Dejar de “balconear”

Estamos en una época de profundos cambios. Cambio de paradigmas culturales, cambio de generación a cargo de la cuestión pública, cambios climático y también cambio en el modo de relacionarnos entre nosotros. 

Se tolera cada vez menos, y con justa razón, los privilegios de algunos, los abusos de todo tipo y todo aquello que atente en contra de la dignidad del ser humano. Por otro lado vemos cambios demográficos importantes que se traducen en más soledad de los mayores y menos ingresos, junto a la llegada de migrantes jóvenes en búsqueda de un mejor porvenir. Estos cambios se dan en un contexto de violencia muy grande, de temor e incertidumbre. Hay perplejidad, temor en el futuro y también, en muchos, desconcierto.

Pienso que hemos de mirar estos cambios con esperanza. Pero además, asumir nuestras propias responsabilidades con mayor fuerza. Creo que no es el momento, como dice Francisco de “balconear”, es decir, subirse a un balcón a mirar, criticar, etc., pero sin comprometerse. 

Hoy más que nunca es el tiempo de preguntarse de qué manera colaboro yo -no mi vecino- para que Chile sea mejor. Esa es la pregunta que todos nos hemos de hacer. Porque ni la nueva Constitución, ni ley alguna puede reemplazar la sacrosanta libertad de cada individuo que está llamado siempre a hacer el bien posible y evitar el mal. Ese ámbito personal e intransferible es la esfera desde donde se vive el día a día, lo cotidiano, que, en definitiva, es lo que nos importa en la vida.

No es el tiempo de usar palabras como “habría que”, “debiesen hacer”. Es la hora de preguntarse en lo más íntimo de nuestro ser, a solas con la conciencia y Dios, si lo que digo y hago es fuente de bien para los demás o no. Lo demás es importante, sin duda, pero insuficiente si no optamos cada uno por lo que es bueno, bello y verdadero.