuestras vidas, nosotros hemos vivido experiencias críticas, hemos tenido nuestra propia pasión, y si hemos salido adelante, podemos decir que hemos tenido una resurrección en pequeño. La experiencia de pasión, muerte y resurrección no es extraña para nuestra propia existencia”, analizar el académico.
Periodo para vivir en comunidad
Generalmente tenemos una concepción muy individualista de la fe: “yo me salvo”, “es mi alegría”, “tengo el don de la fe”. Sin embargo, el ser humano, es un ser social, y se una comunidad creyente. “El individualismo como decía, es el suicidio de la sociedad y sobre todo de la fe” enfatiza Arturo Bravo. “El regalo de la salvación que Dios hace a través de Jesús, es para que me deje de preocupar por mí mismo, para que me empiece a preocupar por los demás. Quedo liberado de mi preocupación personal para descentrarme y así se va expandiendo la acción salvífica de Dios, quien al reinar, salva y sana. Esto siempre hay que pensarlo comunitariamente, y se celebra en comunidad”.
Así se llega al cierre de la Semana Santa. La comunidad se reúne en la Vigila Pascual, la espera más importante: la Resurrección de Jesús. Es el momento en que las mujeres que van al sepulcro de Jesús, no le encuentran, y un ángel les anuncia que Cristo ha resucitado. Es el día en que se debe rescatar el sentido de la fiesta, que es la afirmación de la vida, y que ese rito, que actualmente se celebra con la entrega de huevitos de chocolate para los niños, se acompañe de ese sentido inicial, que es el triunfo de la vida y la esperanza, pues “incluso en las circunstancias más adversas, la vida triunfará”, concluye Arturo Bravo.
Días de la Semana Santa
- Domingo de Ramos. Entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén.
- Lunes Santo. Unción de Jesús en casa de Lázaro. Jesús expulsa a los mercaderes del Templo de Jerusalén.
- Martes Santo. Jesús anticipa a sus discípulos la traición de Judas y las Negaciones de San Pedro.
- Miércoles Santo. Judas Iscariote conspira con el Sanedrín para traicionar a Jesús con treinta monedas de plata.
- Jueves Santo. Lavatorio de los pies. La Última Cena. Oración de Jesús en el huerto de Getsemaní. Arresto de Jesús.
- Viernes Santo. Prisión de Jesús. La coronación de espinas. Vía Crucis. Crucifixión de Jesús. Sepultura de Jesús.
- Sábado Santo. Vigilia Pascual.
- Domingo de Pascua. La Resurrección.