El hechizo cruje

La primera vez que en Chile se planteó la posibilidad de un cambio constitucional fue en 1997, cuando el sociólogo Tomás Moulian publicó su libro Chile Actual: Anatomía de un mito. En su obra, plantea que “existe pues un tipo necesario de ideología, distinto del de la ideología utópica. Es la ideología en cuanto sistema de normatividad política. Ello significa que el/los grupos políticos elaboran proyectos donde se definen fines preferenciales y donde se vincula presente con futuro. Fines dotados de valor, pero sobre los cuales se está dispuesto a discutir racionalmente arriesgando que en la lucha política sean otros los que se impongan”. 

La publicación del libro coincide con la aparición de la ZurDA y de la organización estudiantil en varias universidades. Durante estos 25 años, miles de jóvenes (hoy adultos) pudieron ingresar a la universidad y crearse una imagen propia del mundo. ¿Cuál es esa imagen? Es la imagen de un país aplastado, traumado (en palabras de Moulian) por el consumismo y la hipermercantilización, agobiado por las deudas, enajenado, desacoplado, temeroso, desconfiado. El movimiento estudiantil logró caracterizar dichos sentimientos y operativizar su despliegue. Todo partió en las universidades, no solo en las asambleas, tomas, paros y protestas, sino también a través del apoyo y conducción de varios académicos que fomentaron esta visión del mundo: la sociedad era un campo de batalla, y era indispensable tomar partido entre los opresores (ellos) y los oprimidos (nosotros). 

La síntesis de todas esas luchas encontró asilo (luego del estallido social en 2019) cuando la clase política encauza la crisis a través de un proceso para modificar la constitución vigente. Para la gran mayoría de los chilenos fue una salida audaz, pero desconocida y poco familiar. Así y todo, confiaron y respaldaron la creación de una convención constitucional 

¿Por qué falló en su propósito entonces? ¿Qué se hizo mal? La respuesta se puede encontrar justamente en lo que algunos llaman la “profundización democrática” en las universidades, y que, en la práctica, no es más que el culto al asambleísmo y a la sociedad de masas, donde se impone el que grita más fuerte, y donde la agresividad del lenguaje reemplaza la calidad de los argumentos. 

Una amplia mayoría juzgó que no adhiere a esa visión de mundo, y particularmente, al procedimiento usado para redactar una nueva Constitución. Muchos siguen sin entender las razones del Rechazo. La única que se me ocurre es que dichas mayorías asisten a la vida pública desde su propia experiencia, esto es, desde el valor diario del trabajo, de la importancia de la familia y la amistad, del lugar que siguen ocupando el mérito y el esfuerzo personal, de la solidaridad, en fin, cosas que distan mucho de esta otra visión del mundo, donde se nos presenta como un pueblo enfrentado consigo mismo.

Fernando Peña Rivera

Escuela Gobierno USS