Benedicto XVI 

La vida del Papa emérito Benedicto XVI fue intensa. Nació entre dos guerras y sufrió los embates del nazismo. Ello lo llevó a estar siempre en guardia contra todo totalitarismo, fanatismos y dictaduras. 

Joseph Ratzinger fue básicamente un intelectual y, por cierto, un  sacerdote muy generoso. En esos tiempos muchos sacerdotes eran grandes intelectuales. Formaron una verdadera escuela que quedó plasmada en el Concilio Vaticano II. Su fuente de inspiración, la Biblia y la tradición de la Iglesia y su magisterio, por cierto, pero es posible ver en toda su obra aparecer a su maestro, San Agustín. 

Su pasión fue siempre la verdad, la que está indisolublemente vinculada a la fe. Es por ello que se entiende que sus últimos años los haya pasado orando y estudiando. Su tesis: sin verdad y sin fe el mundo está condenado a desfondarse, a perder el rumbo. Nadie como Benedicto captó la urgencia de promover la antropología cristiana en virtud de que es la única que comprende a cabalidad lo que significa la dignidad del ser humano y su valor intrínseco. El Papa no tranzaba la verdad del hombre, de la familia y de la Iglesia que siempre está llamada a mostrar la luz de Cristo en virtud de ser sacramento de Él. 

Benedicto XVI con claridad y sin ambigüedades dijo no a los abusos por parte de clérigos. Fue valiente e incomprendido. Ese legado lo ha seguido con fuerza el Papa Francisco y la Iglesia toda. El legado espiritual, intelectual y social del Papa es inmenso y tomará décadas aquilatarlo. Recomiendo leer sus cartas encíclicas sobre la fe, la esperanza y la caridad. Es notable sus reflexiones y enseñanzas sobre la solidaridad, la que lejos de ser un sentimiento es un verdadero motor de desarrollo y promoción de la justicia social.

Benedicto dejó un testamento espiritual. De manera clara y precisa nos pide que perseveremos en la fe y que no nos dejemos engañar por los cientifismos ni por ideologías que no ayudan a que crezcamos en humanidad. También pide perdón de corazón a quien pudo haber perjudicado durante su vida y, por cierto, se encomienda al Dios todopoderoso en este momento en que ha sido llamado a encontrarse con el Padre. 

Es reconfortante ver el inmenso valor que le atribuye a la fe en Dios que siempre lo sostuvo y sus palabras de agradecimientos por todo lo vivido durante su larga vida. Me quedo con esta frase que nos puede inspirar el año 2023: “El mundo nos ofrece comodidad, pero no fuimos hechos para la comodidad sino que para la grandeza”.