Una propuesta para Navidad

Son hermosas las palabras de San Agustín a propósito de la Navidad: “Yace en un pesebre, pero contiene al mundo; toma el pecho, pero alimenta a los ángeles; está envuelto en pañales, pero nos reviste de inmortalidad’ (Sermón 190). Esa es la belleza y la paradoja de la Navidad, mientras todos esperaban al Mesías coronado de gloria como un rey, sucede que el Mesías, el Salvador, el mismo Hijo de Dios llega a través de una humilde mujer, María, y su trono es un Pesebre pobre en un sencillo pueblo del medio oriente. 

He ahí la belleza y la gran lección -que tanto nos cuesta aprender- el amor de Dios manifestado en enviarnos a su Hijo se nos revela en la pobreza más absoluta. En los tiempos que corren donde todo gira en torno al consumo, al punto que algunas personas no tienen pudor alguno en mostrar opulencia, sucede que María la Madre de Jesús y José, su esposo no tiene donde quedarse con Jesús, el Hijo de Dios concebido por obra y gracia del Espíritu Santo.

Este momento donde se reafirma la presencia de Dios en medio de nosotros de una manera tan singular e inimaginable para la inteligencia humana es corroborar lo que dice el Evangelio de Mateo 28,20, “Yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos”. Esa certeza es la que se vive en Adviento como espera. 

Propongo que esta Navidad experimentemos la alegría de la presencia de Dios en medio de nosotros de manera sencilla. Podemos privarnos de algo para que alguien reciba un regalo como signo del nacimiento de Jesús. También propongo que convirtamos nuestra vida en un pesebre y le dejemos un espacio a Jesús para que entre en nuestros pensamientos, en nuestros deseos, en nuestro proyecto de vida. Dejemos que Jesús reine en lo más profundo de nuestro ser para que siempre se haga su voluntad y no la nuestra. Esa es la garantía de una paz verdadera y duradera.

Les deseo a todos una feliz Navidad y un gran año 2023. Dios nos regale la gracia de reconocer en lo sencillo y humilde una auténtica fuente de felicidad y en el compartir la máxima alegría que puede experimentar un ser humano. Volver la mirada a Jesús es un camino eximio para volver a centrarnos en lo que es importante y dejar el inmediatismo que no nos deja contemplar la belleza que nos trae Jesús con su mensaje de Salvación, su Vida que es fuente de Vida para los demás y su muerte que es la garantía suprema de su amor por todos y cada uno de nosotros.