Diálogo

Olvido de Dios

Editorial El asesinato del cabo 1° Daniel Palma enlutó a Chile entero. Lamentable que para algunas personas la vida humana no tenga valor alguno. Detrás de estos asesinatos hay un desprecio por el ser humano, por la familia, por la sociedad, por el estado de derecho y por la democracia. Lamentable ver de un minuto […]


Editorial


El asesinato del cabo 1° Daniel Palma enlutó a Chile entero. Lamentable que para algunas personas la vida humana no tenga valor alguno. Detrás de estos asesinatos hay un desprecio por el ser humano, por la familia, por la sociedad, por el estado de derecho y por la democracia. Lamentable ver de un minuto a otro una vida truncada, una familia destruida y unos hijos que crecerán sin su padre.

Estos hechos responden a una sociedad enferma. El virus de la violencia ha entrado con fuerza y de la mano del virus de la droga, que está carcomiendo la sociedad. Vivimos momentos trágicos porque el avance de lo que destruye a Chile y su tejido social, que tanto ha costado ir tejiendo, va más rápido que las medidas que se toman para decirle no a todo lo que atente contra la vida humana, contra la dignidad del ser humano y contra el derecho que tienen los ciudadanos de vivir en paz. Si no hay seguridad pública no hay ningún otro derecho que se pueda ejercer porque no se puede trabajar, estudiar, movilizarse, y otros.

Nos hemos olvidado que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Hemos dejado que la herida que tenemos todos los seres humanos que nos lleva, como dice San Pablo “ a no hacer el bien que queremos y a hacer el mal que no queremos” se vaya apoderando de las personas, de las estructuras sociales y políticas generando una verdadera cultura de la muerte“.

Esta situación requiere hacer un profundo análisis de sus causas. Habrán muchas lecturas, por cierto, y todas válidas y necesarias. La mía es teológica y se resume en que nos hemos olvidado de Dios y de su mensaje de amor, de paz, de fraternidad. Nos hemos olvidado que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Hemos dejado que la herida que tenemos todos los seres humanos que nos lleva, como dice San Pablo “ a no hacer el bien que queremos y a hacer el mal que no queremos” se vaya apoderando de las personas, de las estructuras sociales y políticas generando una verdadera cultura de la muerte. Ello se aprecia a nivel personal, familiar, social y económico. Es por ello que es tan relevante volver la mirada al misterio cristiano que nos recuerda que la muerte no es la última palabra sino que la vida. Vida que nos llega por Jesucristo y se manifiesta como salvación. Este don gratuito que brota del amor del Dios se convierte para nosotros en tarea personal e ineludible que se llama conversión y que permite pasar del odio al amor, de la violencia al diálogo, de la desesperanza a la esperanza, de la muerte a la vida.