Tradiciones patrias acehadas por lo global

Valor y significado que tienen las costumbres de esta época del año en la construcción identitaria del país, y motivos que explican aquellas que dejan de aparecer entre juegos y manifestaciones folclóricas habituales en la celebración.

Por Érico Soto M.

Fondas y ramadas. Cueca y tonada. Chicha y empanadas. Trompo y volantín. Todas estas, manifestaciones sociales y culturales comunes a la hora de pensar en la celebración del 18 de septiembre, fecha en que se conmemora la Independencia de Chile. Fiestas Patrias que mantienen el apego por aquellas comidas, expresiones populares y juegos típicos, que unen a la familia y la comunidad en torno a tradiciones del campo, que se mantienen desde tiempos de la Colonia.

Con mayor o menor participación de la gente, año a año se retoman las costumbres diechiocheras que contribuyen a la construcción identitariaria del país. Instancia en que la sociedad se detiene para reconocer y validar la nacionalidad, y que se han construido históricamente como el hito que reafirma el compromiso de las personas con el territorio, su arraigo e identificación.

El Dr. Rodrigo Soto, investigador Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la U. Andrés Bello, indica que se trata de una forma de sentirnos chilenos y chilenas “a pesar de las tremendas diferencias” que podrían identificarse entre regiones del país, entre el mundo rural y urbano, o entre clases sociales. 

“Es una celebración que se narra como una fiesta que integra la independencia del país, las instituciones republicanas, los juegos populares -como elevar volantín, jugar al trompo, la rayuela, jugar a las bolitas o subir el palo ensebado-, también la fiesta y, en no escasas ocasiones: los excesos”, señala Soto. 

Asimismo, considera que las Fiestas Patrias son el momento “para reconstruir permanentemente nuestra identidad nacional. Es un paréntesis a las diferencias que vivimos día a día ya que, la República es la que se celebra, y con ello, el modo de organización de nuestras instituciones, nuestra historia y por qué no decirlo, nuestro futuro. Sobre todo, el día de hoy, en donde la necesidad de una nueva Constitución sigue en pie. En este sentido, creo que este año, con estas fiestas patrias tendrán un carácter particular; primará un sentido más reflexivo, será un momento para mirarnos, para pensarnos como ciudadanos y ciudadanas y, en efecto, será un momento para pensar el futuro de nuestro país”.  

Sobre el origen de estos festejos, el historiador y académico de la UCSC Manuel Gutiérrez, señala que tienen un origen en el periodo de la Independencia de Chile: “Tienen la finalidad de conmemorar este acontecimiento: la independencia política de Chile en el siglo XIX.Y se conmemora con expresiones populares espontáneas, que decantan en una serie de símbolos e hitos que se han ido consolidando a través del tiempo”.

El historiador observa que los emblemas patrios, si bien fueron formalizados varios años después de la Independencia, fueron lentamente proyectados, porque había una necesidad de expresar la algarabía y afectividad a través de símbolos: la bandera, el himno, el escudo.

“En cuanto a las actividades populares, que son siempre espontáneas, naturalmente, provienen de costumbres y usos coloniales. Juegos, comidas típicas, reuniones de la comunidad y el rodeo, que son parte de una costumbre del ámbito agrícola, rodeado de animales en la cordillera, o después de la trilla en la zona central. Actividades del ámbito doméstico, que fueron siendo cultivadas y mantenidas hasta después de la Independencia, y han sido conformadas como parte de nuestros símbolos patrios”, explica Gutiérrez.

Vigencia

Como es natural, el tiempo ha ido transformando la sociedad chilena del mundo, y las actividades agrícolas se han ido reduciendo, junto con las costumbres que dan origen a muchas de estas expresiones. Por lo tanto, gran parte de estas actividades populares, económicas o sociales, se han ido extraviando o reduciendo a ciertas zonas.

“La mayoría de los símbolos nacionales y juegos, así como parte del folclor del Chile originario, están especialmente en la zona del Valle Central. En el norte tenemos la cultura incaica y aymara. Y en la zona austral: elementos de zona argentina y quizás no tan típica del folclor central. Muchos de los juegos típicos se han ido perdiendo: con suerte va quedando el volantín, pues las cosas más rudimentarias hoy están completamente desaparecidas. Más allá de motivarlo, lo que podría hacer la sociedad y el país es protegerlo, porque es patrimonio viviente”, añade Gutiérrez. 

Entre los factores de cambio, el académico de la UCSC señala que muchas costumbres han sido dejadas de lado y reemplazadas por otro: “A eso se suma que ha llegado a Chile una población migrante no menor, que ha ido también cambiando y agregando elementos sutiles a nuestra idiosincrasia, pero que en su núcleo central tiende a ser muy homogénea y tradicional aún”.

“Hoy la gente se arranca de la ciudad, no hay nadie. Antes la ciudad celebraba. En el colegio se adornaba la sala, se enseñaba a bailar la cueca y había un ambiente distinto”, Alejandro Mihovilovic, historiador y profesor penquista.

Rodrigo Soto, de la U. Andrés Bello, complementa que “varias tradiciones se han ido perdiendo producto de las dinámicas culturales que nos impuso la globalización. Hoy en varios lugares del país no debe ser difícil encontrar a niños y niñas que no sepan elevar volantín, jugar al trompo, la rayuela, jugar a las bolitas o subir el palo ensebado, pero de todas maneras el espíritu de la celebración se mantiene. Eso quiere decir que las tradiciones mantienen su fondo, pero en algunas ocasiones las formas van dialogando con el contexto sociohistórico y se transforman. Por eso se han ido perdiendo algunos de los juegos señalados”. 

Rodeo

Entre estas costumbres que han ido perdiendo vigencia, un caso peculiar es lo que ocurre con el rodeo, que pasa a considerarse deporte y que no ha estado ajeno a cuestionamientos en torno a los elementos que forman parte de su práctica.

“Eso sí, recién están comenzando a aparecer los grupos que buscan que conversemos como sociedad sobre el sentido de estas prácticas. Estas intervenciones nos invitan a pensar en que el rodeo es una práctica viva, que recién en la década de 1960 se reconoció como un deporte en Chile, momento en el cual se le impusieron normas, jueces, recintos, reglamentación, entre otras cosas. Por tanto, si bien es una práctica tradicional del país, es relativamente nueva. El futbol es más antiguo (en tanto deporte) y ha tenido modificaciones increíbles como la inclusión del VAR. Eso nos permite pensar que si existen posturas que proponen una crítica al rodeo, son válidas y deberían considerarse estos argumentos”, sostiene Rodrigo Soto. 

El académico de la UNAB agrega que “las tradiciones deben dialogar con el contexto en el que se desarrollan. Si eso no ocurre y se busca mantener una práctica por el solo hecho de que a pocas personas le hace sentido, no estaríamos frente a una práctica tradicional propiamente tal sino, ante una actividad privada que realiza un grupo de personas y que lo impone como una tradición nacional. En mi opinión, el Rodeo, como cualquier otra práctica, es una actividad que merece ser mirada y remirada constantemente. Si en algún momento hay aspectos que deben transformarse, pues deberá ocurrir”.   

Sobre la práctica del rodeo, el profesor Manuel Gutiérrez agrega que casi un siglo atrás ya se perdió como actividad socioagrícola: “Uno podría entender esta actividad todavía presente en aquellos dedicados al ámbito ganadero de la precordillera, sur de Chile, y que más allá de un tema de actividad económico, se transformó en una actividad folclórica y deportiva, característica de Chile. Y que pasó de doméstica a simbólica”. 

Concepción de antes

El historiador Alejandro Mihovilovic da cuenta que la celebración de Fiestas Patrias en la capital de la Región del Biobío ha variado tanto en su forma como en su contenido, y que lentamente ha ido perdiendo la esencia que la caracterizó hasta hace unos 15 años.

“Las fondas antiguamente se hacían regularmente en la calle Manuel Rodríguez, posteriormente se trasladaron al Parque y luego al estadio Ester Roa. Hay que considerar que la celebración de Chiguayante era muy frecuentadas, famosa por sus ramadas y fondas. Antes, la gente de campo juntaba uno o dos meses de sueldo para festejar Fiestas Patrias. Era común ver gente con un terno nuevo, ropa nueva, en esta época del año, pues el ‘18’ se esperaba con cariño”, cuenta el historiador y profesor penquista.

“Varias tradiciones se han ido perdiendo producto de las dinámicas culturales que nos impuso la globalización. Hoy en varios lugares del país no debe ser difícil encontrar a niños y niñas que no sepan elevar volantín, jugar al trompo, la rayuela, jugar a las bolitas o subir el palo ensebado”, Rodrigo Soto, investigador U. Andrés Bello.

Sobre el sentido de la celebración, Mihovilovic considera que se ha ido perdiendo, algo que se notaba en el compromiso, preparación y el amor por manifestaciones como el folclor y la comida típica: “Hoy la gente se arranca de la ciudad, no hay nadie. Antes la ciudad celebraba. En el colegio se adornaba la sala, se enseñaba a bailar la cueca y había un ambiente distinto”.