La evidencia científica dice que se deben esperar tres a cinco años para observar resultados en intervenciones que aborden la violencia escolar. El error es implementar acciones aisladas con fines mediáticos y sin basarse en la evidencia, dice el especialista.
Por Cecilia Díaz R.
Según investigaciones un tercio de los estudiantes están involucrados directamente en violencia escolar ya sea como víctimas o perpetradores. Otro tercio ha sido testigo. Una realidad que, por los efectos de la pandemia, se ha vuelto más compleja sin tener hasta ahora la atención que requiere considerando los efectos que genera en los aprendizajes y convivencia social de los escolares.
El médico psiquiatra Jorge Gaete Olivares cuenta con una amplia experiencia en el tema. Director del Centro de Investigación en Salud Mental Estudiantil de la U. de Los Andes, tiene un doctorado en Epidemiología Psiquiátrica en la U. de Bristol, Inglaterra, y un postdoctorado en el Centro de Salud Mental Global, London School of Hygiene and Tropical Medicine, Inglaterra. Abordó con Diálogo este grave problema que afecta a niños y adolescentes.
– ¿Es un problema de larga data en Chile, se agudizó con la pandemia?
– Los problemas de violencia escolar han estado presentes desde hace muchos años en Chile y el mundo, o sea, no es un problema nuevo ni reciente, pero sí la pandemia produjo algunos efectos importantes en su agudización. Primero, hubo un retroceso en ciertas habilidades, o la oportunidad para el desarrollo de ciertas habilidades pro sociales, dado que los chicos estuvieron sin asistir al colegio y eso los privó de la oportunidad para relacionarse con su grupo de pares y de alguna forma ir mejorando, a través de las oportunidades que se le presentaban ahí, sus habilidades socioemocionales. Así como hubo un impacto en problemas de aprendizaje, también un hubo impacto en el desarrollo de habilidades socioemocionales.
Dice que la pandemia “produjo una cierta ruptura o dificultad en los establecimientos educacionales de mantener trabajos relacionados con una buena convivencia escolar, porque muchos establecimientos educacionales se abocaron especialmente a los graves deterioros de los aprendizajes y en la recuperación de jóvenes que volvieran a los colegios, problemas que tenemos hasta el día de hoy, por consiguiente muchos esfuerzos de las comunidades educativas han estado centrados en eso y menos, menos recursos, para los temas de convivencia”.
Un problema multifactorial
El doctor Gaete enfatiza que la violencia escolar es un fenómeno multifactorial. “No podemos echarle la culpa a un único factor o a un único determinante”. Menciona cuatro, que no son exclusivos ni excluyentes: individuales, familiares, escolares y comunitarios.
“A nivel individual sabemos, por ejemplo, que un pobre desarrollo de habilidades pro sociales, alta impulsividad, problemas de salud mental, consumo de sustancia, alcohol o marihuana, pueden afectar el desarrollo de ciertas conductas, y pueden aparecer como agresividad o manifestarse a través de la violencia en general”, explica.
En el caso de la dimensión familiar, influye, por ejemplo, “la exposición a alta violencia doméstica, violencia intrafamiliar, maltrato infantil, elementos que tienen que ver con una socialización y una tolerancia acerca de procesos de violencia, lo que puede hacer que los jóvenes puedan considerar útiles recursos violentos como resolución de conflictos, porque los ven en sus casas, los ven en sus familiares”.
En cuanto al nivel escolar, “se ha visto que las escuelas que tienen un alto recambio de profesores, que tienen un bajo compromiso con temáticas relacionadas con la convivencia escolar, que no tienen principios o valores adecuados de tolerancia cero, por ejemplo, con respecto a temáticas de violencia, pueden de alguna forma favorecer la presencia de factores que complican a las comunidades educativas”.
Finalmente, se refiere al nivel comunitario. “Barrios tomados por el narcotráfico, con altos niveles de delincuencia, de desorganización social en general, es algo que está relacionado. En las escuelas que están en esos barrios hay alto niveles de violencia escolar, es decir, distintos factores, en distintos niveles, pueden favorecer el desarrollo de violencia en general”.
“Un pobre desarrollo de habilidades pro sociales, alta impulsividad, problemas de salud mental, consumo de sustancia, alcohol o marihuana, pueden afectar el desarrollo de ciertas conductas, y pueden aparecer como agresividad o manifestarse a través de la violencia en general”
Diferencias de género
– ¿Hay diferencias de género en las manifestaciones de violencia?
– Hemos visto en el último tiempo violencia física sin establecer claras diferencias en género. En mujeres uno pudo haber visto, en estudios anteriores, en estudios de hace más de diez años, se favorecía una violencia más de tipo psicológica o social versus hombres con una violencia más física, hoy en día esa diferencia no es tan clara.
– ¿Desde qué edad se manifiesta?
– Desde muy temprano podemos ver que hay algunos aspectos relacionados con la violencia escolar. Podemos ver desde los cuatro años, en pre kínder y desde ahí en adelante, incluso hasta en la universidad. Va tomando distintas connotaciones, mientras más pequeños mayores problemas que tienen que ver con la inhibición conductual, la impulsividad y muchas veces la agresividad, que se manifiestan en la falta de cuidado en el respeto del turno. Claramente en la medida que avanzamos hacia la adolescencia, se hace mucho más social, la exclusión social es un elemento importante, pero también comienzan a aparecer otras connotaciones, por ejemplo, de vandalismo. Lo vemos en algunos colegios emblemáticos donde jóvenes se involucran directamente en vandalismo, y en acciones delictuales muchas veces para manifestar una disconformidad o una falta de respeto hacia la autoridad.
– En términos de cifras, ¿a qué porcentaje de estudiantes afecta la violencia escolar?
– Uno de cada tres estudiantes está involucrado directamente en acoso escolar ya sea como víctima o perpetrador. Un estudio que hicimos justo pre pandemia hablaba de un 35% general, en forma directa. Cerca de un 37% había sido testigo de una acción violenta, relacionada con acoso escolar. Estos porcentajes son bien consistentes con otros estudios, latinoamericanos y también a nivel mundial.
– ¿Las cifras son transversales? ¿Hay diferencias entre básica y media?
– El tema del acoso escolar tiende a ser más prevalente en poblaciones más pequeñas, por ejemplo, quinto básico, versus poblaciones más grandes como octavo básico. Se va reduciendo un poquito en el tiempo tanto la victimización como la agresión. El cyberbullying, si bien es menor en población de básica, tiende a mantenerse o aumentar en población de educación media, probablemente porque tienen acceso a redes sociales y la oportunidad de traspasar algunos elementos de violencia tradicional a través de los medios digitales.
– ¿Hay diferencias socioeconómicas?
– Diría que acoso escolar o bullying es más prevalente, en especial en los más pequeños, en niveles socioeconómicos más bajos y tiende a ser menor en niveles socioeconómicos más altos.
– ¿A qué se debe?
– La explicación es multifactorial, probablemente una de las razones es que han sido mejor expuestos al desarrollo de habilidades, por ejemplo, de control conductual o de manejo de la impulsividad desde más pequeños. Hay diferencias bien importantes a nivel de desarrollo de habilidades socioemocionales que son mejor desarrolladas en niveles socioeconómicos altos, esa es una potencial explicación, pero también porque establecimientos educacionales de más recursos tienen un equipo más entrenado y con mayores capacidades para hacer frente a estas dificultades.
“El tema del acoso escolar tiende a ser más prevalente en poblaciones más pequeñas, por ejemplo, quinto básico, versus poblaciones más grandes como octavo básico. Se va reduciendo un poquito en el tiempo tanto la victimización como la agresión”.
– ¿Qué medidas se deben adoptar para enfrentar el problema?
– Muchas medidas que ha sido avaladas por la evidencia que ayudan a prevenir, y reducir los indicadores de violencia escolar en general. La Unesco, la Organización Mundial de la Salud y la Unicef han propuesto nueve recomendaciones en general. Entre ellas está el que haya un equipo que coordine las acciones preventivas dentro del establecimiento educacional, pero ese equipo tiene que contener la voz de los estudiantes, de los apoderados, de los profesores, de los profesionales involucrados en la prevención e, incluso, de los miembros de esa comunidad donde está inserto el establecimiento educacional.
Añade que es fundamental diseñar un plan “que pueda ser evaluado en el tiempo, que tenga mediciones y evaluaciones, porque muchas veces las acciones que implementamos no son útiles, no son efectivas por eso necesitamos un plan de evaluación”.
En el caso de las familias, recomienda un buen entrenamiento en habilidades parentales, enseñar estrategias para identificar cuando un hijo está siendo víctima o perpetrador, y sobre todo mantener una buena comunicación con los colegios.
Plantea que hoy no se está haciendo lo suficiente, “dado que no estamos implementando estrategias basadas en evidencia, que permitan ir resolviendo el problema más de largo plazo, lo iremos resolviendo en el largo plazo en las medidas que se establezcan las medidas adecuadas, los resultados muchas veces tardan en venir, son 5 años, dice la evidencia, pero muchas veces las comunidades quieren un efecto a corto plazo, muchas veces se preocupan del efecto más bien mediático”.