Sonnia Mendoza Gómez, periodista: “A igual pega y responsabilidad, siempre gané un 30% menos”

Dueña de una dilatada trayectoria en prensa, ha marcado pauta en las salas de redacción y en las aulas enseñando a hacer buen periodismo. Una dedicación que fue distinguida con el premio Lenka Franulic, otorgado por la Asociación de Mujeres Periodistas, y con el respeto y la admiración de sus colegas.


Por Cecilia Díaz R.

– ¿Tiene algún héroe o heroína de infancia?

 – Que me acuerde, ninguno.

– ¿Cuál es la primera imagen de su niñez que viene a su memoria?

–  Una Navidad en el campo, casi en penumbras y un Viejo Pascuero tocando las ventanas: en la puerta, una bolsa con regalos para los cuatro hermanos.

– ¿Fue una niña mimada?

–  Imposible. Mi mamá imponía disciplina tupido y parejo con su varilla de mimbre.

– ¿Cómo cree que la recuerdan sus compañeros de colegio?

–  Una niña tímida, hasta pava, diría, con lentes y de Lirquén.

La alegría del plebiscito

– ¿Por qué estudió Periodismo?

– Por casualidad, después de un primer intento por estudiar inglés.

– ¿Qué noticia le dio más alegría escribir?

–  El resultado del plebiscito del 88 para Las Últimas Noticias.

– ¿Tiene algún entrevistado inolvidable?

–  Sí. La Yolanda Campos Beroíza, una nana que ultimó a su patrona, a la madre de ésta y a dos de los tres niños. Fue mi primer gran caso policial para LUN. La entrevisté en exclusividad en el Buen Pastor, Los Ángeles.

– ¿A qué personaje le gustaría entrevistar? ¿Por qué?

– Al ex joven arquitecto de la Universidad Bío-Bío del caso de los pasteles envenenados. Sé que cumplió condena después de ser extraditado desde Ecuador. Lo entrevisté en El Manzano, pero después de LUN, le perdí la pista. ¿Lo habrá perdonado su hija?

– En el mundo de las fake news, ¿cuál es la clave para un buen periodismo?

– Hacer la pega como hay que hacerla, armarse de paciencia para contrastar fuentes y vencer los egos. Son pésimos consejeros.

– ¿A quién admira?

 – A la Raquel Correa; qué gran mujer y profesional. En los 80, en medio de la feroz protesta, vino a entrevistar al exrector Carlos von Plessing y el consejo superior de la UdeC suspendió su sesión para recibirla. Siempre está presente en mis clases.

– ¿Considera que ha debido hacer más esfuerzos que sus pares varones en el ámbito profesional?

–  No. En los 80 y 90, trabajamos parejitos, pero si hablamos de sueldos, sí, por cierto: a igual pega y responsabilidad, siempre gané un 30% menos.

– ¿Cuál considera que ha sido el mayor logro de su trayectoria?

– El Premio Lenka Franulic (1994) otorgado por la Asociación Nacional de Mujeres Periodistas, y ahora, el Premio Excelencia Periodística, Categoría Periodismo Universitario, de la SIP, para mi alumna Macarena Cerda, y el periódico El Penquista Ilustrado, donde publicamos el reportaje “VIF en mujeres mayores: el moretón eterno y silencioso”.

Apoyo de la Maruja

– ¿Se siente en deuda con sus hijos por la gran cantidad de tiempo que ha dedicado a su profesión?

– Sí, un poco. Hoy, más creciditos, me pasan la cuenta, pero ligerito me sobrepongo. Con un solo sueldo habría sido bien difícil criar y educar a cuatro hijos.

– ¿Necesitó muchas redes para dedicarse al periodismo? ¿A quiénes recurrió?

– No tantas. Tuve la suerte de contar con mis padres, particularmente con mi mamá, la Maruja. Iba a las reuniones de colegio, cocinaba rico, era enérgica, trabajadora y adoraba a su yerno y a sus nietos. La perdí hace un año.

– ¿Qué tipo de abuela es?

– Estricta. Si vienen a verme, que lleguen sin mascotas. Igual los regaloneo, sobre todo a Juan Cristóbal (19). Es el único que se pone mis tejidos a punto Jacquard. Vivo enredando lanitas, me relaja.

– ¿Le gusta cocinar? ¿Cuál es su especialidad?

 – No, me carga, pero hay que hacerlo igual. Los niños celebran sí una plateada jugosa al horno con papas asadas y la lasagna.

– ¿Qué libro es imprescindible en su vida?

– Una buena novela. Mestiza, de Patricia Cerda, me encantó. Lo mismo que Inés del Alma mía, lo mejor de Isabel Allende. Más que La Casa de los Espíritus, incluso. De tanto en tanto, releo Scarlett, la segunda parte de Lo que el viento se llevó. Lo compré en la calle por $500.

– ¿Le gusta viajar? ¿Cuál es su destino favorito? ¿Por qué?

– Poco, en realidad; soy bien casera. Playa o campo, me da igual, siempre que pueda estar tranquila. De las aglomeraciones, arranco a mil.

– ¿Qué tipo de música escucha?

–  Música instrumental, pero poca, diré. Vivo escuchando noticias.

– ¿Tiene algún desafío pendiente?

–  Sí, bajar de peso y olvidarme de los chocolates.

– ¿Qué cosas le hacen feliz?

– La familia en torno a un asadito en mi casa. Javier, el hijo menor, es el experto.

Yo coopero con las ensaladas, el ají (me queda bien bueno), el lavado de platos y de un cuantohay.

– ¿Con qué nos encontraremos después de la muerte?

– Ni idea. Pero espero abrazar a mi hermana Carmen. De pequeñas fuimos yunta. Como en tantas familias, el bicho Covid hizo lo suyo. Mi mamá no superó su pena, y al año, partió.